*Keun Ho Jang*creció en un pueblo a más de 160 kilómetros al sur de Seúl, Corea. En casa, no tenía electricidad, así que se entretenía observando a los aviones volar. Gracias a ese pasatiempo, cuenta, supo que su destino era salir de su país y “trabajar en el mundo”.
Y la universidad solo asentó la idea de trabajar en la apertura de su nación y ayudar a resolver la división de Corea. Hoy, ya suma 35 años en la carrera diplomática.
A tres años de su llegada a Perú, ¿qué es lo que rescata?
Acá siempre hay muchas cosas por conocer. Eso me da la alegría de aprender y disfrutar de encuentros con nuevas personas. Ser un diplomático es como pasar por un corredor lleno de cosas nuevas e interesantes.
¿Qué proyectos lo animan?
Durante estos años hemos trabajado por la transferencia de la tecnología a través de diversos proyectos, como un sistema de registro digital de los patrimonios culturales e históricos del Perú. Trabajos como este me motivan por el impacto que pueden tener en el desarrollo del Perú.
¿Son muy distintas las sociedades peruana y coreana?
Hay puntos distintos, pero también hay semejanzas. El idioma y el clima son completamente diferentes, pero las tradiciones de Corea y Perú comparten algunos rituales como echar licor a la tierra al empezar y terminar un cultivo, o emplear telares para la siembra.
¿Qué es lo que más le gusta de Perú?
En general, los coreanos admiramos mucho este país. Creo que está bendecido en su historia, diversidad cultura y naturaleza. Es una cosa que nosotros no tenemos: tanta diversidad en un territorio bastante grande. Por eso me gusta mucho viajar, visitar.
¿Cuál es la diferencia entre ser un viajero embajador y uno turista?
Los turistas observan semejanzas y diferencias entre los países y se interesan, sobre todo, por el pasado y el presente de una cultura. Los embajadores también observan, pero buscan la complementariedad para generar cooperación mirando hacia el futuro.
¿Viajar es la actividad que más suele realizar?
En mi tiempo libre viajo mucho alrededor de Lima. Me gusta observar el desierto e imaginar lo que podría ser en 10 o 30 años. Es como ver una pintura tradicional de Corea, que enfatiza mucho la belleza del espacio y deja potencial a la imaginación.
¿Qué otros pasatiempos tiene?
Me dedico mucho a las actividades deportivas y culturales. Una de las presentaciones que más me ha gustado fue “Retablo”, en el Teatro Nacional. Junto a mi esposa, me encanta ver la marinera.
¿Qué extraña más de Corea?
Viejos amigos y familia. Pero hoy, gracias a la tecnología, nos sentimos cerca, es posible la conversación con las aplicaciones de mensajería instantánea. También extraño la clara distinción de las cuatro estaciones.
¿A sus hijos les ha resultado difícil acostumbrarse a Perú?
No, han visitado varias veces el país y les encanta. La carrera diplomática es siempre muy dinámica, pero muchas veces resulta complicada para los hijos. Creo que es un fenómeno para todos aquellos que viajan por trabajo.
¿Qué podría hacer en, quizá, su último año en la embajada?
Seguir promoviendo el entendimiento a nivel de pueblo con presentaciones culturales, el intercambio con becas y la promoción del idioma. También busco compartir la experiencia del desarrollo de Corea, si es posible con la transferencia de tecnología.