¿Alguna vez se ha preguntado hasta cuánto tiempo podría permanecer sin su dispositivo móvil?, ¿conseguiría “sobrevivir” sin él más de un día entero? De hecho, ¿se ha puesto a pensar si tiene algún nivel de dependencia en relación a su smartphone?
Una investigación de la Universidad Nottingham Trent concluyó que las personas entre 18 y 33 años miran su teléfono inteligente hasta 85 veces al día, o una vez cada 10 minutos, sin ni siquiera darse cuenta.
En efecto, el smartphone es, en el caso de los adolescentes, el equipo predilecto para conectarse a Internet (56%), seguido de la PC (30.9%), según el estudio “Prevalencia de riesgo de la conducta adictiva a Internet entre los adolescentes peruanos”, promovido por la Fundación Mapfre.
Relación causa – efecto
Esto pasaría por alto si no hubiera consecuencias negativas. El uso excesivo del teléfono inteligente tiene efectos secundarios sobre la salud de los usuarios.
De acuerdo al reporte de Fundación Mapfre, uno de cada diez menores corre riesgo de volverse adicto a Internet, mientras que más de la mitad (53.6%) tiene dificultades en su salud mental como hiperactividad, síntomas depresivos, dificultades para concentrarse.
Carmen Bravo de Rueda, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, coincide en que la dependencia a los dispositivos móviles la desarrollan sobre todo los adolescentes. “Muchas veces están conversando en grupo, pero no pueden evitar mandarse mensajes por WhatsApp, es una exageración”.
No obstante, esta conducta cuasi adictiva también la desarrollan los jóvenes adultos. “Muchos experimentan una sensación de malestar o irritabilidad cuando no pueden conectarse satisfactoriamente a Facebook u otras redes sociales”, sostiene.
La ansiedad, disminución de niveles de concentración en otras actividades, así como descenso de productividad, en caso de los adultos, son algunas de las consecuencias más comunes de estar pendiente del móvil, enumera Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de la Clínica Internacional.
Los límites de lo laboral
Bravo de Rueda cuenta que las exigencias laborales también conllevan a desarrollar una dependencia sobre el teléfono. “Ocurre que muchos colegas acostumbran a llamar a cualquier hora del día, enviar correos o documentos, lo cual es un problema porque es necesario aprender que hay una hora para todo”, advierte no sin antes mencionar que ello puede generar problemas en las relaciones interpersonales.
OTROSÍ DIGO
En búsqueda del ansiado equilibrio
Etapas. El primer paso para ponerle un alto a esta dependencia es tomar consciencia sobre nuestra rutina. Roxana Miranda, directora de la carrera de Psicología de la UPC, considera pertinente que el usuario se haga preguntas básicas como “¿puedo desayunar sin chequear el teléfono?”, “¿me distraigo de momentos que requieren mi atención por atender mis notificaciones?”. Una vez hecho esto, Miranda considera preciso pasar a la siguiente etapa: regular el uso del dispositivo. “Muchas acciones se concretan más por una cuestión automática que por mera necesidad”.