The Economist: Sendero Luminoso y los esclavos del pasado

Luego del rescate de 39 esclavos, la mayoría niños, que estaban al servicio de Sendero Luminoso en el Vraem, The Economist recuerda que algunos peruanos aún siguen viviendo la pesadilla de la década de 1980.

Sendero Luminoso fue el más extraño y violento de los otrora numerosos grupos insurgentes de América Latina.
Sendero Luminoso fue el más extraño y violento de los otrora numerosos grupos insurgentes de América Latina.

Para los peruanos fue un recordatorio de una pesadilla lejana. El 27 de julio, miembros del ejército y la policía rescataron a 26 niños, diez mujeres y tres hombres de quienes dijeron que habían sido retenidos como esclavos por hasta 30 años por Sendero Luminoso, un grupo terrorista maoísta.

Los cautivos, algunos de los cuales pertenecen a la tribu Ashaninka amerindia, cultivaban comida para la guerrilla. Las autoridades dijeron que las mujeres habían sido violadas. Todos habían recibido adoctrinamiento político; algunos eran reacios a ser rescatados.

Sendero, como lo llaman los peruanos, fue el más extraño y violento de los otrora numerosos grupos insurgentes de América Latina. Su creador, Abimael Guzmán, un profesor de filosofía que apoyó el maoísmo de la Revolución Cultural China, lanzó una “guerra popular” contra el Estado peruano en 1980, mientras el país volvía a la democracia tras doce años de dictadura militar.

Sendero impuso un régimen de terror en las comunidades campesinas andinas, bombardeando y cometiendo asesinatos en las ciudades. La respuesta del ejército fue una “guerra sucia” en la que los civiles fueron víctimas. Un paciente trabajo policial llevó a la captura de Guzmán en 1992. Él está cumpliendo una sentencia de cadena perpetua. Una comisión de la verdad culpó a Sendero por la mayoría de las 69,000 muertes durante el conflicto sucedido entre 1980 y 2000.

Durante su captura, la mayoría de los seguidores de Guzmán hicieron caso a su llamado a poner fin a su lucha. Pero dos facciones continuaron activas en zonas de tráfico de drogas donde los Andes limitan con la selva amazónica. Una fue derrotada en el 2012. La otra –con tal vez 300 combatientes liderados por dos hermanos, Víctor y Jorge Quispe Palomino– está atrincherada en los Valles de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro, una zona conocida como VRAEM. Ahí fue donde se encontró la “granja de esclavos”.

El VRAEM, una zona montañosa y con pocas carreteras, produce casi la mitad de la cocaína del Perú. Algunos analistas sostienen que ahora no se distingue la diferencia entre las guerrillas y los traficantes de drogas. Pero la aparente granja de esclavos evidencia de que Sendero mantiene objetivos políticos. La policía dice que sabe de al menos dos granjas similares. Ollanta Humala, presidente del Perú, dijo el 28 de julio que “el tráfico de drogas ya no es un poder paralelo en el VRAEM” y que “más pronto que tarde”, el área será “pacificada”. Esto requerirá un esfuerzo coordinado para llevar los servicios estatales.

Perú ha cambiado radicalmente desde la captura de Abimael Guzmán. El ingreso per cápita se ha cuadruplicado. Humala se jacta de los logros de su gobierno en llevar a los Andes servicios de salud, educación y vías pavimentadas. Sendero no es más que una molestia. Pero unos pocos peruanos aún siguen viviendo la pesadilla de la década de 1980.

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