En la casa de Paul Hobbs (Nueva York, 1953) estaba prohibido beber vino. Fue un acuerdo de papá y mamá. Con esa ausencia de la bebida hecha a base de la uva, transcurrió la infancia de uno de los más importantes enólogos del planeta.
Solo cuando el convenio de ambos padres se quebró fue que el también empresario decidió dejar de soñar con ser astronauta y aventurarse por un mundo poco explorado: el del vino. Esa decisión le cambió la vida. Estudió enología.
Hoy pasa más de la mitad del año viajando. Asesora más de 30 bodegas en el mundo, la mayor parte en Argentina. Antes de llegar a Lima estuvo en Chile. Además, tiene un vino que produce en California y que lleva su nombre, y es socio de viña Cobos. En el 2013, Forbes lo llamó el Steve Jobs del vino.
En Lima se venden algunas de sus etiquetas. Cocodrilo es una de ellas. Hace poco, se agotó. La distribuidora pidió que le envíen 50 cajas y llegaron solo 20. Es la cuota que le toca al Perú, les dijeron. Exclusividad, le llaman algunos.
¿En qué consiste su asesoría?
En velar por la calidad de los vinos, desde la forma como se trabaja la uva. Los dueños de las bodegas no tienen claro el estilo del vino al que quieren llegar. Mi trabajo entonces es más en el viñedo y menos en la bodega. No es una tarea fácil.
¿Cuándo su nombre se convirtió en una marca?
Es un proceso lento. Creo que se llega a ese punto cuando se siente haber alcanzado una meta deseada, y eso lo determina la experiencia. He tenido que llegar a cierto nivel de calidad antes de sentirme cómodo para poner mi nombre.
¿Cuándo puso por primera vez su nombre a una botella?
En 1991. Fue en un vino pinot noir hecho en California.
En Argentina, afirman que fue usted quien le dio fama a su Malbec. ¿Qué hizo?
Fue toda una lucha que empezó en 1989. Llegué como consultor a Argentina y quería hacer Chardonay. Cuando exploré las diversas zonas de Mendoza encontré la uva Malbec y quienes me contrataron me dijeron que no era una buena uva. Eso me motivó y fui aún más curioso.
¿Se convirtió en un reto?
Los argentinos no confiaban en el Malbec. Estaban dejando de producir y la retiraban de sus viñedos. En ese momento, yo trabajaba con Nicolás Catena, y en su bodega lo producían con un estilo de garaje. Yo quería hacer un trabajo distinto, y así empezamos.
¿Sabe algo de los vinos peruanos?
Es muy poco lo que sé. No sé del clima, del suelo. Lo que sí he probado es el pisco.
¿El vino debe ser un producto masivo?
Voy a usar el ejemplo de los automóviles: un buen vino es como un Porsche o un Mercedes Benz es algo que no lo pueden tener todos . Entonces, hay vinos que son aspiracionales, a los que uno puede llegar gracias a su trabajo. La idea es que el vino al beberlo sea apreciado.
Voz autorizada. Paul Hobbs asesora a más de 30 bodegas de vinos en el mundo. En su paso por Lima, capacitó sommeliers y dueños de restaurantes.