La industria automotriz alemana, bajo sospecha de haber formado un cártel durante décadas, podría encontrarse frente a un nuevo escándalo extremadamente costoso para sus finanzas y su imagen, luego del relativo a los motores diésel.
Bajo sospecha de colusión durante décadas, los constructores enfrentarían un nuevo escándalo extremadamente costoso para sus finanzas e imagen, tras los perjuicios del “dieselgate”.
Si las informaciones de la revista Der Spiegel se confirman, el trucaje de once millones de vehículos diésel del grupo Volkswagen, destapado en 2015, podría parecer algo nimio: los grandes constructores del país (Volkswagen, Audi, Porsche, BMW y Daimler) habrían mantenido desde los años 1990 reuniones secretas para acordar aspectos técnicos de sus vehículos, en perjuicio de los consumidores.
Volkswagen habría hecho “una especie de autodenuncia” a las autoridades anticártel en julio de 2016, al igual que Daimler, seguramente con la esperanza de obtener algo de clemencia de parte de los gendarmes de la competencia, puesto que las multas por pactos pueden ser enormes.
Daimler sufrió una amarga experiencia en el verano (boreal) pasado, cuando la Comisión europea le imposo una multa de 1.000 millones de euros por acordar los precios de sus camiones junto a otros tres fabricantes eurpeos.
La multa de Bruselas o de la Oficina anticártel alemana puede llegar al 10% de la facturación de cada empresa. En este caso podría rondar los 50.000 millones de euros, según los ingresos del sector en 2016. A ello se añadirían las denuncias de los clientes, que no se harían esperar.
Klaus Müller, responsable de la federación alemana de asociaciones de consumidores, advirtió en el diario Süddeutsche Zeitung que miles de automovilistas podrían querellarse “por haber posiblemente pagado precios demasiado altos” por sus vehículos.
Aún sin investigación
Elucidar la eventual colusión puede llevar mucho tiempo. Por ahora, no hay ninguna investigación oficial al respecto. Bruselas y la Oficina anticártel alemana indicaron “haber recibido informaciones”, que “están siendo examinadas por la Comisión”, indicó el sábado el ejecutivo europeo.
Volkswagen, cuyo Consejo de vigilancia tendrá una reunión excepcional el miércoles, no ha dicho aún nada. Daimler se limitó a indicar que aplica su programa interno de respeto al derecho de la competencia.
BMW negó el domingo cualquier acuerdo con sus competidores respecto a las emisiones de su vehículos diésel y afirmó que no manipuló ninguno de sus modelos. Según Der Spiegel, el cártel automotriz está en parte vinculado a las emisiones contaminantes.
Las marcas se habrían reunido varias veces para determinar el tamaño de los depósitos de AdBlue, un aditivo que permite reducir las emisiones contaminantes de óxido de nitrógeno, según el semanario. Al ser los grandes depósitos más caros habrían optado por otros más pequeños, cuyo contenido de líquido no sería suficiente para eliminar estas emisiones.
Gigantesca estafa
“Si esto se revela cierto, costará decenas de miles de millones de euros al conjunto de constructores concernidos…”, indicó a la AFP Frank Schwope, experto del banco alemán Nord/LB.
Un temor compartido por los inversores en la Bolsa de Fráncfort, donde las acciones de los constructores cayeron tras las revelaciones del viernes. Hacia las 09H55 GMT, Volkswagen perdía 2,90%, a 133,75 euros; Daimler 3,58%, a 60,34 euros, y BMW 2,59%, a 79,09 euros.
Más allá del costo potencial, “mantener transacciones secretas, con el escándalo del diésel como trasfondo, es también una absoluta catástrofe para la credibilidad de la industria automotriz alemana”, advierte Stefan Bratzel, director del Center of Automotive Management (CAM).
Con las legislativas en setiembre, seguramente el gobierno va a levantar el tono a este respecto.
Un allegado a Angela Merkel, el diputado conservador Volker Kauder, llamó este lunes a “hacer tabla rasa” con esto. “Se deben decir las cosas claramente: el derecho y la justicia valen también para la industria automóvil”, insistió.
Si esto es exacto, “sería una gigantesca estafa sobre los clientes y proveedores, e incluso a medianas empresas”, advirtió el rival socialdemócrata de la canciller, Martin Schulz.