Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) más de 2,500 millones de personas comen diariamente en todo el mundo en puestos callejeros improvisados o portátiles, entre ellos los llamados “carritos”, food trucks o quioscos móviles por el estilo.
A esto debería sumar lo que se consume casual y esporádicamente en ferias, fiestas y espectáculos públicos, así como en pequeños y medianos comercios especializados en comidas locales al paso y quedará en claro la importancia de este modo de alimentarse.
Esa comida callejera, que generalmente consumimos directamente con los dedos, sin cubiertos (aunque puede ser también con vajilla desechable), parados frente a un mostrador o barra, sentados en un banco de un parque o una plaza o caminando, no conoce fronteras y muchas veces ofrece verdaderas delicias gastronómicas, fruto de la inagotable creatividad popular, capaces de competir con platos sofisticados y pretenciosos o incluso de superarlos.
Para el escritor, crítico gastronómico y chef Tom Parker Bowles, miembro de la nobleza inglesa (es hijo de Camilla, duquesa de Cornwall y esposa del príncipe Carlos), “la comida callejera es la verdadera esencia de la gastronomía”.
En el sudeste de Asia, por ejemplo, es impresionante la diversidad, colorido y calidad de las especialidades que ofrecen los puestos callejeros, aunque allí está presente el problema de la higiene.
Es notable la comida callejera árabe, armenia o turca y en general la del Cercano y Medio Oriente, que gana cada vez más terreno en Europa y América, donde a su vez hay una oferta muy variada de riquísimas comidas callejeras propias, particularmente en Alemania, Italia, Perú y México.
Pero, a decir verdad, este tipo de cocina popular e informal no es ni muy variada ni demasiado original en Uruguay. Incluso hay menos propuestas gastronómicas callejeras que algunas décadas atrás.
¿Cuál es la comida callejera que más consumen los uruguayos? Muy probablemente sean los chorizos al pan que se venden en los carritos establecidos en diferentes puntos de la ciudad, en los estadios de fútbol y en las fiestas populares o mitines políticos.
En esos mismos establecimientos móviles (aunque algunos hace mucho que están en el mismo lugar) se venden también frankfurters y hamburguesas. No es habitual, en cambio, por razones de reglamentación municipal (o por la dificultad para comerlos de pie sin que la mitad termine en el suelo o en nuestra ropa) encontrar un uruguayísimo chivito en los puestos de comida callejera.
Diario El Observador de Uruguay
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)