Muchas personas pregunta dónde invertir su dinero. Esta es la pregunta incorrecta: antes de buscar el lugar hay que saber en qué hacerlo. Otras quieren saber si les conviene un instrumento o el otro, por ejemplo si vale la pena comprar dólares o si es mejor el oro.
Muchas personas preguntan dónde invertir su dinero. Esta es la pregunta incorrecta: antes de buscar el lugar hay que saber en qué hacerlo. Otras quieren saber si les conviene un instrumento o el otro, por ejemplo si vale la pena comprar dólares o si es mejor el oro. Como si fuera uno o el otro, cuando en realidad lo que debemos hacer es diversificar en distintos instrumentos, para de esta manera reducir nuestro riesgo.
Todas estas preguntas hacen pensar que la gente aunque ha leído algunos conceptos —como “no poner todos los huevos en la misma canasta”— no los tiene claros o simplemente los olvida. Luego toma, por ello, malas decisiones financieras o pierde una gran cantidad de dinero, al haber asumido un riesgo no controlado.
Por eso he querido escribir esta serie de artículos con 10 conceptos sobre inversiones que nunca debemos olvidar. Que siempre debemos tener muy claros en la cabeza.
Antes de empezar, gustaría dar una pequeña introducción a los mercados financieros y la volatilidad. Si uno va a un mercado de frutas y verduras grande, como la Central de Abasto, se dará cuenta de que los precios de los productos cambian varias veces durante el día. En ocasiones, los comerciantes que no han logrado desplazar la cantidad esperada prefieren poner sus productos en oferta, entonces el precio baja. Por el contrario, si un producto se vuelve escaso, su precio sube.
Los mercados financieros funcionan de manera muy parecida. En ellos se intercambian, cada segundo, millones de productos financieros (bonos, acciones, derivados entre muchos otros). La diferencia es que aquí no hay tiendas: los inversionistas acuden y ofertan a qué precio quieren comprar un título, o vender alguno que ya poseen. Si hay coincidencia entre las posturas de ambos, se hace la operación. Los precios cambian, se mueven constantemente, con base en la oferta y la demanda que existe sobre cada uno de esos títulos.
Eso también significa que hay volatilidad. Hay momentos en que algunos instrumentos suben o bajan de precio de manera importante. Esa volatilidad es, en general, lo que se conoce en inversiones como “riesgo”.
Ahora bien, hay productos que inherentemente conllevan una gran volatilidad. Pensemos por ejemplo en un bono a corto plazo, como un pagaré a 28 días. A diferencia de lo que ocurre con un pagaré que nos ofrece un banco, aquí nosotros al invertir estamos comprando una cierta cantidad de títulos de ese bono, que tiene una tasa de interés fija. Si su plazo de vencimiento es corto, su volatilidad será en general muy acotada.
En cambio, un bono de largo plazo, por ejemplo con vencimiento en 30 años, tendrá una gran volatilidad. ¿Por qué? Porque paga una tasa fija, pactada desde el principio. Imaginemos que compramos un bono con tasa de 7 por ciento. Si de repente las tasas de interés en el mercado para nuevas emisiones de bonos suben a 10%, nuestro bono se vuelve menos atractivo. Estamos amarrados, durante muchos años, a una tasa menor. Su precio de mercado baja, lo tendremos que vender con descuento para compensar esa diferencia en tasas de interés.
Pero también puede suceder lo contrario: las tasas de interés del mercado pueden bajar a 4 por ciento. Entonces nuestro bono se volverá muy atractivo, porque paga una tasa fija mucho más alta. Entonces su precio subirá y —si decidimos venderlo— podremos obtener una utilidad importante. También podríamos quedárnoslo, claro está, y seguir gozando de rendimientos sumamente atractivos para ese momento.
De hecho, en un plazo tan largo muchas cosas pueden suceder: seguramente subirán o bajarán las tasas de interés y afectará, con ello, el precio del bono.
En el caso de las acciones, su volatilidad está dada por muchos factores pero, sobre todo, por las perspectivas que haya a futuro. Por eso una acción puede reportar excelentes resultados y aun así bajar de precio con una mala noticia económica. O quizá otra reporte resultados mediocres y suba de precio, porque las expectativas del mercado eran aún peores y la empresa sorprendió positivamente.
Lo que debemos saber es que esa volatilidad, ese riesgo, es inherente a los mercados financieros. Es parte de ellos. Pero también debemos entender que no todos los instrumentos se comportan de la misma manera (es decir, no todos bajan al mismo tiempo). En momentos de crisis y de mucha incertidumbre, el precio de las acciones suele bajar porque los inversionistas prefieren irse a instrumentos más seguros. Éstos, por lo tanto, tendrán más demanda y tenderán a subir de precio.
Por eso es tan importante diversificar: invertir nuestro dinero en instrumentos que se comportan diferente, porque esto nos permite controlar el riesgo de nuestro portafolio. De esto hablaremos más adelante. En la siguiente entrega empezaremos a hablar de las primeras reglas sobre inversiones que nunca debes olvidar.
Diario El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)