Uno de los principales objetivos en materia de salud es atacar dos grandes males que golpean en especial a los niños entre cero y cinco años: la desnutrición crónica y la anemia, que afectan el desarrollo normal de los niños y, a la larga, su productividad e ingresos a la hora de insertarse al mercado laboral.
Aun con los ingentes recursos que este Gobierno ha destinado para salud e inclusión social, la incidencia de la desnutrición crónica infantil se ha mantenido estancada durante el 2015.
Según la Encuesta Demográfica y Salud Familiar (Endes) 2015, publicada por el INEI, el año pasado 14.4% de los niños sufría de este mal. Esto es un freno respecto al resultado de 14.6% visto en el 2014 (ver gráfico).
Lo más preocupante es que, a nivel de zonas urbanas, la desnutrición crónica ha subido casi un punto porcentual: desde 8.3% hasta 9.1%.
En el área rural, sin embargo, sí cayó hasta 27.7%. Entre las regiones donde hay más incidencia resalta Huancavelica.
Le siguen Cajamarca, Ucayali y Huánuco con 24%. Tacna y Moquegua lideran el ranking de menor incidencia, con 2.6% y 3.5%.
Anemia
Aun cuando las cifras de desnutrición muestran malas noticias, hay un indicador positivo sobre el otro gran mal: la anemia. Luego de tres años al alza, en el 2015 finalmente se redujo su incidencia en niños entre cero y cinco años. Así, cayó desde 35.6% hasta 32.6%.
La reducción fue más marcada en áreas rurales, donde la proporción pasó de 44.4% a 39.7%. En zonas urbanas bajó un punto, hasta 29.8%.
Lo preocupante de esto está en la brecha entre regiones. En Puno, la incidencia de la anemia llegó hasta un 62%. En ocho regiones del país supera el 40% de niños afectados.
La menor incidencia de anemia está en Lambayeque y La Libertad, con 23.7% y 24.7%, ratios que aún siguen siendo elevados.