Por Susana Llosa
En una reunión con amigos, Mauricio comentaba que había empezado un proyecto de renovación de mandos incorporando a seis jóvenes talentosos para asegurar la sucesión en su empresa. Ellos reforzarían las gerencias donde había líderes promedio, absorberían todo el conocimiento y, en uno o dos años, estarían listos.
Así, la organización no sufriría el vacío del cambio de gerentes. Un consultor escuchaba el plan sin decir palabra. Tenía muchas preguntas en su mente, pero no era el momento ni el lugar para hacer comentarios.
Pasaron algunos meses y los amigos se volvieron a encontrar. El consultor le preguntó a Mauricio cómo le iba con su equipo de jóvenes promesas.
-¡Ni me hables de eso! -respondió-. Los jóvenes fueron ingratos y no valoraron la oportunidad. La organización tampoco los aceptó bien: los gerentes no les facilitaron la adaptación y hubo muchos celos. El programa me salió caro y no tuvo ningún resultado. De los seis, no queda ninguno y el clima laboral está muy tenso. Quería pedirte tu consejo.
-Mañana te invito un té de frutos del huerto que yo mismo siembro -le contestó el consultor.
Mauricio lo visitó al día siguiente. Lo encontró con las manos metidas en la tierra, sembrando y trasplantando.
-Estos son mis almácigos -le contó el consultor-. Aquí siembro semillas seleccionadas y, con mucha paciencia, espero que crezcan, graduándoles la luz y el agua hasta que estén más fuertes. Después, bajo la bandeja de los almácigos al jardín para que se vayan aclimatando y recién, con mucho cuidado, hago un pequeño hueco y los acomodo junto a otros que, como ya están fuertes, pueden resistir sin tanto cuidado.
-Se me está acabando el tiempo con esta clase de jardinería y no me has invitado el té ni aconsejado con mis problemas -le dijo Mauricio-. ¿No era perfecto mi plan?
El consultor comenzó a explicarle lo que pensó cuando escuchó del plan por primera vez:
-¿Qué buscan los jóvenes talentosos? Retos y oportunidades de seguir creciendo, aprendiendo y desarrollándose. Para eso, necesitan líderes exigentes, de quienes puedan aprender y que, al mismo tiempo, les den oportunidades de tener exposición en la empresa. Quieren sentir que su trabajo es apreciado y útil. Pero tú no los pusiste con esos líderes, sino con jefes que se sentían amenazados.
-¿Pero, si me sugieres que los ponga a cargo de los mejores líderes, cómo reemplazaré a los jefes mediocres? -preguntó Mauricio.
-Estos jóvenes son tus almácigos: cuídalos poniéndolos a cargo de un buen jardinero que les dé atención y los ayude a superarse. Cuando estén fuertes, puedes hacer su trasplante al área que lo requiera. Son hábiles y aprenderán lo que haga falta. Pero nunca pongas a un gran talento y futura promesa debajo de un líder que es un bloqueador de su carrera y desarrollo.
El clima laboral también se enriquece cuando se carga de energía y de juventud. A veces, es mejor tener algunas áreas que concentren todo el talento de la empresa. Estas serán los semilleros para poblar plantas fuertes en el resto de la organización cuando la oportunidad se presente.