Las habilidades de los futbolistas en el campo no difieren tanto de las que tienes que desarrollar en tu trabajo diario, un partido en el que las capacidades individuales y las del equipo deben ir de la mano.
¿Quién se atreve a poner en duda la habilidad técnica y el disparo a puerta de Pelé? La pericia de una de las leyendas del fútbol mundial, puede o no ser idéntica a la de dos de los protagonistas de este fin de semana: Ronaldo y Torres.
Ambos son los jugadores estrella de los equipos de la final de la Champions League 2016. El Atlético de Madrid y el Real Madrid son los equipos que se disputan la copa en un partido en el que además participan otros jugadores, entrenadores y equipo técnico, un staff que tiene cierto paralelismo con el de los trabajadores y los departamentos de una compañía al uso. La competencia, el entorno, la consecución de objetivos, la planificación estratégica… son algunos de los puntos en común del fútbol y la empresa.
¿Y los jugadores? ¿En qué te pareces a Ronaldo o a Torres? Incluso con Messi, otro de los grandes futbolistas, puedes llegar a tener algún punto en común. Por supuesto, tendríamos que pasar por alto sueldos millonarios y otras prebendas asociadas al deporte como las que proceden de la publicidad, pero si analizamos las habilidades, capacidades y destrezas que tienen que poner en marcha dentro y fuera del campo, las cosas no son tan diferentes.
Javier Fuentes Merino, CEO de Grupo Venta Proactiva, señala uno de ellos: “Un profesional y un jugador trabajan poco la estrategia, son parte de un equipo que se configura estratégicamente por parte del entrenador y del jefe”.
Este sería el principio de un encuentro en el que habrá vencedores y vencidos, promocionados y estancados, goleadores y defensas, y un portero capaz de parar los tiros a puerta. Porque, al contrario que Merino, Gonzalo Martínez de Miguel, director de Infova, asegura que “igual que un futbolista que juega en un equipo, un profesional tiene que entender la estrategia del grupo, qué se espera de él en el equipo. Cada momento exige un tipo de comportamiento diferente de los profesionales”.
En el campo y en la empresa, existen jugadores, entrenadores, equipo técnico y banquillo. Merino recurre a la jerga del comercial cuando explica que “un gol es al fútbol como la venta es a la empresa”. Y, si seguimos jugando con el lenguaje de uno de los deportes más populares del planeta y lo aplicamos al mundo empresarial no te será fácil identificar tiros a puerta, goles en propia meta o paradones en toda regla. Todo ello sin desmerecer el poder educativo de deporte en cuanto a valores del esfuerzo, la tenacidad, a ganar y a perder, a jugar en equipo, a ser estratégico, la disciplina, la importancia de respetar las reglas… Comprueba qué destrezas comparten futbolistas y profesionales en su trabajo diario.
Estrategia.
Un equipo de fútbol en una liga sabe quiénes son sus competidores, y tiene unos objetivos para la temporada. En la empresa sucede lo mismo: tienes que conocer los competidores a los que te enfrentas, qué fortalezas posees para hacerles frente y cómo puedes neutralizar tus déficit. Formación continua y entrenamiento son la clave. Sin embargo, la estrategia puede ser o no una virtud personal. Por ejemplo, en el caso de los futbolistas, sólo aquellos que ha sido buenos estrategas en el juego se han convertido en buenos entrenadores. Zidane, Guardiola o Simeone son algunos de los que integran esta lista, en la que no suelen aparecer los figuras.
Toma de decisiones.
Los futbolistas toman muchas decisiones a lo largo de un partido: subir al ataque o quedarse atrás, hacer un pase por dentro, abrir el juego a las bandas, arriesgar la falta o retirar la pierna. Los profesionales tienen que hacer esto, sus decisiones son más complejas pero, a diferencia de Torres o Ronaldo en una final, disponen de más tiempo. Se habla de la inteligencia de algunos jugadores para tomar la decisión correcta en el momento justo; algunos, como los ejecutivos, poseen una capacidad especial para hacer un pase y tirar a puerta.
Trabajo en equipo.
Es más importante en el fútbol que en la empresa, pero fundamental. Las individualidades resuelven momentos concretos que pueden ser difíciles, pero no ganan torneos. En las organizaciones hay que tener buenas individualidades pero, sin equipo, no suele haber resultados continuos. Tenemos casos como el de Mario Balotelli, delantero del Milan: la capacidad física, individual y técnica no termina de dar sus frutos en un juego que, sobre todo, es de equipo. De hecho, los clubes no suelen quedarse con las grandes figuras, sino con aquellos que, en la sombra, permiten la cohesión de los equipos.
Negociación.
