The Economist: Más luces rojas que verdes

¿Es oportuno que la Reserva Federal decida elevar su tasa de interés esta semana?

Cuando las señales de la economía indican rojo, ámbar y verde, al mismo tiempo, los bancos centrales tienen que continuar conduc
Cuando las señales de la economía indican rojo, ámbar y verde, al mismo tiempo, los bancos centrales tienen que continuar conduc

Cuando los modelos económicos se desajustan, los académicos pueden corregirlos. Pero cuando las señales de la economía indican rojo, ámbar y verde, al mismo tiempo, los bancos centrales no tienen otra alternativa que continuar conduciéndola. El Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) se reunirá mañana y el jueves, y existe la posibilidad de que incremente sus tasas de interés, por primera vez desde el 2006.

Las consecuencias de tal decisión están cubiertas de incertidumbre debido al extraño comportamiento que ha mostrado la economía estadounidense desde la crisis financiera. Antes de esa debacle, los modelos económicos decían que, cuando las expectativas inflacionarias estaban ancladas, los bancos centrales podían enfocarse en el mercado laboral: un desempleo elevado permitiría a las empresas contratar a bajo costo, con lo cual mantendrían moderados los precios de sus productos o servicios. Y viceversa. La tarea era mantener la situación en equilibrio.

Pasados seis años desde que tocó fondo, la economía estadounidense ha desafiado la teoría. A fines del 2009, el desempleo llegó a 10% y los precios no se contrajeron. Lo contrario está sucediendo hoy: el desempleo ha caído a 5.1% y la inflación anualizada está en 0.3% (la meta es 2%). La Fed está buscando cómo resolver este rompecabezas.

Pero está retrasada, pues estima que toma 18 meses para que los cambios en las tasas de interés completen su impacto y, además, que muchas de las causas de la baja inflación habrán desaparecido para inicios del 2017. Por ejemplo, si las cotizaciones del petróleo y el dólar se mantienen a su nivel actual, los precios deberán comenzar a elevarse.

El débil crecimiento de los salarios sugiere que todavía existe mucha mano de obra disponible. El subempleo, que incluye a trabajadores a medio tiempo pero que quieren un empleo a tiempo completo y a los desempleados por propia voluntad que podrían sentirse tentados a retornar a la fuerza laboral, se ubica algo por encima de 10%, más arriba que antes de la crisis. Es probable que esta tasa caiga antes que los salarios comiencen a subir.

La Fed podría estar subestimando cuánto puede caer el desempleo sin estimular la inflación. Andrew Figura y David Ratner, investigadores de la entidad, indican que la participación del trabajo en el PBI cayó de 70% en el periodo 1947-2001 a 63% en el periodo 2010-14. Si esto refleja una debilitación del poder de negociación de los trabajadores —un resultado de la globalización y de la caída de la membresía en los sindicatos—, podría ser que también se ha reducido la llamada “tasa natural” de desempleo.

Otro posible motivo del lento crecimiento de las remuneraciones es que durante la recesión el salario por hora nunca se redujo, en términos nominales, pese al aumento del desempleo. Pero a la larga, esta situación llegará a su fin, con lo que reemergerá el vínculo entre la inflación y el desempleo.

Si los críticos de la Fed ganan la partida, su intención no sería revertir la tendencia del mercado laboral, apunta Jon Faust, antiguo asesor de la Fed. Si las tasas de interés continúan bajas, un pequeño incremento haría que el desempleo siga cayendo, aunque a una tasa más lenta. La economía es un gran barco con un enorme radio de giro; y la Fed no quiere verse obligada a cambiar el rumbo de manera abrupta.

Las expectativas inflacionarias parecen lo suficientemente ancladas. En una reciente exposición, el vicepresidente de la Fed, Stanley Fischer, enfatizó que según las encuestas, las expectativas de la inflación a largo plazo llevan años casi sin variar. Sin embargo, las mediciones para los próximos cinco años —que se calculan comparando los rendimientos de los bonos indexados a la inflación y los que no lo están—, han caído recientemente hasta 1.2%. Incluso las proyecciones de la Fed muestran que recién en el 2017 la inflación retornará al rango 1.9%-2%.

La situación de los mercados financieros complica aún más las cosas. Los críticos de la Fed tienen tiempo preocupados pues sostienen que las bajas tasas de interés alimentan burbujas en los precios de los activos, al hacer que los inversionistas busquen alternativas riesgosas. Es probable que la Fed esté más alerta ante este riesgo ahora que el desempleo se ha reducido tanto.

No obstante, los mercados también brindan motivos para mantener la cautela. El índice S&P 500 ha decrecido 8% en un mes. Si bien las caídas bursátiles no deberían dañar la economía —la inversión está concentrada en millonarios que tienen menos probabilidad de frenar sus gastos—, la turbulencia ha elevado las tasas de interés haciendo más difícil que las empresas financien sus inversiones.

Un índice de Goldman Sachs sobre condiciones financieras que ha estado aumentando lentamente desde mediados del 2014, dio un salto en agosto. El efecto combinado es el mayor ajuste observado desde el 2008, todo sin que la Fed haya movido sus tasas.

Por tanto, una medida de ese tipo causaría una gran reacción del mercado, porque no es esperada del todo: los mercados solo le otorgan un tercio de probabilidad. Si la Fed decide mantenerlas, tendrá tiempo para preparar el terreno para un alza más predecible en diciembre. En los últimos años, nadie ha perdido dinero apostando por una demora, pero el pasado no es una guía para el futuro.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2015

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