Les gusta descubrir destinos remotos, alojarse en hostales o en casas de locales y viajar por períodos más largos, en promedio 58 días, pero muchos dedican más de un año a recorrer el mundo. Esas son algunas de las características de los llamados millennials o “generación Y” al hacer turismo.
Parecen no tomar mucha atención a las rutas lógicas, señala un reportaje del diario La Tercera de Chile.
Mientras que para sus padres el camino estaba claramente delimitado (estudiar, trabajar, casarse, tener hijos y trabajar más), para ellos el mundo es un lugar lleno de aventuras y experiencias esperando a ser descubiertas.
Tienen entre 16 y 34 años, y han decidido que viajar debe ser una de sus prioridades en la vida, tanto o más que tener un trabajo o comprar una casa. ¿Por qué? Probablemente, dicen los expertos, porque cuestionan este mundo frenéticamente materialista en el que vivimos y viajar, al menos como lo hacen los millennials, se trata precisamente de lo contrario: de despojarse.
Según la Organización Mundial del Turismo, el turismo mundial de jóvenes representa aproximadamente 190 millones de viajes internacionales al año y se proyectarían 300 millones para 2020.
Este segmento representa un 20% de todos los turistas internacionales, estima Naciones Unidas y, a diferencia de otros grupos de viajeros, su crecimiento de casi un 30% desde el 2007 no se ha visto amenazado por las crisis económicas internacionales.
La World Youth Student and Educational Travel Confederation (WYSE) ha estudiado en profundidad a este grupo, entrevistando a más 34,000 jóvenes en 137 países. Para ellos, viajar se trata de vivir experiencias auténticas y diferentes, y por esta misma razón los típicos destinos de playa con all inclusive que una gran mayoría de los chilenos escoge no son de su interés
Estrategias para financiarse
Frente a este contingente empoderado la pregunta lógica es ¿cómo lo hacen? Y las estrategias son muchas. Algunos reciben un apoyo inicial de sus padres (como Fabiana, a quien su papá le pagó el curso de inglés en Australia), pero otros que ya trabajan se dedican a ahorrar por largo tiempo aceptando diversas privaciones, incluyendo menos salidas y volver a vivir con los papás.
Los jóvenes también consiguen visas de trabajo (las famosas work and travel) y desde su destino laboral parten el recorrido, y una parte no menor ocupa becas de estudio como el punto de inicio de un viaje.
El turismo de voluntariado es también una forma de visitar destinos más exóticos y lejanos. Muchos, cuando ya llevan un largo tiempo recorriendo, aceptan los más diversos trabajos para continuar, porque viajar, para ellos, no se trata de “ir de vacaciones”.
“El viaje se hace solo desde el momento que decides dejar todo”, dice la geógrafa ecuatoriana Gabriela Verdezoto, quien desde hace dos años está viajando junto a su pareja, el francés Remy Pons. Luego de un año por Sudamérica, han recorrido buena parte de Europa y en estos momentos están realizando el famoso “Camino de Santiago”, en España. Para ello, han vendido desde pulseras de macramé en la playa, atendido bares en restaurantes, hecho camas en hostales y hasta han dictado clases de español y francés.
“Los adultos viajan para no pensar, para escapar de las deudas, para descansar. Los jóvenes viajan precisamente para lo contrario, para pensar, para abrir su mente, para descubrir. Y así renuncian a lo que parece más importante: esa ‘estabilidad’ que te vende el sistema, que sería el único camino correcto para vivir.
Renuncian a lo seguro y dejan a madres asustadas que luego los alientan a seguir y les dicen ‘yo hubiese querido hacer lo mismo’”, escribe Gabriela desde la pequeña localidad de Sahagún, en España.
Para muchos de los millennials, lanzarse a recorrer el mundo es ver la vida desde otra perspectiva. Recién egresados del colegio o la universidad que no tienen muy claro qué hacer con sus vidas y profesionales que se sienten frustrados o aburridos en sus trabajos comprenden que viajar puede ser todo menos una pérdida de tiempo.
El estudio de WYSE revela que los jóvenes ven el viajar como una nueva forma de aprendizaje, conociendo otros idiomas, poniéndose en contacto con nuevas personas y culturas y por supuesto enfrentando los más diversos desafíos tanto personales como profesionales. Es decir, viajar es una nueva forma de “forjar la identidad” antes de lanzarse a lo que parece un “aburrido” mundo de adultez.
“Hay un profundo sin sentido en estos días para los jóvenes y no tan jóvenes. Trabajar por trabajar ya no es un paradigma, no basta. En una era visual, lo que cobra más valor es lo que puedas ver en persona, lo que puedas experimentar realmente”, dice el periodista Gino Stock, de 29 años, quien se encuentra ahora realizando un Work and Holiday en Nueva Zelanda.
Cambios de Paradigma
Raúl Zarzuri, sociólogo e investigador del Centro de Estudios Socioculturales (CESC), cree que este cambio de paradigma está marcado fuertemente por los procesos de globalización y la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación. El “ser joven” dejó de ser una etapa de transición entre la niñez y la adultez.
