Por Stefano De Marzo
No solo el precio de los metales puede ser determinante para el futuro de la minería. Cuestiones como la escasez de agua o el déficit de energía podrían ser igual de perjudiciales para el éxito de los proyectos. Un estudio de Perú Top Publications –”Proyectos y Prospectos Mineros en el Perú 2013-2016”– señalaba que en ese período no habrá suficiente abastecimiento de energía para las minas que entren en producción.
En contraposición a lo previsto por el Gobierno, que ha proyectado que el país captará inversiones en energía por US$ 50.000 millones, el documento indica que solamente se lograrán hacer realidad US$ 30.000 millones de esa cifra y que su construcción finalizaría en el 2020. Por otro lado, la utilización del agua disponible es siempre un reto para el sector. Este punto es uno de los más discutidos y tocados, cuando se reflexiona sobre el futuro de la actividad.
“El sector está muy preocupado”, señala Cecilia Peche, hidróloga de proyectos sénior de la consultora Geo-Logic. “Sabe que sin agua, no tiene mina”. Sin embargo, la falta de mayor información dificulta el análisis de la situación en su real dimensión. Carlos Aranda, presidente del Comité de Asuntos Ambientales de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE), señala que uno de los problemas es que “en el país no hay mucha información hidríca”. Esto, de acuerdo con lo que comenta, recién se está empezando a trabajar con mayor énfasis con la Autoridad Nacional del Agua (ANA) y el Senahmi.
Por su parte, el especialista en legislación del agua, Guido Bocchio, subraya que “es importante tener presente que la escasez requiere ser técnicamente establecida por la autoridad competente, siendo en el país función de la ANA al hacer un estudio técnico de los recursos hídricos correspondientes antes de declarar una situación sobre su escasez”. Asimismo, comenta que las percepciones no bastan para declarar la disponibilidad de un recurso. “Hasta donde tenemos información, no existe tal escasez por disminución de la oferta hídrica”, asegura Aranda.
Escasa comunicación
La percepción sobre la escasez de agua está vinculada de manera estrecha con la erupción de conflictos socioambientales en los últimos años. Si se miran en perspectiva las cifras esgrimidas por la Defensoría del Pueblo sobre los conflictos sociales que involucran al agua, por lo menos la mitad de ellos están relacionados con la minería. “El problema está en la percepción. Si tú dices: ‘La minería va a usar agua de este río’. Lo primero que dice la población es: ‘Me van a quitar el agua’”, refiere Peche, de la consultora Geo-Logic.
Al día de hoy, la minería moderna formal ha mejorado su tecnología a fin de requerir menos cantidad de agua en sus procesos como el uso de espesadores de relaves que permiten obtener una mayor recuperación del agua, o el uso combinado de aspersores y goteros en las pilas de lixiviación, y optimizar el uso del agua disponible para que la mayoría del recurso que ingrese a la operación sea recirculada.
“Es un miedo técnicamente injustificado, pero si estuvieras en su posición también sentirías lo mismo. Es un problema de falta de información”, añade Peche, reflejando la falta de comunicación entre minería y las comunidades.
En todo caso, una forma de escasez de agua es la falta de licencia social que existe para su uso. La hidróloga concluye que “si bien no hay falta de agua, hay mucha presión sobre el recurso”. En la actualidad, según cifras de la ANA, el uso del recurso hídrico por parte del sector minero se encuentra alrededor del 1,5% de los usos totales (siendo el sector agrícola el de mayor consumo con un 85% del uso).
Por ello, la desalinización del agua de mar cobra adeptos paulatinamente. Esto, según Bocchio, “requiere la instalación de costosas plantas de tratamiento y de importantes inversiones para usar el agua con fines minero-metalúrgicos”. Sin embargo, algunos proyectos lo están haciendo, porque se ha convertido en un aspecto clave en el futuro éxito de la operación.
El caso más emblemático es el de Cerro Lindo, de Milpo, que con una inversión de US$ 2,5 millones construyó una planta desalinizadora capaz de producir 36 litros de agua tratada por segundo. El proyecto Tía María, de Southern Perú, estaría planeando seguir el mismo rumbo. Asimismo, “se planea usar agua de mar no desalinizada para ciertos procesos metalúrgicos”, añade Bocchio. Otros ejemplos a resaltar son el de Cerro Verde y su uso de aguas domésticas tratadas y la expansión de Toquepala con reutilizo de agua.
El discurso de la energía
Si bien el abastecimiento de energía es un problema que afecta no solo al sector, no por ello es menos crucial para la minería. “El país requiere que se invierta US$ 26.000 millones en diversos proyectos energéticos hasta el 2020 para mantener el actual nivel de crecimiento del PBI”, afirma Bocchio.
En contraste con lo señalado por el estudio de Perú Top Publications referido al inicio, la Presidenta de la SNMPE, Eva Arias, ha señalado que contamos con generación suficiente hasta el 2018 y que el sector eléctrico viene incrementando su inversión año a año. “La tasa media de crecimiento de las inversiones supera el 30% anual desde hace siete años”, afirma Aranda.
El presidente del Comité de Asuntos Ambientales de la SNMPE asegura que la cartera de proyectos que actualmente se ejecutan en este sector y que ingresarán en operación entre el 2013 y el 2016 superan los US$ 6.000 millones, de los cuales US$ 5.100 millones corresponden a proyectos de generación de energía eléctrica.
“En términos generales, creo que es necesario concretar el gasoducto sur, el nodo energético sur y la petroquímica, los cuales tienen mucho retraso”, señala Bocchio. Asimismo, considera que “hay que emitir normas legales de promoción de hidroeléctricas con la seguridad necesaria para la inversión y menos tramitología”, añade.
Los riesgos se confunden con temores. Lo cierto es que el sector debe seguir trabajando en más investigación, innovación y comunicación para viabilizar su actividad. Una que muchas veces depende más de sí misma que de factores externos. Tarea pendiente.