Uno de los problemas que enfrentamos con frecuencia las personas y las organizaciones en relación con el futuro es una notoria incapacidad para planear.
Todo ejercicio que busca anticipar eventos y, particularmente, que implica el desarrollo de acciones que nos lleven a un futuro específico deseado, implica desagregar ese objetivo de largo plazo en metas intermedias y la definición del tiempo y los recursos asociados con su realización.
¿Qué elementos hacen compleja la planeación?
El primero está asociado con una identificación puntual del objetivo concreto que deseamos alcanzar.
En finanzas personales o de planeación patrimonial puede suponer, por ejemplo, determinar cuál es el monto objetivo que deseo tener como ahorro para el momento de mi retiro.
Un error en la determinación de ese monto futuro objetivo puede significar que todo el proceso de planeación y, consecuentemente, las acciones y objetivos intermedios estén mal planteados.
Optimista
con los tiempos
En la investigación “Delusion and Deception in Large Infrastructure Projects”, Flyvbjerg, Garbuio y Lovallo refieren algunos de los elementos que explican los errores de planeación en grandes proyectos de infraestructura, pero su análisis es perfectamente aplicable a la planeación de objetivos financieros personales.
Un elemento que de acuerdo con este estudio provoca efectos negativos, se refiere a lo que denominan la “falacia de planeación”, que es la tendencia que tenemos las personas a subestimar los costos y tiempos asociados a completar una tarea determinada; aun cuando tenemos experiencias anteriores similares que se han realizado con retraso y con costos mayores a los previstos.
De acuerdo con los autores, en diversos estudios en que se pide a personas de muy diverso origen y formación, anticipar el tiempo que les llevará una tarea de largo o mediano plazo, en cerca de 70% de los casos su estimación resulta exageradamente optimista.
Ello afecta nuestra capacidad de planeación financiera, porque con frecuencia al ponernos un objetivo de ahorro consideramos que éste será alcanzado en un plazo mucho menor al real que tanto nuestros recursos como nuestra historia y capacidad de ahorro permiten anticipar.
La información cuenta
Un segundo sesgo de análisis, se refiere a lo que se conoce como “anclaje”; ello está relacionado con que las personas tendemos a utilizar la información preliminar con la que contamos como punto de partida para valorar los escenarios futuros; aún sin considerar si se trata de información válida o no para la nueva situación que enfrentamos.
Otro elemento útil de esta investigación aplicable a cómo mejorar nuestra planeación de largo plazo, se refiere a que una solución que encuentran las organizaciones para evitar este tipo de sesgos es contar con una visión y opinión externa, que ayude a neutralizar parcialmente estos sesgos personales de planeación.
Por ello, una herramienta útil cuando se trata de la planeación financiera personal, es el auxilio de personas —que pueden ser familiares y en el mejor de los casos asesores especializados— que nos ayuden a dar una dimensión objetiva: tanto del alcance de nuestras metas, como de los tiempos y esfuerzos requeridos para alcanzarlas; así como de las acciones intermedias que en conjunto permitirán lograr el objetivo de largo plazo.
Entender que por definición la mayoría de las personas planeamos sobre escenarios exageradamente optimistas, es un buen paso para que en nuestros futuro ejercicios de planeación financiera de largo plazo, tengamos una perspectiva más favorable de cumplimiento.
Diario El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)
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