En mi experiencia, las cosas que funcionan en la vida son aquellas que llevan una metodología (lo pensemos o no).
Por ejemplo, cuando despertamos nos bañamos, nos vestimos, desayunamos o nos tomamos un café y nos vamos al trabajo. Otros lo hacen de manera diferente: se toman una fruta, se van al gimnasio, se bañan allá, desayunan y llegan después a la oficina.
Lo que podemos notar, en ambos casos, es que hay un procedimiento, un método: una manera de hacer las cosas que nos funciona. Otros lo hacen de un modo distinto, porque son personas diferentes y también les funciona.
Con nuestro dinero pasa lo mismo. Cada persona es distinta y, por lo tanto, lo va a manejar según sus necesidades y su forma de ser. Para tener un buen control es necesario que llevemos un método que nos funcione.
Actúe antes de que sea demasiado tarde
En todos los casos es importante hacer un plan y ejecutarlo. También medirlo; de esta manera podemos saber cuándo nos estamos desviando y, así, tomar decisiones de manera proactiva.
Desafortunadamente mucha gente no lo logra esto.
Conozco a una gran cantidad de personas que buscan “la mejor app” para llevar un registro de gastos.
Se han convencido de que esto es algo importante, para saber en qué se nos va nuestro dinero. Prueban varias aplicaciones o se van con la que alguien les recomiende.
La usan en un principio, a veces se les olvida anotar algo que compraron y luego invierten horas en tratar de reconciliar con su estado de cuenta.
Al final del mes sacan un reporte y se dan cuenta de que gastaron de más. Entonces piensan: “Voy a tratar de gastar menos el mes siguiente”. Sucede lo mismo, viene la frustración y el sentimiento de que nada de esto sirve.
El gran problema con este enfoque es que sacar el reporte al final del mes nos permite tomar decisiones retrospectivas, con información pasada, cuando ya no podemos hacer nada para remediarlo (aunque sí podemos hacer ajustes a futuro).
Lo que ayuda es tener un plan de gastos (es decir, un presupuesto) con una flexibilidad que nos permita tomar decisiones en el momento.
Yo, cuando voy a hacer un gasto, lo primero que hago es ver mi presupuesto y tomar la decisión con base en él. ¿Mi presupuesto dice que me alcanza? Entonces lo hago. Si no me alcanza, tendré que decidir si ese gasto es más importante que otras cosas y mover dinero de una categoría a otra (flexibilidad).
Mi plan y mi presupuesto son una herramienta de toma de decisiones, no me restringe: me libera y me permite tomar decisiones con base en mis prioridades. En lo que más me importa.
Eso mismo me estimula a registrar las cosas. Cuando llego a casa de todas maneras checo mis recibos y veo si me faltó algo. Reconcilio mis cuentas en cuestión de minutos y además puedo detectar fácilmente cargos no reconocidos.
Ahora hay muchas maneras de hacerlo: una app, en un cuaderno o registrar todo en una hoja de cálculo en Excel. Yo utilizo desde hace muchos años un software (que tiene una aplicación) llamado YNAB (You Need a Budget) porque es lo que a mí me funciona.
El problema con las deudas
Lo he dicho muchas veces y aquí lo repito: pagar a crédito, aunque sea a meses sin intereses, es comprometer nuestro ingreso futuro.
Gastamos hoy pero tenemos que pagarlo luego, con dinero que todavía no hemos ganado. Entonces en el futuro tendremos menos dinero para otras cosas (para ahorrar, para nuestras prioridades). Nos sentiremos más apretados.
No satanizo el crédito: de hecho, a veces es necesario, pero hay que usarlo con inteligencia y mucho orden. Debe ser una decisión consciente y con presupuesto en mano.
Si ya estamos endeudados, entonces una prioridad debe ser salir de deudas, pagarlas lo más rápido posible. Si tenemos esto claro, entonces podremos construir un plan de gastos y un presupuesto que nos ayuden a lograr esta meta, para luego enfocarnos en otras.
Lo importante es que busques una metodología que funcione para ti y te permita tomar decisiones proactivas.