Hoy, cuando escuchamos a algún analista hablar acerca de los temas que tienen que resolverse para que desaparezca la volatilidad e incertidumbre financiera internacional, lo menos que podemos hacer es lanzar es una mirada de incredulidad. La época en que podíamos enfrentar largos periodos de estabilidad y casi inmovilidad en los escenarios financieros, ha desaparecido prácticamente por completo.
Este año no será la excepción, ya que existen múltiples eventos de incertidumbre que provocarán volatilidad financiera a nivel internacional; los cuales, por muy lejanos que nos parezcan, afectarán variables que cotidianamente inciden o por lo menos alteran nuestra visión sobre nuestro futuro financiero y el de nuestras familias.
Por un lado seguiremos viendo la reacción y sobre reacción de los mercados financieros ante los fenómenos que se derivan del cambio en el modelo económico de China.
Lo anterior debido a que los mercados toman toda nueva señal como una confirmación (en ocasiones esquizofrénica) del desencanto que provoca la desaceleración del crecimiento de dicho país; cuando en realidad, parafraseando a José Ángel Gurría, el problema no es de China sino de todos los mercados que se hicieron adictos a las tasas de crecimiento de China y que le exigen además a ese país el comportamiento de una economía desarrollada y abierta, siendo una emergente y con restricciones importantes a la libertad de sus propios mercados.
Por otro lado, un conjunto de temas que gravitará sobre la percepción de la estabilidad y continuidad del crecimiento económico mundial, están relacionados con los extremismos que le alimentan del miedo y de la falta de crecimiento, así como de la desigualdad creciente.
De ahí surgen tanto los afanes extremistas y nacionalistas expresados tanto en el relanzamiento de visiones independentistas regionales, como los movimientos de extrema derecha, o los movimientos ciudadanos que en muchos casos sobre simplifican la visión de las soluciones que cada país requiere; así como en menor medida algunos intentos de separación de la Unión Europea.
En este mismo sentido, también gravitan los fenómenos de terrorismo y una de sus secuelas, la migratoria; vista esta última por muchos como peligro, cuando debiera ser vista como oportunidad por una Europa que envejece aceleradamente.
Todos estos fenómenos, seguirán generando la percepción de los mercados internacionales de que el crecimiento no es firme y generalizado (lo cual es posible que nunca vuelva a ocurrir) y que la falta de estabilidad política afectará la capacidad de lograr el crecimiento económico en los países. Pero en muchos casos el problema no es tanto las condiciones descritas, sino la sobre reacción de mucho de los agentes económicos en el mundo.
Lo que debemos hacer
En términos personales, el reconocimiento de que la incertidumbre asociada la volatilidad financiera internacional será una constante, no debería ser visto como una limitación para la capacidad y posibilidad de planear nuestras finanzas. Paradójicamente, la incertidumbre debe ser un poderoso incentivo para la planeación.
¿Por qué? Porque nos obliga reconocer que no conocemos el comportamiento de muchos de los elementos del entorno presente y futuro y que, precisamente por ello, tenemos que ejercer mecanismos más constantes y amplios de planeación y protección financiera y patrimonial que nos permitan enfrentar activos probables.
El peor escenario que podemos enfrentar ante un mundo incierto es que a la incertidumbre externa le sumemos una carencia de objetivos personales financieros de corto, mediano y largo plazo. Porque finalmente, en el futuro, no podemos decir a nuestra familia que su falta de bienestar financiero se la debemos a la caída de la Bolsa de China.
Diario El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica