Elaborado por EY
Era finales de los setenta, y Robert Kraft y sus hijos estaban viendo a los Patriotas de Nueva Inglaterra (“Patriots”) desde la sección 217, fila 25 en el Estadio Schaefer. Viejo admirador del equipo, Kraft había visto jugar a los Patriotas muchas veces, durante los sesenta, en las cuatro sedes de Boston, así que había aumentado la oportunidad de comprar boletos de la temporada cuando se mudaron a su nuevo hogar en Foxborough, Massachusetts, en 1971.
Y después de casi una década de ver partidos con la familia y amigos en esos mismos asientos, empezó a surgir la idea de comprar a su equipo favorito. “Siempre fui un apasionado de los Patriotas, pero a menudo me frustraba con la dirección de la franquicia, o la falta de ella. Pienso que probablemente era como la mayoría de los fanáticos deportivos de Boston en ese tiempo. Estaba convencido de que podía hacerlo mejor”, comenta Kraft.
Muchos fans sueñan con poseer un equipo profesional: ser capaces de contratar el entrenador correcto, a los mejores jugadores y hacer todos los movimientos correctos para construir un equipo campeón, de calibre. Kraft, entonces dueño de una creciente empresa de papel y embalaje ubicada en el área de Boston, tenía sueños similares. Pero él lo hizo realidad a través de la paciencia, persistencia, planeamiento estratégico y algunos significantes riesgos financieros.
Empezó analizando los componentes claves de la estructura de negocios de los Patriotas y cuidadosamente trazó el rumbo para ganar el apalancamiento necesario para adquirir el equipo. Dio su primer paso hacia la adquisición en 1985, cuando consiguió una opción a diez años sobre los cientos de acres de tierra alrededor del Estadio Schaefer. Esa tierra contiene el estacionamiento necesario para operar el estadio y resultó ser uno de los activos claves que le permitió a comprar el estadio por US$25 millones tres años después.
Poseer el estadio, y el arrendamiento operativo que tuvo con el equipo, significaba que Kraft fuera capaz de prevenir a los anteriores dueños de mover la franquicia de Saint Louis como lo planearon. Pero esto todavía tomó una inversión de US$172 millones, en ese tiempo el precio más alto nunca pagado por una franquicia deportiva profesional, para que Kraft pudiera cumplir el sueño de poseer los Patriotas y mantener la franquicia en Nueva Inglaterra.
La operación, completada en 1994, era la cosecha de Kraft –un resultado de lo que él llama “conectando los puntos”– a través de años de paciencia y metodológico planeamiento.
Su pasión por los Patriotas se ha traducido tanto en el terreno como en el éxito financiero de la franquicia. Su fundación se dio cuando Kraft financió, mediante inversión privada, la construcción de la nueva casa de los Patriotas: 68.000 asientos en el Estadio Gillette, que abrió sus puertas en el 2002. Llevar a un precio de construcción de US$ 325 millones, el único lugar de la NFL en su tipo, construido sin un dólar de financiación pública y sin ingresos generados a través de licencias de uso privado.
Hoy en día, los Patriotas están valorizados en US$ 2.600 millones, según Forbes. Y desde que Kraft compró la franquicia en 1994, ningún otro equipo de la NFL ha ganado más juegos, más títulos, más títulos de conferencia o más campeonatos de Super Bowl.
Puede haber un poco de suerte involucrada, pero el éxito de Kraft es también producto de su visión y deseo de hacer sus sueños realidad. “Es parte de ser un empresario: soñar y no escuchar a los pesimistas”, resalta Kraft. “Como empresario, uno tiene que intensificarse y tomar decisiones. Usted mide su lado negativo, pero también trata de ver cosas que otros no pueden ver, porque si todo el mundo las puede ver, no sería una oportunidad única”.
Después de graduarse de Harvard Business School a mediados de la década de 1960, Kraft inició su carrera en el Grupo Rand-Whitney, una pequeña empresa de envasado regional que más tarde adquirió. “Observé que de las ventas en dólares, entre el 50% y 60% eran para pagar las materias primas. Así que pregunté: ¿por qué no tratamos de encontrar una manera de controlar las materias primas?”, recuerda Kraft.