Los jugadores negocian a diario con sus entrenadores y compañeros aspectos cotidianos. No se trata tanto de negociar como de influir, persuadir a otros sobre la bondad de su planteamiento o el acierto de su punto de vista, unas habilidades que comparten con los profesionales. Al contrario que en el campo, en la empresa la mejor negociación es aquella en la que todos ganamos, donde la transparencia y la comunicación son los pilares que darán firmeza al resultado.
Retribución.
Un futbolista tiene mucho en fijo y poco en variable -de ahí el fracaso en algunos fichajes millonarios-, mientras que en la empresa es la retribución por cumplimiento de objetivos lo que engorda la nómina. También es cierto que la vida laboral de un profesional es más larga que la de un futbolista. Eso es lo que hace que tengan una visión mucho más cortoplacista. La parte más interesante es cómo gestionan unos y otros su patrimonio: los ejecutivos o los directivos suelen tener más formación para asuntos económicos.
Entrenamiento.
El éxito deportivo y profesional depende del entrenamiento, la preparación y la planificación. Los partidos se ganan mucho antes de jugarse, y una carrera brillante también se crea desde la planificación, la preparación, la reflexión y el aprendizaje. Puedes ser muy bueno, pero sin entrenamiento continuo las cosas no irán bien, aunque en el campo siempre hay excepciones como la de Romario.
Motivación.
El dinero o favorecer la conciliación laboral son algunas de las palancas para motivar a los profesionales. No sucede lo mismo con los futbolistas de élite. Todos ellos tienen cubiertas sus necesidades, por lo que los entrenadores y presidentes tienen que recurrir a la parte emocional. Los encuentros y desencuentros entre Florentino Pérez y Ronaldo ya son habituales.
Entrenador/coach.
Los entrenadores son un ejemplo recurrente cuando se habla de coaching. Pero el papel de Zidane o Simeone difiere mucho del que desempeña un coach ejecutivo. A diferencia de este último, un entrenador te dice lo que tienes que hacer, es un directivo, no una persona que a través del diálogo te ayuda a que tú descubras tu potencial. El entrenador toma decisiones, el coach acompaña el proceso de reflexión y la toma de decisiones del coachee. Y, resulta complicado imaginar un coach similar a Simeone o Burgos, expertos en hacer de poli bueno y poli malo cuando lo requiere la ocasión.
Las estrellas.
Gestionar una entente cordiale con las prima donna que adornan los equipos es la decisión más acertada para que la fama de uno no ensombrezca un excelente trabajo en equipo. Las grandes estrellas suelen ser las que más entrenan y se cuidan, las más ambiciosas y también las más exigentes. Sólo desde ese lugar llegas a ser el mejor en un entorno muy competitivo. A veces, además, les pedimos que sean perfectos, y se nos olvida que son extraordinariamente humanos. En el caso de los futbolistas, a veces cometen errores ajenos al juego, del mismo modo que muchos grandes directivos tampoco aguantan un análisis tan de cerca.
Los 11 titulares en el campo de juego y en la empresa.
Como en cualquier equipo deportivo, los dorsales que lucen futbolistas y profesionales son los mismos. Estos son los que salpicarían la alineación perfecta en ambos casos.
Yo. Si la ocasión lo requiere, el protagonismo está justificado.
Entorno. La afición en un campo de fútbol o un buen ambiente laboral son el motor de cualquier equipo.
Formación. El entrenamiento resulta básico, tanto para ser mejor en cualquier posición como para crecer.
Equipo. ‘Todos para uno y uno para todos’. Sólo los equipos bien cohesionados consiguen el mejor rendimiento.
Liderazgo. Un director de orquesta, un entrenador, un jefe, un capitán… los equipos necesitan un líder que les guíe, en los triunfos y también en las derrotas.
Empatía. Percibir y anticipar qué puede sentir el otro en un contexto determinado acelera la cohesión y potencia la comunicación, claves para avanzar.
Emprendimiento. La creatividad y la innovación son la adrenalina de los emprendedores, y el mejor acelerador para ser el revulsivo en situaciones límite.
Empeño. Tenacidad, empeño y disposición para trabajar por un objetivo común.
Diversidad. La diferencia es la fuente de la creatividad. La diversidad en todas su vertientes -género, edad, religión, social…- enriquece los equipos y los hace más fuertes. En el fútbol y en la empresa la combinación de distintas técnicas y opiniones enriquece el resultado y aumenta la competitividad.
Adaptación. Nuevos retos, competidores y un entorno en plena transformación son los detonantes de una adaptación necesaria, tanto en el campo de juego como en la empresa.
Comunicación. Todos los dorsales pierden sentido si la información no fluye de manera natural. A veces el orden y el rigor no son los mejores cauces y se necesita cierta dosis de anarquía para que afloren puntos de vista que pueden dar con la solución.
Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)