(Bloomberg) Si alguien le ofreciera invertir millones de dólares en un negocio que nadie quiere, ¿usted lo haría?
Pero si la pregunta se dirige al Gobierno de Estados Unidos, la respuesta es un resonante sí. Desde 2007, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica –pese a grandes dificultades políticas, sociales y ambientales– ha volcado casi US$100 millones en la acuicultura, también conocida vulgarmente como cría de peces.
En la actualidad, la acuicultura estadounidense se hace solo en aguas estatales a unas pocas millas de la costa. (Pensemos en el salmón de criadero). Pero el Gobierno está tratando de internarse más en el mar, a aguas federales, para crear un sector de acuicultura en mar abierto. La NOAA –como se conoce a la administración por su sigla en inglés–, tanto bajo la presidencia de Barack Obama como bajo la de George W. Bush, intentó sin éxito que el Congreso aprobara una legislación sobre acuicultura. Fnalmente, decidió sortear al Capitolio y crear un polémico sistema de permisos de acuicultura en el Golfo de México que muy pronto dio lugar a litigios judiciales y provocó la indignación de pescadores, navegantes y ambientalistas.
No satisfecho con tan solo el Golfo de México, en agosto, el Servicio Nacional de Pesca Marina, que depende de la NOAA, empezó silenciosamente a buscar una reglamentación “para apoyar el desarrollo offshore de la acuicultura” en la región de las islas del Pacífico cercana a Hawái, tomando como modelo el marco del Golfo, con el fin de posibilitar que Estados Unidos capte en el futuro una mayor cuota del mercado global de alimentos de origen marino.
“Estados unidos tiene un déficit de alimentos marinos de cerca de US$14.000 millones”, dijo David O’Brien, subdirector de la oficina de acuicultura de la NOAA. “¿Por qué no podemos estar haciendo más a nivel nacional y local?”, preguntó. “El déficit señala una oportunidad que no estamos aprovechando”.
Componente clave
Pero a pesar de este esfuerzo sostenido y costoso, el componente clave para cualquier programa de desarrollo económico –el interés comercial– no se ve por parte alguna.
Estados Unidos ya tiene una gran industria de alimentos de origen marino, pero exporta la mayor parte de su pesca e importa la mayor parte de lo que los estadounidenses terminan comiendo. Este enorme intercambio de peces ha llevado a los ambientalistas a preguntarse, en primer lugar, por qué el Gobierno está tan empecinado en ampliar la acuicultura oceánica.
Pero el argumento de abrir las aguas federales a la acuicultura asume que, en algún lugar, una empresa busca entrar en el negocio. Hasta ahora, ninguna lo ha hecho. Desde que se publicó en enero la reglamentación para abrir el Golfo de México, no se ha recibido ni una sola solicitud para obtener un permiso. Asimismo, ninguna compañía está participando en la actual propuesta de Pacific Island, dice la NOAA.