(Bloomberg).- El Hidden Villa Apartaments, un complejo de 61 unidades en Beaverton, Oregon, es el tipo de propiedad que a los inversores les encanta y los activistas de la vivienda accesible ignoran.
Construido en 1968, fue adquirido recientemente por un promotor de otra ciudad que planea sacar el alfombrado viejo y poner electrodomésticos de acero inoxidable. La idea es atraer a los trabajadores más adinerados que acuden en masa por empleos en la industria del conocimiento al área metropolitana de Portland, Oregon, y cobrar alquileres más caros.
Ya se vendieron 61 apartamentos baratos, quedan 5.6 millones.
Ese es el número de unidades económicas a tasas del mercado en Estados Unidos, según un nuevo recuento de CoStar Group, empresa de datos y analítica inmobiliaria. Además, también es la cifra aproximada de unidades de vivienda accesible con subsidios públicos.
Activistas y autoridades políticas han invertido tiempo y dinero en mantener la disponibilidad de unidades subsidiadas a alquileres inferiores a los del mercado, mientras que se les da mucha menos atención a las viviendas accesibles “que ocurren naturalmente”, como denominan a veces los especialistas a propiedades como Hidden Villa.
Sin embargo, hay menos obstáculos para los promotores que buscan convertir apartamentos sin subsidios en exclusivos, y que quedan fuera del alcance de los inquilinos pobres.
“Realmente es un punto ciego de la política de vivienda accesible a nivel local, estatal y federal”, dijo Stockton Williams, director ejecutivo de Terwilliger Center for Housing, de Urban Land Institute. “Las variables económicas no funcionan para que el sector privado construya este tipo de viviendas, por lo tanto con el tiempo quedarán menos, salvo si se compra y preserva lo que ya se construyó”.
Si no bien no están subsidiadas por el Gobierno, estas unidades siguen siendo accesibles para los inquilinos de clase trabajadora por el momento, el lugar y la forma en la que las construyeron. Normalmente, se trata de unidades más antiguas con terminaciones baratas. La ubicación varía, aunque edificios de apartamentos baratos en sitios centrales con buen acceso al tránsito suelen atraer a inversores especializados en arreglar unidades más antiguas y encarecer los alquileres.
Lo que la mayoría de estos apartamentos baratos tiene en común es que son viejos. Por lo general, los promotores dirigen los proyectos nuevos a la cima del mercado; conforme llegan al mercado unidades nuevas, se abaratan los apartamentos más viejos.
Cerca de 3 millones de las unidades identificadas por CoStar como de ocurrencia natural se construyeron en las décadas de 1960 y 1970. Ello es normal, ya que en esas dos décadas Estados Unidos construyó 11 millones de unidades multifamiliares. En los últimos 20 años, se construyeron solamente 6 millones.
Pero la antigüedad de los apartamentos baratos a tasas de mercado es una espada de doble filo para los inquilinos pobres. Los dueños de apartamentos viejos que no pueden exigir alquileres caros no tienen muchos incentivos para realizar mejoras, lo que crea un inventario de inmuebles que se vuelven menos habitables con el tiempo. Por otro lado, las unidades de apartamentos baratas en vecindarios que están mejorando pueden resultar atractivas para inversores que agregan valor, hacen reparaciones y encarecen los alquileres.
“Tendremos que descubrir cómo construir más viviendas, ya sean casas unifamiliares o edificios de apartamentos”, dijo Hans Nordby, director administrativo de CoStar Portfolio Strategy. “Si no, corremos el riesgo de reducir la oferta social solamente para los ricos y para los que les preparan el almuerzo”.