Bloomberg.- La intempestiva transferencia de Leopoldo López a su casa, bajo arresto domiciliario, después de pasar tres años en una prisión militar, fue motivo de celebración en ciertos ámbitos del amargo paisaje político venezolano.
El presidente Nicolás Maduro se lavó las manos frente al hombre que simbolizaba los abusos a los derechos humanos. Los seguidores de López saludaron su regreso como una victoria contra un régimen autoritario.
Pero la fraccionada coalición opositora, que durante meses ha mantenido una voz unificada, se vio sacudida al tiempo que la reaparición del ex carismático alcalde aumentaba el riesgo de que las viejas divisiones se reabrieran.
“Implosiona a la oposición en un momento crucial”, dice Ángel Álvarez, un consultor político. “Su liberación crea un nuevo obstáculo para la agenda política de los opositores”.
Aquellos que intentan destronar a Maduro ganaron fuerza mientras López estaba encarcelado. Extendieron su alcance a los barrios de Caracas que alguna vez apoyaron al presidente y su predecesor, Hugo Chávez. Incluso chavistas disidentes han dicho que el movimiento fue traicionado.
Ahora la oposición debe reintegrar a un líder que hizo carrera con un estilo independiente, al tiempo que intenta frustrar los esfuerzos de Maduro para consolidar su poder y revisar la constitución.
Desde que fuera transferido al alba, López ha estado con su familia en su hogar ubicado en un exclusivo barrio de Caracas, donde alguna vez fue alcalde.
A días de su regreso a casa, pequeños grupos han permanecido frente a la residencia cerrada, animando a su líder y pegando carteles y mensajes de apoyo en las paredes. La policía de inteligencia de Venezuela ahora patrulla el área.
El sábado, López dijo en una carta abierta que continuaría su oposición y habló de “mi convicción de luchar por la verdadera paz, convivencia, cambio y libertad”.
Mientras se le impide hablar con la prensa, su madre, Antonieta Mendoza, le dijo a un periódico peruano que su hijo ha sido visto por médicos y ha pasado el tiempo con sus hijos y ha conocido a miembros de su partido, Voluntad Popular.
A jugar bien
López debe decidir cómo hacer frente a un panorama político en el que al menos 90 personas murieron este año, entre ellas un adolescente de 16 años asesinado el lunes mientras los manifestantes intentaban bloquear calles.
Todos los principales actores de la oposición han presionado para realizar manifestaciones callejeras. Sin embargo, desde siempre los miembros de Voluntad Popular han sido considerados de línea dura, que se burlan de negociar con el gobierno.
El año pasado, se mantuvieron fuera de los diálogos mediados por el Vaticano porque muchos miembros, entre ellos López, estaban tras las rejas.
El domingo, la oposición llevará a cabo un plebiscito no oficial sobre la intención de Maduro de reescribir la Constitución, un acto de desobediencia civil al que esperan atraer millones. Pero a días previos de la votación, viejas divisiones parecen resurgir.
Tras la liberación de López, los miembros de Voluntad Popular fueron rechazados cuando intentaron acortar una protesta programada a dos horas. Rápidamente desistieron de la medida, pero no sin antes provocar la irritación de sus propios aliados.
“Mañana usted protesta las horas que quiera”, escribió en un tuit Henrique Capriles, ex candidato presidencial y rival de largo tiempo de López.
Más tarde dijo en una declaración que no había rivalidad dentro de la alianza de oposición, sino “sinceridad”, y que cualquier cambio potencial “hay que construirlo desde la verdad”.
David Smilde, un sociólogo de la Universidad Tulane en Nueva Orleans, describió a López como una “fuerza disruptiva” que podría destruir alianzas incómodas dentro de la oposición. “La unidad siempre fue su punto más débil –no hay un líder claro”, dijo el académico.