REFORMA EDUCATIVA. En su discurso por Fiestas Patrias, el presidente Ollanta Humala dio el importante anuncio de que la inversión en educación se incrementará en 0.5% del PBI a partir del próximo año -para el 2015 esto equivale a unos S/. 4,000 millones- hasta alcanzar la meta del 6% establecida en el Acuerdo Nacional.
Dados nuestros ampliamente conocidos déficits en materia educativa, esto debería ser una buena noticia. Y lo sería sin duda si los incrementos en los presupuestos resultan en mejores niveles de preparación para los estudiantes, que finalmente es -o por lo menos debería ser- el objetivo final de cualquier reforma educativa. Sin embargo, al parecer no hay cómo saber esto en el Perú.
Como admitió el ministro de Educación, Jaime Saavedra, en entrevista con Gestión, solo existen dos indicadores que miden la calidad educativa en el país. Uno de ellos, la prueba PISA, se realiza cada tres años; el otro, la evaluación censual, que mide la comprensión lectora y razonamiento matemático, se efectúa una vez al año, pero solamente incluye a los estudiantes de segundo de primaria.
Entonces, en otras palabras, en este país no solo no tenemos cómo medir cuanto avanzamos, sino que, prácticamente, ni siquiera sabemos con certeza dónde estamos parados (aunque, claro, eso no rebate la noción consensuada de que estamos realmente mal).
Como hemos explicado en numerosas ocasiones, los incrementos en los presupuestos solo tienen sentido si se traducen en mejores resultados. En caso contrario, los recursos están siendo usados ineficientemente y necesitan ser redirigidos de otra manera.
Por ello, los presupuestos deben estar amarrados a ciertas metas y objetivos preestablecidos. Pero, obviamente, nada de esto es posible si ni siquiera existen estándares de medición que nos permiten seguir el progreso de la calidad de nuestra educación pública.
De acuerdo al ministro, existe un plan para que la evaluación censual sea extendida a los alumnos de cuarto grado de primaria y a los de segundo de secundaria. Este esfuerzo no solo debe concretarse urgentemente, sino que debe profundizarse para realmente poder evaluar el éxito (o el fracaso) de esta reforma educativa.