(Reuters).- Miles de hectáreas abarrotadas de uvas son cosechadas cada otoño en el fértil centro de Chile para transformarse en exquisitos vinos, pero la centenaria tradición de esta multimillonaria industria de exportación corre peligro por el cambio climático.
Los sofisticados vinos elaborados en el centro del cuarto exportador global de esta bebida brillan en las mesas del mundo gracias a las bondades del clima mediterráneo, con inviernos húmedos y templados que contrastan con veranos secos y calurosos.
Pero esas condiciones han comenzado a cambiar en el corazón del largo y estrecho país, que ha registrado un alza de 0.2 grados Celsius en sus temperaturas máximas y mínimas desde hace más de una década, por el calentamiento global y cambios en el suelo para uso urbano.
El efecto se podría agudizar y afectar la maduración y calidad de la uva si las temperaturas siguen en aumento, coinciden los expertos.
Eso ya está forzando a muchos viñedos a migrar desde los privilegiados valles centrales, cuna de reconocidos mostos como el Cabernet, Merlot, Chardonnay y Carmenere, hacia regiones históricamente más frías en el sur, cuyas condiciones climáticas y menos lluvias empiezan a ser más benignas para la industria.
“En la zona de Pirque o Puente Alto (sur de Santiago), probablemente en un par de años más, (el clima) puede que sea más caluroso y el Merlot no sea capaz de soportar la temperatura y deba cosecharse anticipadamente”, dijo Julio Bastías, enólogo de Matetic, una viña en el central valle de Casablanca, que prescinde de fertilizantes sintéticos y plaguicidas en su uva.
Entre los valles más afectados están el Limari o Elqui en el norte y Aconcagua y Maipo en la zona central, que representan cerca de un 12% de las 120,000 hectáreas plantadas de vid en todo Chile, cuya producción suma 1,300 millones de litros de vino en lo que va de este año, el doble que hace 15 años.
“En Chile, lo más importante son los cambios en los eventos extremos, principalmente vinculados con la temperatura, con un aumento de las ondas de calor, por ejemplo, en la zona central”, dijo Claudia Villarroel, de la Dirección Meteorológica de Chile.
Hoy, al menos un aumento de 1,5 grados centígrados es casi un hecho para el 2050 a nivel global, dijo Neeraj Prasad, director de Cambio Climático del Banco Mundial, en una entrevista en Santiago.
Esa es una mala noticia para los viñedos chilenos que utilizan las aguas de los glaciares en Los Andes que están desapareciendo.
“Prácticamente el 100% de los glaciares (en Los Andes) será eliminado si las temperaturas aumentan por encima de los 2 grados centígrados”, advirtió Prasad.
Mirando al sur
Para Concha y Toro, la principal viña del país y productora de las famosas marcas Casillero del Diablo y Don Melchor, el cambio climático aún no ha llegado a golpearla, pero han comenzado a verlo como un dolor de cabeza para la industria.
“Pero (su efecto) es una preocupación de lo que puede ser el futuro de la viticultura chilena”, admitió Álvaro González, subgerente de Investigación e Innovación de Concha y Toro.
La industria del vino en Chile, además de Concha y Toro , es liderada por las viñas San Pedro, Santa Rita, Emiliana y bodegas familiares, que concentran sus operaciones en la zona central y en conjunto exportan casi 2.000 millones de dólares anuales.
La meta es elevar a US$ 3,000 millones los envíos al 2020. Pero para eso, se debe sortear al calentamiento global.
“Será difícil mantener las variedades de uva actuales en los viñedos. Podremos continuar plantando tomates y judías si las temperaturas suben, pero no las cepas que tenemos”, observó el español Miguel Torres, dueño de una premiada marca del mismo nombre con bodegas en Chile.
“Habrá que buscar otras variedades que sean más resistentes a las altas temperaturas y a la sequía”, agregó.
Si la temperatura sigue subiendo, los expertos prevén que la calidad de los vinos enfrentará un desajuste entre la maduración de la uva y la fenólica (aroma, taninos, sabor, color).
Hace cuatro décadas, el frío y lluvioso clima en el valle de Itata no permitía el cultivo de cepas para elaborar vinos de gran calidad, pero las alzas de temperatura y el cambio climático facilitarían ahora la madurez correcta de la uva.
Miguel Torres compró 230 hectáreas en Itata (400 kilómetros al sur de Santiago) para plantar variedades de tinto, buscando el frescor de la cercanía con la cordillera y amplitud térmica entre el día y la noche. Situación similar ocurriría en la zona de Cauquenes, donde Concha y Toro también adquirió tierras.
En los últimos 50 años ha disminuido hasta un 30% las lluvias en el sur del país, lo que ayuda a cultivar la vid, según estudios de la Dirección Meteorológica chilena.
Bendita geografía
Anticipando una mayor migración de productores hacia el sur, la asociación Vinos de Chile está haciendo un estudio de zonificación para establecer la dinámica del cambio climático en algunas cepas. Su resultado se conocerá en dos años.
“No es conveniente quedarse estáticos, sin buscar adaptación de variedades, sin explorar nuevos valles o generar prácticas de manejo. Es necesario adaptarse”, dijo Patricio Parra, gerente de Innovación y Desarrollo de Vinos de Chile.
Si bien los expertos admiten que hay incertidumbre sobre los escenarios futuros, está previsto que el cambio climático traiga un deterioro en algunos parámetros ambientales particulares asociados a golpes de sol, estrés térmico y sequías.
Algunos dueños de viñas estiman que en el corto plazo lo único que se puede hacer es adaptar la producción para compensar el aumento de un grado de la temperatura con métodos que retrasen la maduración de la uva.
“Con estas prácticas podríamos aguantar otro grado más, pero más allá, el mapa de las denominaciones de origen podría cambiar. Esto sería desastroso para la viticultura tal como la entendemos hoy, que ha dedicado milenios de experimentación hasta encontrar la mejor localización para cada vid”, recalcó Torres.
Por ejemplo, si el clima frío o intermedio en una zona ideal para Pinot Noir se transforma en templado o cálido, mejor será cultivar Cabernet.
En muchos países vitivinícolas, como Francia, hay poco espacio para moverse a un clima más frío, pero en Chile la extensa longitud territorial es una ventaja, a la que se suma la corriente de Humboldt, que lleva agua fría de la Antártida hacia el norte actuando como amortiguador climático.
Por eso, más que variedades que no puedan producirse, el profesor Philippo Pszczólkowski, de la Universidad Católica de Chile, sostuvo que habrá áreas donde se verán más cepas.
“Si la ubicación de Chile fuera este-oeste, existirían variedades que ya no podríamos cultivar, dado que no tendríamos posibilidad de desplazarnos hacia el sur”, dijo Pszczólkowski.
“Pero el desplazamiento (de cepas) resulta fácil, al ser un país de 5,000 kilómetros de longitud, con una ubicación norte-sur, es decir, una bendita orientación”, agregó.