Está llegando el tiempo en el que puede conversar con su casa. Tanto Echo, de Amazon, y Home, de Google, son software que convierten un simple edificio en un hogar inteligente.
El sistema es sencillo, a través de una serie de micrófonos, el aparato escucha las órdenes que le brinda desde, digamos, la comodidad de su sofá, interpreta el mensaje y ejecuta el mandato.
“Ok Google, quiero escuchar Stairway to heaven”, y el software, conectado al equipo de sonido, tocará la canción.
El rango de órdenes oscila desde reproducir una canción hasta proyectar películas, pasando por el encendido de luces o calibrar la temperatura de la casa. En resumen: las paredes hacen de mayordomo, consejero y hasta DJ.
La magia es un software que permite que las ondas de sonido sean interpretadas como palabras. Es decir, uno le habla a la casa, y el sistema identifica primero el verbo, y luego decodifica el mensaje para cumplir la orden.
El secreto, sin embargo, es que mientras la mayoría asume que las órdenes son procesadas dentro del mismo aparato, la realidad es distinta.
Las órdenes son recibidas por los micrófonos, sí, pero la información es enviada a los servidores de Google y Amazon para ser procesada y luego devuelta a la casa inteligente.
En pocas palabras, al oír la palabra clave (Ok Google, por ejemplo), el sistema se activa y comienza a registrar el sonido, para luego enviarlo a una base de datos.
Esa es la razón por la cual hace unos días, en Arkansas (EE.UU.), un juez consideró a Echo como testigo del asesinato de Victor Collins.
El juez le pidió a Amazon que le entregara la información almacenada en su servidor: las órdenes que había escuchado Echo y alguna otra grabación adicional si existiese.
Amazon se negó, y aclaró que solo almacena las órdenes que contienen la palabra clave.