“Fui a Canadá e hice una asociación con el gobierno de Terranova y así se inició nuestra empresa internacional en la década de 1970”.
Esta fue Productos Forestales Internacionales, un comerciante mundial de productos básicos, centrado en la logística y la financiación del comercio mundial de papel. El Grupo Rand-Whitney y Productos Forestales Internacionales ahora hacen negocios en más de 90 países y forman la mayor empresa de envases de papel y de propiedad privada de EE.UU.
Construcción de un imperio
Kraft es ahora presidente y consejero delegado del Grupo Kraft, la empresa matriz de todas sus compañías. Además de papel y envases, incluyen el desarrollo de bienes raíces y numerosas inversiones privadas y de capital de riesgo en tecnología, medicina y ciencias de la vida. Los deportes y entretenimiento forman otro de los pilares del Grupo Kraft.
Además de su condición de propietario de los Patriotas, Kraft fue uno de los tres organizadores fundadores de la MLS (liga de fútbol norteamericano) a mediados de la década de 1990 y fundó el club de fútbol New England Revolution.
Incluso vio nuevas oportunidades en esos viejos estacionamientos que compró hace tantos años. Tras la finalización del Estadio Gillette, Kraft construyó el Patriot Place, un comedor, complejo comercial y zona de entretenimiento al lado.
Mientras mira hacia atrás en su carrera, Kraft, que se enorgullece de su capacidad para trabajar con todo tipo de personas, apunta a su padre y a su madre como primeras influencias. Su padre, el difunto Harry Kraft, era modista en Boston y un “hombre profundamente espiritual y moral”.
“Él fue la persona más grande que he conocido y mi modelo a seguir”, dice Kraft. “Uno de los principales consejos que mi padre solía decirme –y yo he tratado de transmitir a mis propios hijos– es que cuando vas a la cama por la noche, asegúrate de que las personas que tu hayas tocado ese día sean más ricos por haberte conocido. Vivió su vida de esa manera”.
El segundo mayor de tres hijos, Kraft dice que su madre, Sarah Kraft, fue quien le inculcó la disciplina y el anhelo de tener éxito. “Si soy un hombre de negocio bueno es debido a lo que ella me enseñó”, dice Kraft.
La próxima generación
Kraft ha tratado de inculcar esos mismos valores en sus cuatro hijos, tres de los cuales trabajan con él en el Grupo Kraft. Jonathan es el presidente del Grupo Kraft y de los Patriotas de Nueva Inglaterra, con la responsabilidad del día a día para el funcionamiento de las empresas; Daniel es el presidente del Grupo Kraft-Internacional, con un enfoque en productos forestales internacionales; y Joshua es el presidente de la Fundación Caritativa de los New England Patriots.
“Los hemos hecho trabajar en nuestras fábricas. Tenemos los sindicatos, por lo que ingresaron a estos sindicatos. Se levantaban a las 5:00 de la mañana, trabajaron los turnos y aprendieron mucho acerca de las personas en nuestras plantas, creo que cada una de ellas les enseñó algunas lecciones importantes de la vida y les mostró la importancia de hacer algo y no solo ser ingenieros financieros”.
Kraft añade que su filosofía es fomentar una visión a través de la planificación a largo plazo, algo que no siempre puede ser realista cuando una empresa es pública. “Tengo el privilegio de no tener juntas o directores o ser pública y tener que pensar: ¿es esto lo correcto para la tarjeta de informe trimestral de 90 días?. Yo solo quiero hacer lo que tiene sentido a largo plazo”, dice. Es un enfoque eminentemente práctico, pero hay más que eso. “Me encanta lo que hago”, dice Kraft.
“Siempre he tratado de involucrarme en las cosas que me apasionan. Las personas dirán: ‘¿Qué consejo le darías a la gente?, les digo: Haz lo que te gusta hacer, de modo que, cuando te despiertes todos los días, estés emocionado de empezar”.