Una ‘manzana podrida’ va a arruinar el clima laboral para todo el mundo –y puede incluso hacer fracasar su negocio.
“Un empleado tóxico es un enorme pasivo para su empresa”, escribe en su blog Rubén Yonatan, fundador y CEO de GetVoIP. “Costoso, desmoralizador y exasperante, ellos pueden llevar al trabajo en equipo a un punto muerto, poniendo en peligro las metas, y en general empeorando la vida de todo el mundo que les rodea”.
En esencia, “ellos envenenan la organización”, comenta Yonatan a Business Insider.
A continuación, GetVoIP muestra los cinco tipos de empleados tóxicos, y técnicas probadas para sacar lo mejor incluso de los empleados más problemáticos:
El completo desastre
Incompetente, errático y poco fiable, el empleado que es un ‘completo desastre’ puede hundir la productividad y energía de todo el equipo. A nadie le gusta ver que otras personas pasen por dificultades, pero los continuos pedidos por ayuda y la dependencia excesiva en otras personas para que arreglen o corrijan errores pueden rápidamente llevar a los proyectos a paso de tortuga y causar una frustración generalizada. Por lo general, son desorganizados, tiene mucha pasividad para hacer las cosas, carecen de credibilidad y se resisten al cambio.
Antidoto: Brindarles una mayor capacitación y planes para mejorar su rendimiento. Incentivarlos a estar alertas con evaluaciones constantes. Motivarlos a hacerse pruebas para detectar trastorno por déficit de atención y otros problemas relacionados.
El haragán.
Buscar maneras de evitar trabajar en la oficina es un empleo a tiempo completo para este colega tóxico. Al igual que el caso anterior, estos compañeros pueden mermar el tiempo, energía y entusiasmo de todos en la oficina. Los haraganes se sienten felices de contagiar al resto su flojera, y no parece importarles lo que piensen de ellos otros colegas o los jefes. Si pueden salirse con la suya, lo harán. Por lo general, tienen baja motivación, no parece importarles las fechas límitas, no organizan bien su tiempo, pierden tiempo en internet y suelen faltar al trabajo.
Antidoto: Descubrir resentimientos ocultos que motiven su comportamiento, darles expectativas claras, exigirles que sean responsables, revisar su labor de forma inesperada y reconocer y premiar sus logros.
El mártir.
El polo opuesto del holgazán podría ser considerado como el sueño de todo empleador, pero un empleado que insiste en hacer todo por su cuenta puede causarse una serie de graves problemas. El mártir también quiere que todo el mundo sepa lo que él o ella está sacrificando por su trabajo. Es probable que tengan problemas de control o trabajen duro para demostrar lo valiosos que son; en cualquier caso, ellos generan un desbalance en el equipo, causan malestar entre colegas y están en riesgo de agotamiento extremo. Por lo general, no conocen sus límites, va a trabajar cuando está enfermo y contagia a todos, debilitan la confianza de sus colegas, tienen una actitud poco constructiva y están propensos a la fatiga.
Antidoto: Incentivar la delegación de funciones, promover un ambiente de colaboración en vez de competencia, presentar medidas de manejo del estrés y estimular el trabajo en equipo por encima de los esfuerzos individuales.
El muy sociable.
Divertido, entretenido y amigo de todos, la persona que es demasiado sociable considera su trabajo como su propia reunión todos los días. Ya sea por teléfono o al lado del dispensador de agua, los chismes y las conversaciones son su prioridad. Y si bien la diversión y la camaradería son importantes en la oficina, este tipo de colega tóxico lleva las cosas demasiado lejos, sobre todo cuando las conversaciones y las interminables horas de almuerzos absorben su tiempo y el de los demás. Por lo general, estas ‘socialité’ son escandalosos y distraen al resto, carecen de concentración, tienen una postura inmadura respecto al trabajo y tienen una conducta poco profesional.
Antidoto: Establecer espacios y momentos para asuntos sociales, ser claro acerca de un comportamiento adecuado en el trabajo, aprovechar las habilidades de comunicación de estas personas y canalizar su energía interpersonal.
El sociópata.
Se estima que el 4% de la población cumple con la definición clínica, pero incluso sin un diagnóstico, un empleado con tendencias sociópatas puede dejar un rastro de destrucción y discordia donde quiera que vaya. Estos colegas envenenan la atmósfera y crean un ambiente hostil para todos. Un empleado disruptivo puede arruinar la moral, cohesión y efectividad de un equipo completo, y si ocupan un cargo que tiene contacto con los clientes, puede causar un daño grave a la reputación y ventas de la empresa. Por lo general, tienen un comportamiento abusivo, no respetan los protocolos, tienen problemas con la autoridad y de carácter interpersonal, y además tendencia a manipular y sabotear las cosas.
Antidoto: Brindar un ambiente seguro y de apoyo, tomar muy en serio las quejas de los empleados, implementar políticas estrictas contra el bullying, documentar con cautela los comportamientos negativos, y si es jefe, confiar en sus instintos.