“Cuando la autonomía se transforma en una característica de la juventud actual, no es necesario ser adulto o llegar a serlo rápidamente. Este ‘ensanchamiento del mundo’ hace que los jóvenes abandonen las trayectorias preestablecidas y pospongan las clásicas metas sociales y culturales. La posibilidad de crear espacios para ‘hacer lo que quieren’ les otorga, en muchos casos, un nuevo sentido a sus vidas”.
Como explica Zarzuri, toda esta nueva “búsqueda de sentido” va fuertemente de la mano con la influencia de las redes sociales y la internet. Como prueba de ello, todos los viajeros entrevistados para este reportaje respondieron sus correos en menos de 48 horas y estando en los lugares más lejanos y desconectados fueron incluso capaces de enviar fotos en alta resolución.
La internet es el lugar de encuentro de los viajeros, la mayor fuente de información (junto con otros viajeros que se conocen en el camino), el lugar donde se reservan vuelos, hostales y se postula a las más diversas alternativas de viajes. Pero Gino además cree que, en particular, las redes sociales son una fuerte influencia: “En Facebook ves constantemente el flujo de gente que está fuera, sus fotos por el mundo, y empiezas a tener la noción de que todos están haciendo una vida, menos tú, que estás ahí, en tu oficina o en tu pieza. Así nace algo, como una pica, un comezón ancestral, digamos. Y ahí está la opción de aguantársela callado o echarse a andar. Pues yo empecé a andar”.
Experiencias y redes sociales
Lo primero que hizo Gino al llegar a Nueva Zelanda fue trabajar por un mes en un hostal/granja en un suburbio de Auckland, gran parte del tiempo sin gastar nada porque ayudaba en los huertos. A esta práctica se le llama Wwoofing y es posible postular en internet a granjas orgánicas de todo el mundo, incluyendo Chile (http://wwoofinternational.org). En el trayecto se hizo un blog, lo que muchos viajeros jóvenes hacen, incluso algunos transformándolo en negocio y haciendo de sus viajes un trabajo completamente profesional. Para Gino era más sencillo: no quería “bombardear” los muros de Facebook de sus amigos (como le había tocado a él ver los de otros). “Uno genera una cantidad absurda de material en un viaje entre fotos, videos y textos”, agrega.
Otra herramienta muy popular en la web es Couchsurfing (www.couchsurfing.org), una red con siete millones de personas que abren las puertas de sus casas para recibir a otros viajeros. Natalia Muñoz, diseñadora gráfica de 25 años, parte a fines de agosto con una amiga a recorrer toda Europa y planea su viaje alojando sólo en hostales y haciendo couchsurfing: “Escogemos esta forma porque es una gran forma de conocer gente y así gastamos el menor dinero posible”.
El uso del dinero es clave para este tipo de viajeros. Pueden estar siempre con su smartphone a mano cazando alguna red de la que colgarse y estar dispuestos a dormir en los lugares no más cómodos, pero siempre hallarán la forma de darse ese gusto que realmente les interesa, como ir a un bar popular de la ciudad, entrar a un museo con altos precios o ir a un concierto. Muchos de ellos aprenden a ser “apretados con la plata” mientras están juntando dinero para viajar, lo que dicen también que los prepara para cualquier futuro inconveniente en el camino.
Ricardo Cáceres (30), especialista en estrategias de contenido digital, junta dinero durante el año para luego viajar a Europa y asistir a festivales de música, como Primavera Sound y Sonar. Para ello compró sus pasajes en Cyber Monday y los alojamientos los reservó a través del sitio Airbnb (www.airbnb.com) donde personas de todo el mundo ofrecen alojamientos. En su opinión, los jóvenes de hoy son más arriesgados, pero también tienen más facilidades, sobre todo gracias a internet. “Partes solo con tu mochila y ya tienes una gran aventura, conoces otras culturas y otra gente. Rompes con la rutina, de alguna forma. La gente mayor sólo busca relajo”, dice.
Al terminar la universidad el año pasado, Fabiana Vargas (25) se vio enfrentada a la disyuntiva que muchos jóvenes encaran hoy en día: comenzar a buscar trabajo o “hacer algo más”. Ese algo fue para ella ir a estudiar inglés a Australia, donde todos sus planes empezaron a cambiar. “Me enamoré del lugar y supe de inmediato que seis meses de viaje no serían suficientes”. Entonces decidió postular a una visa de trabajo y, en el intertanto, recorrer el sudeste asiático, a donde partió en marzo visitando Singapur, Malasia, Tailandia, Camboya y Vietnam. Ahora se encuentra en Indonesia, pero pronto volverá a Australia para juntar más dinero (parte del cual enviará a su papá, que la ha ayudado en el viaje), y ojalá ir a India, Nueva Zelanda y Fiji, antes de volver a Chile en agosto del próximo año.