(Bloomberg View).- Existen dos preguntas fundamentales en torno a las políticas migratorias recientemente promulgadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Primero, ¿está emprendiendo la administración una deportación masiva de inmigrantes indocumentados? Segundo, de ser así, ¿por qué?
Las órdenes ejecutivas de Trump sobre seguridad fronteriza e inmigración requieren deportaciones agresivas, que se han visto agilizadas por las definiciones cada vez menos estrictas de lo que constituye un comportamiento criminal y que hacen más fácil poner la etiqueta de “criminal” a casi cualquier inmigrante indocumentado.
La inmigración indocumentada es un asunto arriesgado. Desde los cruces fronterizos ilegales hasta las suplantaciones de identidad fraudulentas – como por ejemplo usar un número falso de la Seguridad Social– muchos inmigrantes indocumentados improvisan para sobrevivir.
En algún punto, la mayoría quebranta una ley, aunque haya sido conducir con una luz trasera rota. Bajo las nuevas órdenes ejecutivas de Trump, cualquier infracción de esta índole es motivo de deportación.
El 20 de febrero, el secretario del Departamento de Seguridad Nacional, John Kelly, emitió dos memorándums de implementación que exponen directrices y protocolos claros para las deportaciones masivas.
“Tenemos la encomienda de ejecutar fielmente la leyes de Estados Unidos y no dispensaremos del posible cumplimiento a clases o categorías de extranjeros removibles”, escribió.
Ciertamente, la única clase de inmigrantes indocumentados que está claramente eximida, por ahora, es la generación de los Dreamers (los soñadores), los menos de 800,000 inmigrantes que llegaron a Estados Unidos siendo niños y se registraron en el gobierno federal bajo el presidente Barack Obama.
Mientras Trump decide el destino de los Dreamers, los agentes de inmigración tienen la autorización explícita de buscar otros inmigrantes indocumentados donde sea que vivan, trabajen, viajen o se reúnan.
“El personal del departamento podría iniciar acciones de ejecución en contra de los extranjeros removibles encontrados durante el desempeño de sus obligaciones oficiales”, escribió Kelly.
Si no existen evidencias de siquiera un crimen menor, los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas pueden usar su propio juicio para determinar si un inmigrante es una amenaza para la seguridad pública y por lo tanto puede ser deportado. Además, el Departamento de Seguridad Nacional tiene la intención de reclutar fuerzas policiales locales para que ayuden con las deportaciones.
Los efectos de estos cambios sobre la ejecución de la ley prometen ser duros. De hecho, Sean Spicer, secretario de prensa de la Casa Blanca, dijo el martes que las nuevas políticas iban a “quitar los grilletes” al personal del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y a la Patrulla Fronteriza.
Así que tenemos una nueva política que promete identificar a millones de inmigrantes indocumentados como criminales. Tenemos memorándums del director del Departamento de Seguridad Nacional autorizando a los agentes a sacar a estos criminales.
Tenemos nuevas políticas para que la ejecución de la ley sea más agresiva y las deportaciones más rápidas. Y finalmente, tenemos una orden de Kelly “para contratar de manera inmediata a 10,000 agentes y oficiales, además de apoyo adicional operativo y para misiones y el personal legal necesario para contratar y respaldar sus actividades”.
Alrededor de 5,800 empleados del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas son Oficiales de Ejecución y Deportación. El incremento del personal, anunciado por Kelly, elevaría esa cifra a casi 16,000, con más personal dedicado a apoyar sus esfuerzos de deportación.
No hay muchas dudas acerca de lo que esto significa. Trump ha sentado las bases legales para las deportaciones masivas, y Kelly instruyó a su departamento para que las lleve a cabo. Además, busca una fuerza de deportación drásticamente mayor, cuyo propósito solo puede ser más deportaciones.
Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, dijo en enero en un ayuntamiento que “si les preocupa, ya saben, que venga alguna autoridad de deportación, que toque a su puerta este año, no se preocupen por eso”.
No todo el público se quedó tranquilo. Dado que Trump había prometido de manera explícita hacer sufrir a los inmigrantes indocumentados, presionaron a Ryan otra vez sobre el tema. “Todos creen que se está montando una fuerza de deportación”, respondió Ryan. “Eso no va a pasar”.
