El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica
Podemos enfermarnos o tener un accidente, pueden subir las tasas de interés y con ello el costo de nuestros créditos, podemos causar un daño sin querer a una propiedad ajena o incluso morir y dejar desamparados a los nuestros.
Desgraciadamente hay muchos ejemplos lamentables de familias que han perdido todos sus bienes por no haberse protegido contra los distintos riesgos. Historias que narran desde la pérdida de los ahorros de toda una vida para pagar el tratamiento de una enfermedad, hasta la pérdida de todo un hogar a causa de un terremoto o de una inundación.
Por estas razones, una parte esencial de cualquier proceso de planeación financiera personal debe estar enfocado al análisis cuidadoso de los riesgos que pueden mermar o acabar con nuestro patrimonio, con el fin de prepararnos contra ellos y estar protegidos en caso de que ocurran.
En términos generales, este análisis consta de los siguientes pasos:
1.- Identificación de los riesgos. Esto es esencial, ya que si no los conocemos difícilmente podremos protegernos contra ellos.
Por ello, debemos tener especial cuidado en este punto, ya que es muy probable que, de manera inconsciente, olvidemos listar muchos que son trascendentes.
Por ejemplo, ¿cuántos de nosotros evaluamos la posibilidad de perder nuestro trabajo o de que se incrementen fuertemente las tasas de interés?
Clasificación de los riesgos. Aunque hay muchas formas distintas de hacerlo, sugerimos que se tomen en cuenta las siguientes:
a) Frecuencia. Probabilidad de que ocurra.
b) Severidad. Pérdida máxima que podría ocasionar la realización de dicho riesgo; se puede expresar en forma porcentual.
c) Tratamiento que se le puede dar a ese riesgo. En general, si es o no asegurable, o si es o no diversificable (como los riesgos de inversión), etcétera.
Una vez que hemos determinado los riesgos a los que nos enfrentamos y sus características, podemos evaluar la forma como los vamos a manejar en tres pasos:
1.- Eliminación de los riesgos. Muchas veces se pueden suprimir las fuentes de riesgo, aunque no siempre es factible hacerlo. Por ejemplo, si vendemos nuestro auto estamos eliminando el riesgo de que nos lo roben.
2.- Prevención y control de riesgos. Cuando no es factible eliminar completamente un riesgo, ya que su realización no depende enteramente de nosotros, debemos hacer lo posible por prevenirlo o mantenerlo bajo nuestro control.
Por ejemplo, podemos comprar un sistema integral de seguridad para nuestro auto con el fin de limitar la posibilidad de que se lo roben, o podemos tener un extintor en nuestro hogar que nos permita controlar el inicio de un incendio.
Aunque estas medidas no pueden evitar que ocurra un siniestro, sí pueden reducir considerablemente su frecuencia y severidad.
3.- Financiamiento de los riesgos. Después de haber efectuado el control de los riesgos, tenemos que tomar una decisión sobre aquellos que, no obstante su reducción, conservan la potencialidad de dañar nuestro patrimonio. Hay dos formas para financiarlos:
a) Retener el riesgo. Hay riesgos que no se pueden asegurar y otros que, si ocurren, no afectan de manera drástica nuestro patrimonio, por lo que podemos (o debemos) hacerles frente con nuestros propios recursos.
Ejemplos de éstos pueden ser el desempleo o los gastos médicos menores (unos análisis o unas radiografías).
La forma para prepararnos contra estos riesgos es contando con un fondo de emergencias que represente, como mínimo, entre tres y seis meses de nuestro gasto familiar corriente.
b) Transferir el riesgo. Aunque hay varias formas de hacerlo, la principal es a través del seguro, contrato mediante el cual los cedemos a una aseguradora, quien los acepta a cambio del pago de una prima.
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