Desde las tierras del arco iris: La mirada de Alejandro Balaguer a lo indígena

A raíz de dos excursiones hacia lo profundo de dos etnias guerreras, el artista nos deleita con su testimonio visual. La exposición va hasta el 26 de abril en la Sala de Arte del Centro Cultural de Petroperú.

(Foto: Lucero del Castillo)
(Foto: Lucero del Castillo)

Karen Rojas Andia
karen.rojas@diariogestion.com.pe

Para penetrar en el alma de los territorios indígenas, no bastan las buenas intenciones. El fotógrafo argentino Alejandro Balaguer lo sabe. Las expediciones que emprendió hacia lo profundo de dos etnias guerreras, pertenecientes a la familia de los jíbaros, legendarios reducidores de cabeza, le demandó perseverancia y paciencia.

El resultado: “En la Tierra del Arco Iris, un viaje al corazón de los achuar y awajún”, una muestra que se exhibe en la Sala de Arte del Centro Cultural de Petroperú hasta el 26 de abril.

La travesía que emprendió Balaguer se remonta más de diez años atrás. El artista asevera que el costo del montaje de las 35 fotografías que estarán en exhibición es menor con respecto a lo que demandó la logística que tuvo que desplegar para internarse en la selva septentrional, para lo cual también requirió financiamiento.

Camino
La decisión de Balaguer de ofrecer un testimonio visual de los achuar y awajún le enseñó que las formalidades –como las cartas que dirigió a la AIDESEP (Asociación interétnica de desarrollo de la selva peruana)- a veces no son suficientes; en este caso, había una labor más compleja que estaba en sus manos.

“Para lograr transmitir imágenes de la vida cotidiana de los achuar y awajún, (los propios pobladores) te tienen que permitir entrar en su círculo íntimo, irrumpir de pronto en él puede ejercer un efecto contrario y, debes convertirte en uno de ellos para ser aceptado”, detalla.

El fotógrafo cuenta que, cuando logró obtener el permiso de los awajún para desembarcar y disparar su cámara mientras convivía unos días con ellos, no le fue fácil retratar esa esencia que buscaba. “Cada vez que alistaba mi equipo, ellos desaparecían, se me hacía un infierno (inmortalizarlos), comencé a frustrarme”, confiesa.

Recuerda que debió sostener esa situación a lo largo de seis días hasta que una circunstancia inesperada lo puso a prueba: la comunidad halló una víbora y él decidió cocinarla. “Pensé que comerla era lo más natural entre ellos, pero no era así”. Dice que, para su suerte, los pobladores “entre gestos de curiosidad, asco y risa” se sumaron a su “locura” y, desde ese momento, los rostros adustos fueron dejados de lado.

Compromiso y mensaje
Así, las instantáneas de Alejandro Balaguer buscan reflejar la cosmovisión y prácticas de dos comunidades guerreras. “Fotografiar a esas etnias fue un intento de llevar su mensaje hacia la orilla del mundo occidental, sobre todo, en instantes en que la Amazonia es estratégica para el planeta (…) para ellos, la selva es despensa, farmacia, la vida misma”.

Y aunque quizá para algunos sea paradójico que para la muestra fotográfica se emplee un espacio que pertenece a una empresa vinculada a la actividad de hidrocarburos, Balaguer está convencido de que, “en momentos en que cada árbol es valioso para mantener la vida en un planeta vulnerable al cambio climático, el mensaje debe llegar a todos los niveles”.

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