En la negativa de Ryan venía implícita la idea de que una fuerza dedicada a las deportaciones era tan inútil, era demasiado arbitraria, demasiado fea, demasiado bestial como para que cualquier líder estadounidense responsable la ponga en marcha. Eso fue el 12 de enero. Y aquí estamos.
El Congreso aún no ha liberado fondos adicionales para los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Pero incluso sin una fuerza más grande, todo está preparado para que las deportaciones procedan a un ritmo veloz, y los objetivos de estas serán arbitrarios.
El temor y la incertidumbre que generan las detenciones y deportaciones arbitrarias probablemente sumarán las altas cifras de “autodeportaciones” con las crecientes cifras de deportaciones forzadas.
La mayoría de los inmigrantes indocumentados ha vivido en Estados Unidos durante más de una década. Varios millones tienen hijos nacidos en Estados Unidos. Otros tienen cónyuges estadounidenses.
De acuerdo con el Instituto de Políticas Migratorias, alrededor del 87% de la población indocumentada no eran una prioridad para la deportación bajo las pautas del 2014 de la administración Obama.
Hoy hay menos inmigrantes indocumentados en Estados Unidos que cuando Obama fue elegido presidente en el 2008. México, históricamente la mayor fuente de inmigrantes indocumentados, se está haciendo más viejo y rico, y envía menos gente al extranjero en busca de trabajo.
El flujo de la inmigración ilegal se ha desacelerado de forma significativa. Como escribió mi colega Noah Smith, si alguna vez hubo una crisis migratoria en Estados Unidos, ya terminó.
Hay interrogantes legítimos acerca de los inmigrantes que utilizan pasos ilegales o que se quedan después de que sus visas expiran para ganar una ventaja relativa sobre otros que esperan en un sistema rezagado. De igual manera, bloquear la inmigración ilegal por completo es una meta imposible aunque comprensible.
Pero, ¿qué se obtiene al deportar a millones de inmigrantes establecidos que ya están adentro, de los que la mayoría están integrados en familias, comunidades y economías? (Independientemente de las relaciones, los trastornos a los mercados laborales y de viviendas son significativos). ¿Qué meta pública se logra con la deportación masiva?
Durante su campaña presidencial, Trump dijo que la cantidad de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos es mucho mayor que los alrededor de 11 millones mencionados por el gobierno estadounidense y por expertos en grupos de inmigración tanto liberales como conservadores. “Ahora escucho que son 30 millones, podrían ser 34 millones, lo que es un problema mucho mayor”, dijo.
Hizo énfasis repetidamente en los crímenes violentos cometidos por inmigrantes, e incluso abrió su campaña llamando “violadores” a los mexicanos.
Las falsedades y exageraciones de Trump siempre tienen un propósito, aunque sea tan solo la autoexaltación o el banal ajuste de cuentas. Él infla los números y los peligros asociados con los inmigrantes porque quiere que los estadounidenses teman a los inmigrantes que viven ahí, de la misma manera en que quiere que los estadounidenses teman a los refugiados musulmanes que buscan un lugar seguro. Mientras tanto, la supuesta veneración de Trump por “la ley y el orden” es ridículamente circunstancial.
La demagogia siempre causa temor. Pero como su variante local, el acoso también es aburrido y predecible. Trump siembra el temor y la división regularmente, porque se beneficia de dirigir la atención de sus simpatizantes hacia sus enemigos.
Puede que se beneficie de usar a los inmigrantes como chivos expiatorios, pero Estados Unidos no se beneficiará. Los negocios se verán perjudicados. Se perderá riqueza. El carácter de la nación será puesto a prueba, y probablemente será mancillado.
Es importante no perder de vista, mientras las deportaciones crecen en los meses venideros, a las familias y las vidas que serán destruidas. Es igual de importante recordar por qué: no por seguridad nacional, no en busca de la ley y el orden, no porque el público estadounidense lo exija, sino simplemente porque un presidente inseguro está desesperado por parecer “fuerte”, y los inmigrantes indocumentados son fáciles de amedrentar.
Por Francis Wilkinson.