Hugo Perea
Economista Jefe en BBVA Research
El Gobierno anunció hace unos días un conjunto de medidas para apuntalar el crecimiento económico. De acuerdo a lo que han adelantado las autoridades, las propuestas consideran cambios en el sistema tributario que reducirán los costos de transacción, disminución de los sobrecostos que enfrentan las empresas, simplificación de trámites para obtener permisos y licencias y, finalmente, impulso a la inversión en sectores importantes por su contribución al crecimiento y el empleo.
Dado lo que se conoce hasta ahora, la orientación general de las propuestas anunciadas nos parece positiva por dos razones.
En primer lugar, porque apuntan a fortalecer estructuralmente la producción de bienes y servicios mediante la reducción de los costos que enfrentan las empresas y la mejora del clima para hacer negocios. Como resultado, tendremos una economía más competitiva, lo que en los próximos años le dará un impulso sostenido a la tendencia de crecimiento del PBI y a la generación de empleo formal.
Desde luego, el impacto de estas propuestas se verá en el mediano plazo. No obstante, si estas son bien recibidas por el sector privado y contribuyen a fortalecer las expectativas empresariales y del consumidor, también podrían tener un efecto positivo en el corto plazo.
Pero para que las medidas tengan un efecto positivo sobre las expectativas de empresas y familias será importante que se aprueben rápidamente en el Congreso y que se implementen con celeridad.
Un segundo elemento a favor del tipo de medidas que se han anunciado es que no exacerban los desbalances macroeconómicos que actualmente exhibe la economía peruana.
Al respecto, cabe señalar que la inflación se ubica por encima del rango meta, y no sólo por choques de oferta sino también por presiones de demanda, y un elevado déficit externo que nos hace más vulnerables a las turbulencias en los mercados financieros internacionales.
En este contexto, estímulos agresivos por el lado de la demanda se ven seriamente limitados; de otro modo, recortes significativos en la tasa de referencia del Banco Central o un fuerte incremento del gasto público acentuarían los desequilibrios mencionados, y el ajuste necesario que vendría luego, sería eventualmente más severo.
Por el contrario, las propuestas anunciadas por el Ejecutivo van por el lado de la oferta de la economía, lo que tenderá a corregir estos desbalances.
Paradójicamente, la desaceleración de la economía ha generado un efecto positivo: un renovado ánimo reformador en la actual administración para dar impulso sostenido al crecimiento.
Las medidas anunciadas son positivas y mejoran las perspectivas que tenemos sobre la economía peruana para los siguientes años. Este factor se adiciona al empuje que vendrá por la maduración de los proyectos mineros en ejecución y la construcción de grandes obras de infraestructura.
Así, aunque este año seguramente tendremos un ligero bache en el crecimiento, todo apunta a que tendremos un mejor resultado en 2015 y 2016. Más allá, dependerá sólo de nosotros que retomemos una expansión sostenida más acelerada, para lo que se requiere que persistamos y seamos más agresivos en las reformas que ayuden a mejorar la productividad y competitividad de la economía, como la flexibilización del mercado laboral.