Cada nuevo año conlleva a un cambio en el contenido de nuestras agendas. Con ello, surgen las buenas intenciones que se despliegan incluso en el ámbito de la salud. Pero qué significa realmente alimentarse de manera saludable. El Internet es una fuente de información importante y gracias a él las personas pueden aprender nuevas dietas, pero eso no quiere decir que saben comer mejor.
El mito de las grasas saturadas
Según el diario La Tercera de Chile, las generaciones actuales crecieron con la creencia de que la grasa es contraproducente para la salud. Todo comenzó en 1940 cuando el investigador de la Universidad de Minnesota, Ancel Keys, quiso averiguar la causa de los infartos entre los hombres jóvenes de Estados Unidos.
Después de 50 años, el “Estudio de los siete países” arrojó que el responsable de esa situación era el alto consumo de grasas particularmente saturadas; pese a ello los franceses, por ejemplo, consumían mucha grasa saturada pero tenían baja incidencia de problemas cardiovasculares.
No obstante, a partir del año 2010 comenzaron a surgir nuevos estudios que ya cuestionaban la afirmación de que las grasas saturadas eran las culpables de los males del corazón. Médicos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard concluyeron, por ejemplo, que no hay suficiente evidencia para decir que una dieta que incluya grasas saturadas aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Aunque muchos criticaron los resultados y el debate se mantiene sobre la mesa, es innegable que la falta de ejercicio, la ingesta de alcohol y el sobrepeso podrían ser tanto o más importantes que el consumo de grasas saturadas.
El azúcar… en casi todos lados
Los dulces, los chocolates, los pasteles tienen un alto contenido de azúcar. Pero no están solos. Las salchichas, el pan de molde y las galletas saladas también contienen este ingrediente. Son varios los alimentos que contienen azúcar y, sin saberlo las personas consumen más dulce de lo que creen.
“Lo mejor es no reemplazar la azúcar con nada. Con los edulcorantes engañamos al sistema. Si se puede, la recomendación es no endulzar, no necesitamos ese sabor dulce”, dice a La Tercera nutrióloga de la Clínica Alemana Pía de la Maza.
El gluten es otro componente cuestionado. Está en el trigo, la cebada, el centeno y la avena. Desde hace casi una década, al gluten se le han achacado las molestias estomacales, dolores de cabeza, cansancio, asma, artritis, esclerosis múltiple, depresión y esquizofrenia.
Según información recopilada por el diario chileno, en los últimos años, sin embargo, ha aparecido un grupo que reporta que dejar el gluten les alivia sus molestias estomacales. En 2011, Peter Gibson, de la Universidad Monash, analizó a estas personas.
El estudio contempló a personas que tenían síndrome de colon irritable. Y como muchos esperaban, la dieta no-gluten eliminó los síntomas como la hinchazón y diarrea que sufrían estos pacientes.
Para todos, en ese momento, el gluten era el único culpable. Pero nadie contaba con que en 2013 el propio Gibson dijera ahora que no era el gluten el problema, sino un grupo de azúcares que denominó Fodmaps (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables). Estos se encuentran en el trigo, y en otras comidas como la manzana, pera, palta, repollo, brócoli, cebolla,legumbres y frijoles, y la lactosa de la leche.
Pero como dice Gabriel León, investigador del Centro de Biotecnología Vegetal de la Universidad Andrés Bello, “los alimentos son demonizados o endiosados y al final ninguno es tan bueno ni tan malo. Una persona no debería eliminar un alimento por cuenta propia”.