Las pelucas: el oro negro chino

El gigante asiático domina el mercado mundial de la exportación de pelucas y postizos, industria que ha dinamizado la vida de los pobladores de un pueblo rural que tiene 400 talleres.

El Observador de Uruguay
Red Iberoamericana de Prensa Económica

En el mercado del este de China, hay bolsas llenas de largos cabellos negros por doquier. Se trata de una lucrativa materia prima destinada a las firmas locales para elaborar pelucas y postizos para todo el mundo.

Al alba, los vendedores del pequeño mercado de Taihe no despliegan frutas y verduras en sus puestos, sino extienden matas de pelo procedentes de todo el país que decenas de clientes examinan y se disputan.

“Aquí hay que regatear mucho para comprar cabello”, dice Liu Yanwen, un joven de 35 años, que desde las cinco y media de la mañana está al acecho de alguna oferta.

Es el material de base que hace funcionar su empresa, explica, mientras examina una mata de cabellos rizados de color castaño. “Elaboramos productos, que exportamos al extranjero”.

El vendedor Gao Pu, con la cabeza rapada, abre una bolsa llena de matas compactas, que extiende en el suelo mientras comenta: “¡miren, esto procede de cabezas de chinos normales!”.

Los cabellos naturales pueden alcanzar los 5,400 yuanes (US$ 879) el kilo – tan caro como la trufa francesa- pese a que hay importantes fluctuaciones.

En Taihe, en la provincia rural de Anhui, la industria capilar es un negocio serio. Más de 400 talleres transforman el cabello natural en pelucas, extensiones y otros postizos que acabarán en las cabezas de estadounidenses, europeas, latinoamericanas o africanas.

Las exportaciones crecen
Fu Quanguo, de 64 años y cabeza pelada, es un pionero, pues se lanzó en este negocio en los años 1970.

“Al principio, recuperábamos cabello natural en los alrededores”, recuerda, pero “hoy, también procede del extranjero, como Birmania o Vietnam”.

“Antes, era muy complicado fabricar pelucas, había que montarlas a mano. Después, nuestro negocio ha crecido” gracias a la demanda extranjera, dice. Según su hijo y heredero, Fu Qianwei, el cabello “es, con diferencia, el mayor sector económico” del distrito de Taihe.

Los modestos mercados y los talleres más o menos rudimentarios de donde proceden los postizos son una actividad lucrativa. Las exportaciones de firmas locales alcanzaron los US$ 66 millones en 2012, casi las exportaciones totales del distrito, según el gobierno local.

A escala planetaria, China es el mayor productor en el sector del cabello natural. En 2012, el gigante asiático representaba cerca del 75% de las exportaciones mundiales de productos a base de “plumas de aves, flores artificiales y cabellos”, según la Organización Mundial de Comercio (OMC).

La empresa que fundó Fu Qianwei, 36 años, genera con sus ventas al extranjero, principalmente a Estados Unidos, unos US$ 8 millones anuales.

“Cada país tiene sus características. La demanda cambia dependiendo de la longitud, el espesor, la calidad y el estilo”, explica. Ante él, operarios se afanan en rizar las mechas con destino a África, donde el despegue del crecimiento económico estimula la demanda.

En su taller, se desinfectan los cabellos brutos en imponentes toneles antes de introducirlo en cubas de agua hirviendo y después teñirlos en colores que van del castaño al trigueño pasando por el rojo o el violeta. Después se secan en un horno, se peinan y se juntan.

“En un día, puedo coser hasta 1.500 unidades”, dice Zhang Qing, una joven de 23 años, que introduce una mata de pelo en su máquina de coser.

“Si no trabajara en este taller, seguiría todavía en el campo. Aquí es mucho menos agotador y gano más”, dice su colega Zhang Hongmei, encargada de desenredar pilas de cabellos de color rojo vivo.

En los años 1980, muchos distritos de provincias interiores chinas se empezaron a especializar en la confección de un solo tipo de producto.

Pequeñas ciudades se han dedicado prácticamente en exclusividad a producir encendedores, bombillas eléctricas o sujetadores. En Taihe, es el cabello, y la espectacular salud del sector es tal que las autoridades locales pretenden consagrarle un gran parque industrial.

Fu Qianwei, que creció en los años 1980, cuando podían estar estar felices cuando comían arroz en vez de maíz, comenta, emplea a más de 200 personas e invita a sus clientes extranjeros a caros restaurantes locales.

“Le debo mi fortuna al cabello. Su valor se ha disparado tanto que aquí lo llamamos oro negro”, subraya.

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