(Bloomberg) Si se trazara la historia del negocio de la ropa de surf en una telenovela, esta sería más o menos así.
Las acciones de Billabong y Quiksilver, las marcas más grandes del sector, se suben a niveles históricos en 2007, pero luego se desploman. Atrás quedaron los días cuando las escuelas secundarias estaban atiborradas de camisetas con estampados brillantes y pantalones holgados, y se podía ver a Matthew McConaughey capturando una ola en Malibu Beach en pantalones cortos hasta la rodilla. En el 2011, la empresa californiana de ropa de surf PacSun inicia el cierre de 200 tiendas. En el 2015, Quiksilver se desliza a un tribunal de quiebras.
Se presenta un actor joven y ambicioso con la esperanza de revivir el sueño salado. El minorista australiano SurfStitch empieza a cotizar en la bolsa en el 2014 y silenciosamente se lanza a una oleada de adquisiciones, comprando a los minoristas online Swell y Surfdome, al fabricante de accesorios Surf Hardware International, la revista de surf Stab, el servicio de pronósticos de surf Magicseaweed y el estudio de videos deportivos Garage Entertainment and Production. Repentinamente, SurfStitch tiene un alcance global, ingresos de 145 millones de dólares australianos (US$109 millones) en su último semestre fiscal y una importante visión: un imperio del surf de US$ 1,000 millones unificado el próximo año como Swell.
Sin embargo, la incertidumbre amenaza a SurfStitch como una ola gigante. En un impactante anuncio, su máximo responsable ejecutivo, Justin Cameron, renuncia abruptamente a la compañía que él fundó junto a su amigo surfista Lex Pedersen en un sucinto correo electrónico. The Sydney Morning Herald declara que Cameron se “volvió loco”. La empresa anuncia que él estuvo conversando con inversores en cuanto a privatizar SurfStitch. Pedersen fue nombrado máximo responsable adjunto con otro ejecutivo, Justin Stone. En todo el proceso, las acciones repuntan sobre un 20 por ciento.
“Sentimos que estamos preparados para ayudar de alguna manera a resucitar el sector”, dijo Pedersen en una entrevista antes de la reestructuración del jueves recién pasado.
El audaz plan consiste en volver a hacer ropa de surf centrándose en los surfistas. Pedersen dijo que las marcas principales habían desgastado la legitimidad de la cultura del surf y que era tiempo de volver al corazón de la comunidad. Stab está orientada a verdaderos aficionados que se interesan en leer sobre un australiano que atrapó 152 olas en una sola sesión de siete horas. Magicseaweed es para surfistas que necesitan revisar las webcams para ver si sus playas locales están movidas. Los bañistas frecuentes seguirán comprando mucha ropa de surf, inevitablemente.
“Se comercializó en forma masiva y perdió su sello”, dijo Hoda Mallone, consultora de moda de Los Ángeles, epicentro de la ropa de surf en Estados Unidos. Y reconoce que las marcas crecieron demasiado y que una contracultura relajada se volvió corporativa. “Se siente la fatiga”, dijo.
Cameron y Pedersen, en una entrevista telefónica el mes pasado, discutieron sus planes para la compañía y hablaron sobre los viejos tiempos cuando aún tenían un momento para surfear. Los dos estaban de muy buen ánimo. “Aún no hemos tenido dos minutos de descanso”, dijo Cameron. Meticulosamente presentó su proyecto: combinar las propiedades de los nuevos medios de SurfStitch con comercio electrónico para reestablecer la frescura del surf. “Estamos aprovechando el momento oportuno en este instante”, dijo Pedersen.