Vinos tintos más ligeros y elegantes; un aumento del consumo de blancos; atención a las variedades más desconocidas y originales; la aparición de nuevas etiquetas con apellidos como ecológico, biodinámico o natural; y un repunte, por fin, del consumo interno son las tendencias y perspectivas en el mundo del vino para este año que comienza.
Hace ya tiempo que venimos contando que aquella moda de los tintos de color casi negro, muy estructurados y concentrados, incluso duros en boca, que impuso el crítico Robert Parker casi como una condición para vender en EE.UU., estaba pasando rápidamente a la historia.
Naturalmente que una de las cosas que planteaba, como es mucha fruta en nariz en lugar de tanta madera, se mantiene; pero ahora se buscan vinos de trago largo donde no falte la potencia, pero sin renunciar a la frescura en boca. Una de las grandes beneficiadas es la variedad garnacha, un tipo de uva difícil, pero que bien trabajada está dando unos vinos extraordinarios, elegantes en nariz y con bocas ligeras y frescas. Atentos este año al avance de estos vinos que darán sorpresas muy agradables.
Originalidad al poder.
La variedad tempranillo es la reina de este país, la que más se produce -dentro de las tintas- y manda en Rioja y en la mayor parte de la Meseta. Sin embargo, hay un público cada vez más interesado en variedades más desconocidas y que pueden dar muchas alegrías.
Ahí está, aparte de la garnacha, la deliciosa mencía del Bierzo, que da unos vinos excelentes amparados por una denominación de origen decidida a recuperar el tiempo perdido por la crisis. La bobal de Manchuela y Utiel-Requena; y la monastrell murciana y alicantina también se van abriendo paso entre los aficionados que buscan nuevas sensaciones y que suelen ver recompensada su curiosidad.
Eso sin contar con variedades menos conocidas pero interesantes como la prieto picudo de Tierra de León o la juan garcía de Arribes de Duero.
Crecen los blancos.
Donde está subiendo el consumo decididamente es con los vinos blancos, una tendencia que es mundial. Junto a los verdejos castellanos y el enorme desarrollo de los blancos gallegos, ahora están apareciendo con fuerza nuevos actores, empezando por los blancos catalanes, donde destaca la variedad garnacha blanca, y siguiendo por la poderosa Rioja, que en su presupuesto de comunicación para este año, el mayor de su historia, ha dejado un buen capítulo para apoyar a sus blancos.
Algo más lento aunque imparable es el avance de los rosados, sobre todo por el gran triunfo de este tipo de vinos a nivel mundial, básicamente en la temporada de verano. No se duda de que se producirá aquí también.
Naturales y ecológicos.
La sensibilización hacia el medio ambiente está haciendo que muchos vinos aparezcan con las etiquetas de ecológico y biodinámico, algo a lo que no se atrevían hasta hace poco, aunque lo fueran, por temor a que el consumidor los tachara de vinos de segunda. Otra cosa son los naturales, una moda que surge con vinos que teóricamente no tienen ningún aditivo. Aún no hay alguno claramente recomendable y empiezan mal a la hora de definirse, como si los otros vinos no fueran naturales.
Y para terminar, una buena noticia. Según distribuidores y comerciantes, el consumo de vino ha crecido en navidades un 8% con respecto al año anterior. Menos mal, porque los niveles de consumo en España estaban bajo mínimos; algo incomprensible en un país productor. Ahora todos los agentes valoran que va a haber un claro repunte en su consumo.
Algo para celebrar en un país donde nunca se había hecho un vino tan bueno, de tanto nivel, variedad e incluso de precios muy razonables, como ocurre ahora mismo.
Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)