(Reuters).- El rey Juan Carlos I, el monarca que guió la transición de España hacia la democracia tras el franquismo y marcó una época con su estilo abierto y cercano, anunció hoy su abdicación en favor de su hijo Felipe de Borbón.
El monarca de 76 años, muy querido por los españoles durante la mayor parte de su reinado, ha sufrido un descenso de popularidad en los últimos años tras ser blanco de las críticas por una serie de escándalos relacionados con su vida privada y por la imputación por delitos relacionados con la corrupción de su hija Cristina y su yerno, Iñaki Urdangarin.
Juan Carlos I será recordado por su crucial intervención en la madrugada del 24 de febrero de 1981, cuando su condena del golpe de Estado que se estaba desarrollando en el Congreso de los Diputados supuso el inicio del fracaso de la sublevación de los militares contrarios a los rápidos cambios que se estaban produciendo en España tras la dictadura franquista.
“La Corona, símbolo de la permanencia y la unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”, dijo a la nación en el discurso televisado aquella noche.
Su defensa de la joven democracia lo ayudó a convertirse en uno de los reyes más populares de Europa y a tener en España una corriente de adeptos al “juancarlismo” a la que se sumaron incluso políticos republicanos que valoraban su estilo abierto y campechano.
Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey en noviembre de 1975, cuando habían pasado sólo dos días de la muerte del dictador Francisco Franco, iniciándose así la transición a una monarquía parlamentaria que ha logrado consolidarse con el paso de los años, pero sobre todo, a raíz del fallido golpe de Estado.
La monarquía ha contado en sus décadas de reinado con un trato amable por parte de los medios de comunicación que algunos historiadores consideraban necesario para proteger a la joven y frágil democracia.
Uno de los momentos de su reinado que pasaron a la historia fue la airada contestación del soberano al presidente venezolano, Hugo Chávez, en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile en 2007. El “¿por qué no te callas?” que le espetó al líder venezolano, saliéndose de su tradicional papel institucional, fue objeto de críticas y alabanzas.
La imputación del duque de Palma por el presunto desvío de fondos públicos a una fundación sin fines de lucro provocó críticas sin precedentes. En febrero de 2014, la infanta Cristina declaró como imputada por un presunto delito de fraude fiscal y lavado de dinero.
El Rey ha tratado de evitar que el escándalo, la primera imputación judicial de un miembro de la familia real, salpicara a la institución, apartando a los duques de Palma de los actos oficiales y afirmando que todos los españoles eran iguales ante la ley.
Los medios comenzaron a canalizar el malestar ciudadano hacia un monarca que veían lejano. Así, realizó una serie de gestos para reconducir la crisis, que incluyeron desglosar el presupuesto de la Casa Real, bajarse el sueldo como medida de ahorro, una mayor transparencia de la arcaica institución y la delegación de numerosas funciones en el heredero, el futuro Felipe VI.