(Bloomberg) ¿Juegas Pokémon Go?
“¡Qué va! No”, dijo Nico Muhly, compositor de música clásica contemporánea el sábado por la noche. “Qué pregunta absurda. ¿Qué diablos te pasa?”
Muhly, de 34 años, acababa de tocar en la fiesta anual a beneficio de LongHouse Reserve en East Hampton, con el parque como sala de conciertos, después de un día ensayando y esquivando aspersores destinados a mantener el aire fresco en medio del calor.
Pronto se sentaría a cenar bajo las estrellas junto a la artista Cindy Sherman. Allí, la conversación giró hacia los autos (ella acaba de comprarse un Tesla), los pollos (ella tiene cinco a los que malcría dándoles tocino cortado en daditos para atraerlos nuevamente a su gallinero) y el SoHo (su primer encargo publicitario en los años 80 fue de una boutique de moda cuya dueña era Dianne Benson, presidenta de LongHouse y fuerza impulsora de la fiesta a beneficio).
El desinterés de Muhly por el furor que genera el juego móvil de Nintendo fue compartido por otros asistentes a la fiesta. No se detectó a ninguno de ellos deambulando por el césped, monitoreando el lugar con sus teléfonos en busca de criaturas virtuales –quizá por cortesía, aunque casi todos insistieron en disociarse de esta moda pasajera.
“Yo me resisto”, dijo Michael Rubenstein, presidente de AppNexus, una compañía de tecnología de Manhattan con una plataforma de publicidad, dirigiéndose hacia la piscina de entrenamiento. Después de todo, se supone que trasladarse hasta el East End significa “estar lejos del teléfono”.
“No lo he probado ni pienso hacerlo”, dijo el artista Scott Bluedorn, cuya serie de dibujos “Forbidden Islands” se presentó en el Parrish Art Museum, con la muestra “Radical Seafaring”, que cerró el domingo.
“Me gustan el tiempo y el espacio reales”, dijo el arquitecto Lee Skolnick, que diseñó el DiMenna Children’s History Museum en la Sociedad Histórica de Nueva York y está en el consejo de administración de LongHouse.
Matko Tomici, directora ejecutiva de LongHouse, se mostró encantada.
“No lo quiero aquí”, dijo Tomicic refiriéndose a Pokémon Go. “Quiero que este lugar sea tranquilo”.
La fiesta ofrecía, en lugar de Pokémon, telescopios instalados junto al Montauk Observatory, a través de los cuales los invitados contemplaban Saturno.
LongHouse es la creación del artista textil Jack Lenor Larson, de 89 años. Comprende su casa, inspirada en el Gran Santuario de Ise en Japón, así como también hectáreas de parque salpicados de esculturas, como un domo geodésico de Buckminster Fuller, “The Arch of Life” de Illya y Emilia Kabacov, y cañas azul cobalto de Dale Chihuly.
A los buscadores de Pokémon les parecerá un paraíso. Pero quienes contribuyen a financiarlo, ven a LongHouse Reserve como un refugio de arte, naturaleza y diseño.
“Existen pocos lugares como éste en el mundo”, dijo Michael Sonnenfeldt, fundador de Tiger21, un grupo de pertenencia para individuos ricos.
Larson dijo que nunca tuvo un plan específico. “Es una visión. Lo soñé una noche. Tiene que ver con la distinción sutil y la finura”, dijo.
Las fiestas a beneficio no son, obviamente, cuestiones sutiles. Los invitados se vistieron con atuendos brillantes para adherir al tema de “Serious Moonlight”. Muchos alzaron sus manos durante la comida inspirada en Alice Waters para donar dinero destinado a financiar becas para niños creativos.
En el grupo había al menos una entusiasta de Pokémon Go: la estilista independiente Phoebe Miller, de 24 años, una jugadora de la Ciudad de Nueva York que esperaba descubrir algún Pokémon raro en los Hamptons, siempre y cuando la recepción de su celular fuera buena. (Lamentablemente, no lo era en LongHouse).
“El ambiente de playa; podía haber más Pokémon acuáticos, como caballitos de mar en vez de las ratas y las palomas que se ven generalmente en la ciudad”, dijo Miller.