(Bloomberg) Tras el referendo por la independencia de Escocia, el Royal and Ancient Golf Club of St. Andrews votó a favor de permitir el ingreso de mujeres por primera vez en sus 260 años de historia. Era necesaria una mayoría de dos tercios de los 2.400 socios hombres para que se aprobara la moción y esta recibió 85% de aprobación de las tres cuartas partes que participaron.
Aunque el club ya no actúa como organismo rector del golf, aún tiene una gran influencia en un deporte que se caracteriza por la tradición. El colectivo que ahora tiene a su cargo el Abierto de Gran Bretaña -conocido como R&A- está integrado por varios miembros que proceden del club.
La votación no sólo colocará a quince mujeres en la vía rápida para el ingreso sino que además probablemente tenga un efecto dominó en otras sedes del Abierto de Gran Bretaña.
Tres clubes de golf de la rotación del abierto todavía siguen la política de tener sólo socios hombres: Muirfield, Royal St. George’s y Royal Troon, donde se disputará el torneo en 2016. (St. Andrews será la sede el año que viene.) Según el diario The Guardian, los funcionarios del Troon respondieron que “no tienen planes para modificar nuestra constitución en este momento”, destacando que el club comparte sus instalaciones con un club de mujeres autónomo. Pero, siguiendo los pasos de la votación del Royal and Ancient, Muirfield se reunirá para decidir si cambia sus normas históricamente férreas.
Los clubes de la tierra natal del golf ahora se están poniendo al nivel del Augusta National de Georgia. El organizador del Masters permitió la integración en 2012, autorizando el ingreso de Condoleezza Rice y la mujer de negocios de Carolina del Sur Darla Moore.
Varias mujeres destacadas han sido mencionadas como posibles socias del Royal and Ancient: la diez veces ganadora de grandes torneos Annika Sorenstam; la leyenda británica del golf Lady Angela Bonallack; Judy Bell, la primera mujer que presidió la Asociación de Golf de los Estados Unidos; y Carol Semple Thompson, una de las mejores jugadoras amateur de la historia.
Además, Louise Richardson, la primera rectora mujer de la Universidad de St. Andrews, se hizo oír con insistencia en su rechazo a la política discriminatoria del club, dado que sus dos antecesores hombres habían sido nombrados socios honorarios.
La experiencia de Richardson apuntala la idea de que el tratamiento tradicionalmente separatista que ha dado el golf a los sexos no pasa sólo por mantener “un estilo de vida” al cual los hombres de la elite se habían acostumbrado, como dijo el año pasado el máximo responsable ejecutivo del Royal and Ancient.
Hay consecuencias tangibles de la discriminación, desde limitar el crecimiento del golf de las mujeres profesionales a restringir la posibilidad de que las profesionales realicen negocios y establezcan relaciones en los links. A la luz de estos hechos, es decepcionante que Ginni Rometty, la máxima responsable ejecutiva del sponsor de toda la vida del Masters, IBM, aún no haya sido invitada a ingresar al Augusta National, como lo fueron sus tres predecesores hombres.
Podría ocurrir que el golf, un deporte que deliberadamente tiene un atractivo limitado, necesite a las mujeres más de lo que las mujeres necesitan al golf. Las tendencias recientes y la caída continua de la clase media podrían significar que el futuro del deporte quede en manos de las mujeres ricas. El año pasado en los EE.UU. una cifra neta de casi 400,000 personas dejaron este deporte: lo abandonaron 650,000 hombres y comenzaron a practicarlo 260,000 mujeres. La situación del golf es igualmente sombría en el Reino Unido.
El golf siempre será el deporte de la clase noble pero, en un inminente mundo post-Tiger Woods, excluir a la mitad de la población del uno por ciento quizá no sea la estrategia más inteligente para el crecimiento mundial.