Ciudad del Vaticano (Reuters) .- Podría haber sido el tuit del siglo. Pero el Papa Benedicto XVI decidió no anunciar su renuncia en Twitter, al que se unió el año pasado en una incursión en las redes sociales que ha cosechado inciertos retornos espirituales y podría ser limitado por su sucesor.
Obviamente dispuesto a evitar cualquier fuga sobre su renuncia, que podría haber sido un riesgo ya que un ayudante pasa sus tuits a la computadora, el Papa lo anunció en persona, en latín y a un grupo reducido de cardenales. Fue después cuando el video llegó a los medios de comunicación de todo el mundo.
Las noticias sobre el primer pontífice en renunciar en siete siglos encendieron Twitter, generando 1,5 millones de comentarios en las primeras 36 horas, según la empresa de análisis Crimson Hexagon.
Pero de esos, un tercio fueron negativos, criticando al Papa o a la Iglesia Católica, y un 38 por ciento fueron bromas. Sólo el 7 por ciento eran positivos, expresando preocupaciones sobre el pontífice o las esperanzas de futuro.
“Estamos recibiendo tuits que considero no son dignos de una persona humana”, dijo el arzobispo Claudio Maria Celli, jefe del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, una oficina del Vaticano establecida en la década de los 40 para seguir el ritmo a la floreciente industria cinematográfica, pero que bajo el mandato de Benedicto XVI se diversificó en Twitter.
Como blanco fácil de los “trolls” de internet, el Papa ha sido objeto de numerosos abusos online.
“Es un problema”, dijo Celli en una entrevista en las oficinas con suelo de mármol cerca de la basílica de San Pedro, que albergan el centro de comunicaciones. “Cuando se ofende de una forma vulgar, no es digno de un ser humano”, sostuvo.
Sin embargo, el pontífice de 85 años no fue “ingenuo” al unirse a la red de micromensajería sinónimo de noticias al instante, irreverencias y un comportamiento de masas. “La idea del Santo Padre era simple: Quiero estar presente donde la gente está presente”, dijo Celli.
Sin pistas
No hubo ninguna pista sobre su renuncia en los últimos tuits, enviados desde una habitación cerrada en el Vaticano desde una computadora guardado especialmente para el propósito y fortificado contra posibles ataques cibernéticos.
El pasado domingo, un día antes del anuncio, tuiteó: “Debemos confiar en el gran poder de la misericordia de Dios. Todos somos pecadores, pero su gracia nos transforma y nos hace nuevos”.
El único tuit de @Pontifex desde entonces fue el Miércoles de Ceniza, el inicio de la Cuaresma esta semana, cuando recordó a sus más de 1,5 millones de seguidores online que había comenzado el periodo de ayuno cristiano.
El aparato de comunicaciones del Vaticano, puesto en marcha en su mayoría por el antecesor de Benedicto XVI, se está preparando para sus semanas más concurridas desde la muerte de Juan Pablo II y la elección de Benedicto XVI en abril de 2005.
El día en que Benedicto XVI anunció su renuncia, las visitas en la página web de noticias del Vaticano saltaron de 14.000 a 190.000 en un día, obligando a los técnicos a cambiar de uno a cuatro servidores para evitar un colapso.
Es probable que Benedicto envíe su último tuit el 28 de febrero, su último día como pontífice antes de que se marche del Vaticano en un helicóptero.
Después de esto, durante la “Sede Vacante” cuando no haya Papa, la cuenta en Twitter @Pontifex estará en silencio.
Cualquiera con “La aplicación del Papa” en su teléfono avanzado podrá ver la fumata blanca que anuncie un nuevo pontífice en una transmisión en directo de la chimenea de la Capilla Sixtina.
El impulso de Benedicto XVI a los medios online forma parte de una batalla central en su papado: recuperar a creyentes en un mundo desarrollado rápidamente secularizado. Pero un éxito irregular implica que el próximo pontífice puede optar por no tuitear.