Entrevista: Raimundo Morales, ex gerente general y vicepresidente del Banco de Crédito del Perú.
Luego de pasar unos años trabajando fuera del Perú, usted regresó a dirigir el Banco de Crédito del Perú (BCP) en 1990 ¿Cómo era el ambiente? ¿Cuál era el reto?
El reto era que en el año 90 prácticamente no había banco y el tamaño del sistema financiero peruano se había reducido drásticamente a raíz de la hiperinflación de finales de los años 80. Los activos del BCP
totalizaban US$ 500 millones y su valor en bolsa era US$ 50 millones. El grado de bancarización de la economía era de alrededor del 5%. No había reservas y estaba todo el tema del terrorismo. En ese momento se discutía sobre la política que seguiría el nuevo gobierno de Alberto Fujimori. Dadas las circunstancias y realidad del país en ese momento, no tuvo muchas alternativas.
¿Cuál era el ánimo que se percibía?
Era un momento muy incierto. Habíamos sido por muchísimos años –no solamente en la década del 80, sino a partir de los años 70– economías muy protegidas, muy cerradas, y lo que estaba pasando era que se estaba abriendo la economía a un mercado competitivo. Y de un modelo económico muy subsidiado y con tasas de intereses negativas, se pasó brutalmente a una economía de mercado. Entonces los empresarios estaban caminando una ruta que para ellos no había sido conocida en el pasado: la ruta de la competencia, la ruta del reconocimiento de los precios del mercado y de tomar decisiones ante una incertidumbre que todavía era grande.
No era un empresariado moderno…
No, estaba en transición, y los que no se modernizaron sufrieron estragos enormes hacia finales de la década. El empresariado peruano estaba acostumbrado a un esquema de economía mercantilista, economía protegida. Bajo la gran excusa de generar empleo, decían: “Bueno, subamos el arancel del producto terminado que yo produzco, bajemos el arancel de la materia prima y, con eso, yo genero empleo”, lo cual es un engañamuchachos en el tiempo. Ese modelo no era sostenible, porque cada vez que se crecía, caíamos en una crisis de balanza de pagos, en el reajuste del tipo de cambio y el empobrecimiento de la población en general.
¿Eso ha cambiado?
Yo creo que sí. Ahora, el empresariado peruano es eficiente. A finales de la década de 1990, cuando ocurrió la recesión, todas las deficiencias se pagaron bruscamente (lo que no ocurría antes) con hiperdevaluaciones, con recesiones o con cierre de empresas, de bancos… Ya no había Estado que pudiera salvarlos. Quien no se hizo eficiente, desapareció. Y lo que yo creo hoy día –y repito siempre con mis colegas– es que las empresas peruanas tenemos mucho que trasmitir, en el sentido de que son empresas eficientes, correctas en su accionar, preocupadas por el entorno.
¿Cuánto impactó el terrorismo?
Muchísimo. Yo, la verdad, hasta septiembre del año 92, cuando apresaron a Abimael Guzmán, creí que íbamos a perder la guerra. A nosotros, nos volaban una o dos oficinas al mes. Felizmente, ponían sus dinamitas en la noche, entonces no había personal, no había gente. Inclusive teníamos una unidad especializada, que la llamábamos, al estilo italiano, Pronto Intervento. Ellos estaban listos para ir a arreglar las oficinas apenas ocurría un siniestro de esta naturaleza. Entonces, a las 12 de la noche caía una bomba, iban a la oficina, la limpiaban, trataban de hacerla lo más operativa posible para que al día siguiente, a primera hora estuviéramos operando de la forma más normal. El mensaje era que nos preocupábamos por los clientes, que no iban a terminar con el banco y que no nos iban a amedrentar.
¿Cómo ha evolucionado la banca a lo largo de estos años?
Antes era un negocio bastante más sencillo, menos exigente, y creo que hoy día el negocio se ha complejizado muchísimo. Con la liberación de las tasas de interés y el sinceramiento de mercado, empezó a generarse un riesgo de crédito mayor del que se había vivido en el pasado –con tasas de intereses negativas no tienes riesgo de crédito, porque la inflación resuelve los problemas crediticios–. Y con la maduración de la economía, también empieza a generarse mucho más competencia en todo el sector corporativo, hay que tratar de empezar a generar un poco más de márgenes y empieza a desarrollarse la banca personal, donde uno tiene que empezar a desarrollar modelos estadísticos y empiezas a manejar volúmenes muchísimo mayores de clientes.
