(Bloomberg).- En una fotografía, Florian Homm, el gerente de fondos alemán formado en Harvard, que ganó y perdió una fortuna personal de más de US$ 800 millones, aparece en un burdel alemán del que había sido propietario.
En otra, Imelda Marcos, la ex primera dama de Filipinas acusada de robar miles de millones de las arcas del Estado, se muestra en su apartamento de Manila debajo de un cuadro de Picasso con marco bañado en oro.
Más adelante, un multimillonario chino de 43 años de edad, Huang Qiaoling, es retratado saliendo de su mansión, construida como una réplica a escala de la Casa Blanca, para dirigirse hacia su Mercedes Clase S con chofer.
[Socialité Suzanne Rogers, 40, en su closet de “temporada”, en Toronto en el 2010. Las cajas anaranjadas contienen bolsos Hermès, que Rogers afirma tener en casi todos los colores. Su bolso favorito es el Hermès Birkin, que cuesta entre US$ 12,000 y US$ 300,000. Foto: Lauren Greenfield]
Docenas de viñetas igualmente exuberantes y desconcertantes llenan la monografía de 504 páginas de Generation Wealth, algo así como Generación Fortuna, (Phaidon, 2017) de Lauren Greenfield, que saldrá publicada el 15 de mayo.
Esta fotógrafa que ha pasado los últimos 25 años documentando símbolos de riqueza, clase y estatus, deja entrever los hábitos de gasto de las tribus ultra-ricas: los administradores de fondos de cobertura en Nueva York como “Suzanne”, a quien Greenfield sigue durante varios años mientras intenta tener un hijo; ejecutivos de espectáculos como Brett Ratner, que se muestra en St. Barts con una tarjeta American Express Platinum pegada a la frente; industriales como el multimillonario italiano Renzo Rosso, que muestra el gimnasio en su mansión del siglo XVIII; y el “rey del tiempo compartido” David Siegel, quien, con su esposa Jackie, pasaría a ser el tema del documental de Greenfield, Queen of Versailles (Reina de Versalles).
[Lindsey, 18, en una fiesta de 4 de julio de 1993 en Calabasas, Calif., tres días después de operarse la nariz. Cinco de sus amigas más cercanas en Calabasas High School ya han pasado por una cirugía plástica. Foto: Lauren Greenfield]
Las fotos de Greenfield, acompañadas de ensayos y entrevistas, parten de Los Ángeles en el momento en que las debutantes de Beverly Hills y los raperos de Compton intercambiaban aspiraciones culturales, y la cirugía plástica se filtraba desde las mujeres de alta sociedad envejecidas a las adolescentes obsesionadas con la imagen. Una adolescente de Malibú, fotografiada en una fiesta en la piscina tres días después de una cirugía de nariz, dice: “De mis 10 mejores amigas, seis nos hicimos algo”.
Una fábula
A través de la lente de Greenfield, la acumulación de riqueza se ve más como una adicción destructiva que como un camino hacia la superación personal. “No conduce a la realización personal o financiera, y a la larga todos caen”, dijo Greenfield, telefónicamente desde Los Ángeles. “La trayectoria de los últimos 25 años no es sostenible en muchos niveles --ambiental, moral, espiritual o dentro de las comunidades y familias”.
[Trabajadores en Pekín construyen en el 2005 el hotel Zhang Laffitte Chateau, una réplica del Château de Maisons-Laffitte del siglo 17 en Francia. El proyecto desplazó a cientos de agricultores para abrir paso a un gran proyecto inmobiliario. Los exresidentes podían aplicar para empleos de baja paga manteniendo el recinto. Foto: Lauren Greenfield]
No es que Greenfield sea particularmente anti-materialista o anticapitalista. Fotografía como documentalista, con empatía y sin prejuicios, al enfrentar a mujeres que usan la cirugía plástica para lidiar con conflictos familiares o a delincuentes de guante blanco como el fundador de Commercial Financial Services, Jay Jones, quien perdió su fortuna de US$ 500 millones, despidió a casi 4,000 empleados, y fue a prisión por más de tres años después de ser acusado de conspiración para cometer fraude. “Pienso que el libro sirve como una fábula”, dijo Greenfield.
No obstante, más allá de estos ejemplos extremos, está lo que Greenfield describe como la “homogeneización” de la élite global. Mientras que 50 años atrás los ricos del mundo variaban de un país a otro (de una ciudad a otra, de una calle a otra inclusive), ahora, dijo Greenfield, “cuando estás en St. Moritz, los rusos se mezclan con los franceses, con los británicos. Todas las nacionalidades son bienvenidas a compartir juntas el champán y cualquier otra cosa”.
En otras palabras, los ricos podrán no ser como el resto de nosotros, pero son --en este libro por lo menos-- muy parecidos entre sí.