(Bloomberg Gadfly).- Es curioso que el fan número uno del Brexit en Estados Unidos, Donald Trump, sea un magnate inmobiliario. Desde el referéndum, las acciones del sector inmobiliario presentan los peores desempeños en el índice MSCI UK.
Aunque la economía aguanta y no hay señales de ventas por pánico, el miedo a una depresión en el futuro y a que los puestos de trabajo de finanzas abandonen Londres hizo que los bancos se replegaran, que cayeran los valores de la tierra y que se reevaluaran proyectos.
Sin embargo, inversores inmobiliarios como British Land Co. Plc y Land Securities Group Plc han mostrado bastante resistencia en la operación. Sus últimos resultados semestrales muestran que el valor de sus carteras disminuyó en un moderado 2 a 3 por ciento y aumentaron los ingresos por alquileres.
Solo que en realidad el Brexit todavía no sucede. Esas empresas también son dueñas de shoppings y tiendas expuestos al consumidor británico, que sigue gastando. Los británicos están bastante optimistas respecto a sus finanzas personales y están gastando las sumas más altas desde 2013 en alimentos, según KPMG. La lista de inquilinos de Nova, un proyecto de Land Securities en Londres, que incluye a Bone Daddies y el Riding House Cafe, parece una guía de abrevaderos para millennials.
Pero el año que viene no pinta tan sabroso. Se proyecta una disparada de la inflación, lo que presionará a los compradores. Las expectativas de que la economía se desacelere y aumente el desempleo no serán de ayuda. Cierto es que los propietarios tienen formas de reaccionar. Pueden vender activos con desempeño inferior al promedio y concentrarse en tiendas populares. Pero eso no resultará sencillo en una época en la que a las ventas de ropa no les está yendo tan bien: sólo Marks & Spencer planea cerrar 60 tiendas a pesar de abrir más lugares para comer.
Es difícil pronosticar que los banqueros británicos serán de gran ayuda. El proceso del Brexit se acerca al fin de su etapa “falsa”. Un fallo reciente del Alto Tribunal de que el Parlamento debía pronunciarse elevó las acciones inmobiliarias británicas. Pero es poco probable que eso frustre el proceso.
Mientras tanto, la perspectiva de que Estados Unidos dé marcha atrás con regulaciones financieras —gracias a Trump— podría tentar a la gente a mudarse de Londres a Nueva York (la verdadera amenaza para la preeminencia de la City).
Además de la posibilidad de que Google y Apple Inc. sigan construyendo imperios en el Reino Unido, la única cosa que podría animar al mercado de oficinas es que Theresa May siga el consejo de Deloitte y contrate a 30.000 empleados públicos para administrar el Brexit.
Es cierto, los inversores ya contabilizaron en los precios gran parte de las malas noticias. Las acciones de British Land y Land Securities operan con valuaciones inferiores al promedio de los mercados accionarios, lo que implica una caída de dos dígitos en los valores de las propiedades. Si todas esas predicciones funestas no se hacen realidad, ese descuento podría reducirse. Esas empresas recortaron deudas y mantuvieron cierto poder de gasto. Esto no es una repetición de 2008.
Pero es difícil sacarse de encima la impresión de que los valores de los inmuebles seguirán cayendo, dada la incertidumbre sobre la demanda, la recepción de inquilinos y la salud de la economía británica en el futuro. Un crecimiento sostenido en los rendimientos de los bonos —desde niveles que, según se admite, son ultrabajos— crearía más competencia para los inmuebles como activo que actúa de refugio seguro.
El apoyo del Gobierno o un estímulo fiscal podrían limitar los daños, pero incluso una pequeña pérdida de valor en una cartera de 15,000 millones de libras esterlinas puede eliminar las ganancias obtenidas con medio año de alquileres. Estamos lejos de un colapso. Pero nadie está dispuesto a decir que seguirán los buenos tiempos. Alguna vez Donald Trump dijo que los inmuebles son “tangibles, sólidos, hermosos”. El Brexit no es nada de eso.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.