LIMA, LA TERRIBLE. La capital cumple 482 años de fundación convertida en una megalópolis de 9.4 millones de habitantes, desarticulada e incapaz de solucionar sus grandes problemas estructurales. Según la encuesta Pulso Perú, el principal problema es la delincuencia (94%), seguido de desorden en el transporte público (69%), corrupción (29%) y suciedad (28%). A esta lista hay que añadir la falta de infraestructura en rubros que hacen que una ciudad funcione, desde la vial hasta los espacios para la práctica de actividades físicas, pasando por la inadecuada dotación de servicios de salud, policiales y de bomberos y la gran sensación de que existen casos de corrupción en el municipio (85%).
El hecho de que la actual administración de la ciudad cuente con un plan de desarrollo urbano de largo plazo al cual no se puede acceder y que no se sabe si incluye la solución de todos estos problemas, es motivo para acrecentar nuestra preocupación por el futuro de la capital del Perú. Esa visión, ahora inexistente, tendrá que contemplar una reestructuración que elimine la actual fragmentación administrativa, pues Lima parece estar dividida en pequeños señoríos, reacios a coordinar entre ellos.
Esa redefinición también tendrá que alcanzar al Callao. Una muestra del mal diseñado proceso de descentralización es que la Provincia Constitucional cuenta con municipio y gobierno regional separados, mientras que Lima tiene una municipalidad metropolitana que ejerce las funciones de gobierno regional. Aparte, el Callao es administrado como si existiese un muro que lo aísla del resto de la ciudad.
Además de desarticulada, Lima es un conglomerado de poblaciones fragmentadas en lo económico, pero sobre todo en lo social, que siempre ha sido hostil con sus inmigrantes de “provincias” y no se reconoce como parte de un país multicultural.Para que esta tara comience a desaparecer, Lima necesita un liderazgo que articule el desarrollo urbano con la cohesión social. Lamentablemente, el actual alcalde, a pesar de ser provinciano, no parece estar interesado. Quizás tras constatar que, por primera vez, más personas desaprueban su gestión que las que la aprueban (51% versus 45%, según Pulso Perú), reconozca que su trabajo va más allá de reorganizar el transporte (a paso de procesión) y construir bypasses.