Seguir la tendencia de los profesionales ‘multitarea’ y llevar ésta práctica a su máxima expresión puede tornarse perjudicial. La pretensión de efectuar demasiadas cosas conlleva a que éstas se queden a medias, lo que puede incluir la no ejecución de las tareas más urgentes.
Según explica el portal Expansión en un artículo, la clave está en priorizar lo que se debe hacer, esto es, establecer un orden desde la tarea más a la menos importante, para así brindarle el tiempo y la dedicación necesaria a cada una.
Acto seguido, es vital establecer fechas límite para culminar eficazmente cada fase de un determinado proyecto. El objetivo es que los plazos conviertan las intenciones en compromisos firmes, pues los buenos propósitos conllevan a nada concreto.
Pablo Maella, socio director de Maella & Partners, comentó al referido medio que aprender a trabajar de manera más organizada es posible, independientemente de que la persona sea metódica y sistemática o de tipo más espontáneo e improvisador.
La ventaja de establecer plazos y fechas límite es que incrementa nuestros hábitos de consecución de objetivos y finalización de trabajos.
“Nos ayuda a trabajar de forma que se empiecen y terminen las tareas. Y lo que es más importante, además de mejorar nuestra propia eficiencia, también lo hace la comunicación con otras personas añadiendo concreción y eliminando ambigüedad en los mensajes”, puntualizó el socio de Incrementis, David Comí.
¿Cómo funciona esto? Sustituir “en cuanto revise el informe te llamo” por un “mañana veo el documento y te llamo a las 4:30 p.m.”. La claridad del mensaje evita que el colaborador interrumpa el trabajo del otro constantemente, al no saber -por ejemplo- en qué momento revisará el informe.
Por último, es fundamental saber decir “no”, hacerle comprender a la otra persona que -quizá- ya se tiene suficiente trabajo pendiente. En caso de aceptar una tarea adicional, lo ideal es especificar cuándo estará lista.