EXTREMISMO EN EUROPA. De acuerdo al primer ministro francés, Manuel Valls, las últimas elecciones para el Parlamento Europeo realizadas a fines de mayo –las primeras tras la crisis- han sido “más que una advertencia; un terremoto”. Esto, en referencia a que, por primera vez en la historia de Francia, la extrema derecha encabezada por el partido Frente Nacional, ganó una elección a nivel nacional. Pero el reciente brote de una ideología extremista nacionalista xenofóbica no es exclusivamente francés. Valls añadió después que el momento no solo es grave para Francia sino para todo Europa. En Austria, Dinamarca y Croacia, por ejemplo, también triunfó la ultraderecha y en Inglaterra el Partido Independiente del Reino Unido (UKIP), de ideología afín, logró quebrar el sistema bipartidario británico tradicional, ubicándose tercero, muy de cerca de los históricos partidos laborista y conservador.
Finalmente, alrededor de un tercio de los escaños del Parlamento Europeo terminaron a manos de grupos denominados euroescépticos: aquellos que, ya sea por un sentimiento nacionalista o por discrepar con la unidad del mercado europeo, tienen la intención de revertir la Unión Europea.
Esta tendencia es una clara consecuencia ante el malestar económico y social que se ha esparcido por el viejo continente a partir de la crisis del 2008. Es el resultado de años de desempleo elevado, estancamiento económico y recortes del gasto público.
Sin embargo, es una tendencia sumamente peligrosa. Una que, además, ya es conocida. En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Europa estuvo sumida en una profunda crisis que se vio aún exacerbada por la Gran Depresión de 1929. A partir de ahí, comenzó una tendencia nacionalista, xenofóbica y antisemita que lentamente fue empujando a los europeos hacia lo que terminaría en la Segunda Guerra Mundial y uno de los exterminios mas crueles de la historia.
Hoy en día parece perentorio recordar este capitulo pues, como se dice, los pueblos que la olvidan, están condenados a repetirla.