Cansado y demacrado por el desvelo, William Coronado arriba antes del alba con un bote cargado de peces a una fangosa costa del lago Xolotlán de Nicaragua, por cuyas aguas se han visto flotar en los últimos años todas las porquerías que arrojan las ciudades.
“El lago está contaminado, le echan tanta suciedad. He visto pasar una nata de cochinadas: galones, baldes viejos, bolsas en cantidades, toda la suciedad que botan en Managua, es una vulgaridad”, lamenta el pescador de 56 años, al concluir una extenuante faena por el lago.
Coronado pasó dos días bajo el inclemente sol y los agitados vientos que sacuden por la noche al lago para atrapar 15 docenas de mojarras y unos cuantos guapotes, que venderá a 1,3 dólares la docena a una acopiadora del barrio La Bocana de Tipitapa, 25 km al noreste de Managua.
Su esposa Rosa lo espera en una casa construida con lata y plástico que levantó a 300 metros del lago, donde vive en condiciones de extrema pobreza, como muchos de sus vecinos.
El Xolotlán, de 1,052 km2, es uno de los cinco principales lagos de Centroamérica, junto con el Cocibolca de Nicaragua, Izabal y Atitlán de Guatemala y el Yojoa de Honduras, que sufren diferentes grados de contaminación.
Decenas de pescadores zarpan en medio de la noche en pangas construidas de fibra de vidrio o madera a recoger las redes que arrojan el Xolotlán, fuente de trabajo y alimento para miles de nicaragüenses pobres.
La exdirectora de la estatal empresa de agua, Ruth Herrera, estima que unos 100,000 nicaragüenses viven cerca de las costas del lago, que bordea los departamentos de Managua y León y en cuyo extremo se erige el volcán Momotombo.
Uno de las comunidades vecinas es Bocana de Tipitapa, con más de 2,000 habitantes que dependen en su mayoría del lago para sobrevivir: unos pescan mientras otros acopian o venden los pescados en comunidades y mercados de Managua y Masaya (sur).
“Pescamos mojarras, guapotes, guabinas, traemos como 20 docenas” a diario, dice Juan Ramírez, de 30 años, antes de partir en su canoa junto con dos niños que le ayudan a remar.
La pesca artesanal se extiende a otras comunidades costeras como San Francisco Libre, La Zopilote, Mateare y Momotombo.
Mercurio tóxico
El Xolotlán, que en 1972 fue epicentro de un terremoto que destruyó Managua, ha sido durante décadas receptor de las aguas negras de la capital, de pesticidas y desechos industriales y metales tóxicos como el mercurio.
Hace ocho años, el gobierno inauguró una planta de tratamiento de aguas residuales para recuperar el lago con fondos de Alemania y el BID.
El proceso ha reducido la contaminación y disipado los malos olores que emanaban del lago, lo que ha permitido convertirlo en un atractivo turístico de la capital, en su lado sur.
Un estudio realizado el año pasado por el Centro para la Investigación de Recursos Acuáticos (CIRA) de la estatal Universidad Autónoma de Nicaragua, con apoyo japonés, determinó que las concentraciones de mercurio son bajas en la mayor parte del lago.