Y, aparte, hoy existen todos los requerimientos de capital, de Basilea 1, Basilea 2, Basilea 3, capital económico, provisiones en función a pérdidas esperadas, una cantidad de sofisticación que no existía en los años 90. Además, teníamos un sistema bancario muy protegido, la competencia no era tan complicada. Entre el 92 y el 95, ingresan el BBV, el Santander, Sudameris trata de crecer más. Se convierte en un negocio mucho más competitivo de lo que era en el pasado.
En ese contexto de competencia, ¿cuál fue la clave para que el BCP se mantuviera como primer actor del mercado?
La respuesta es clarísima: la gente, la calidad del personal. Lo que nosotros logramos fue primero rescatar un grupo de personas que había estado en el BCP, y que a raíz del tema de la estatización, se fue a trabajar a otras industrias o a otros bancos fuera del país. Logramos convocar a algunas de ellas. Hicimos otro esfuerzo para convocar a otros peruanos que trabajaban en la banca internacional, y empezamos a darle una estructura gerencial de primer orden al banco. Lo otro que se hizo en el banco fue empezar a profesionalizar a los chicos que salían de las universidades peruanas.
¿En algún momento temió que se pueda retroceder en lo avanzado?
La verdad que no. El temor siempre uno lo tiene, sobre todo, quienes hemos vivido los años de Velasco y el primer gobierno de García, pero en ese periodo había tanto por hacer, por modernizar y por adecuar el
país al mundo. El país estaba siendo bien llevado. Uno puede tener sus objeciones respecto a la actuación del presidente Fujimori. En temas de derechos humanos, fue una época compleja. Pero el Gobierno tuvo la
valentía de tomar una serie de decisiones.
El final de los 90 fue, para la banca y para el país en general, muy duro. Yo no había vivido años tan duros como esos en el Perú. Entre los años 97 y 98 ocurrió el fenómeno El Niño, la crisis rusa, un ajuste de liquidez enorme… se conjugó gran cantidad de factores y los problemas no se solucionaban. Todos los semestres había que hacer provisiones, provisiones, provisiones. Y mi percepción siempre era “el próximo mes acabamos”, y no acabamos. Fueron 36 meses entre 1998, 1999 y 2000: años durísimos durante los cuales, los ineficientes desaparecieron.
¿Cómo ha sido su relación con la prensa?
Muy limitada, porque no me gusta salir mucho en los periódicos, siempre he tratado de tener un perfil relativamente bajo. También allí ha habido un cambio de conducta del empresariado. Hasta el año 90 y tantos, ningún empresario quería salir en el periódico, por razones de seguridad, en fin, una cantidad de razones del ambiente de la época; pero, a partir de 1990, creo que ha empezado a haber una presencia mayor del empresariado en los periódicos, para transmitir las cosas que se están haciendo. Es un tema que habría que reforzar un poco más. Los empresarios no somos buenos comunicadores. Pecamos, quizás, de no transmitir cosas que, creo yo, son valiosas y ayudan al desarrollo del país. Entonces, la percepción en la opinión pública en general es que el empresario no es un buen ciudadano. Habrá gente deshonesta, pero hay deshonestos en todas las actividades, y yo diría que el porcentaje de empresarios deshonestos es muchísimo menor que en otras.
Yo siempre consulto la prensa. En la oficina el periódico que tengo es Gestión. Definitivamente, la prensa es relevante, uno tiene que saber lo que está pasando y cuál es la percepción del país sobre algunas
actividades.
¿Cómo ve el futuro del Perú?
Yo sí soy optimista, con cautela. Por mi trayectoria profesional durante estos años anteriores, siemprehemos visto que el país crece y, de repente, ¡pum!, viene una crisis y caemos de nuevo, pero, en general,
yo diría que sí. Un gobierno de izquierda –y yo creo que Humala y su gobierno son de izquierda– ha conducido al país de una manera más o menos madura, tratando de que las instituciones se mantengan, y preocupado porque se efectúen las inversiones. Yo creo que le ha faltado capacidad de ejecución. Y eso no es responsabilidad del presidente Humala, es producto de que la burocracia no está bien compensada. Creo que si tuviéramos en el sector público profesionales del nivel que tenemos en el sector privado, ya tendríamos otro país.
¿Cuál es la reforma más importante para mantener el rumbo?
Laboral, yo creo que la primera y la más básica. Y lo que estamos haciendo es el camino al revés. Estamos endureciendo y acabamos limitando la capacidad de contratación de personal, y empezamos a desincentivar
la contratación. Pienso que se deben empezar a levantar un poquito las trabas. No es cuestión de crear más leyes o normas, es cuestión de reducirlas y dejar que la economía funcione como debe funcionar.
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