Cuando Whitney Wolfe encabezaba una demanda de acoso sexual contra la empresa que ella misma cofundó, debió repetirse innumerables veces que pese a todo era una joven afortunada. Tenía salud, una familia y un nutrido grupo de amigos.
Las vicisitudes comenzaron a toparse en su camino, luego de que decidiera fundar, junto a Sean Rad, Chris Gulczynski y Justin Mateen, una start-up en la incubadora IAC (InterActiveCorp) por el año 2012.
Por ese entonces, la empresa descubría el potencial de las citas sin compromiso y, según afirma Wolfe, fue a ella a quien se le ocurrió el nombre: Tinder.
Punto de partida
Con solo 22, Wolfe conoció a Rad, en Los Ángeles, en una cena con amigos en común. En ese momento, él lideraba otro proyecto (Cardify), y la contrató.
Cuando Cardify no logró ganar fuerza, el equipo se volcó en otras iniciativas, incluyendo la aplicación de citas. La joven se dedicó de lleno a la start-up y, en un inicio, la promovió en campus universitarios.
Hoy Tinder, la app ‘geosocial’ que facilita a los usuarios comunicarse con otros para ‘ligar’, ha consolidado su popularidad. Los inversores de Silicon Valley valúan a la aplicación en US$ 750 millones.
Ruptura
Pero Wolfe renunció a Tinder luego de que Justin Mateen, director de marketing, la humillara verbalmente delante del CEO -Sean Rad- y que este ignorara sus quejas. Entonces la joven emprendió una demanda contra la compañía por acoso y discriminación. Ella reclamó, además, su título como cofundadora, el cual fue borrado por Rad y Mateen.
A fin de cuentas, el lío terminó en un acuerdo por US$ 1 millón.
Transición
Después de todo, la emprendedora quería retornar al ruedo mediante una aplicación que pudiera rivalizar contra Instagram; pero Andrey Andreev, cofundador de Badoo, la animó a que volviera al espacio de las citas.
Luego de reconsiderar la situación, Wolfe se asoció con Andreev y reclutó a Chris Gulczynski y Sarah Mick, dos excolaboradores de Tinder.
El resultado, a fines del 2014, la nueva aplicación para ‘ligues’: Bumble.
De igual modo que Tinder, Bumble hace que sus usuarios solteros coincidan con otros que habiten en la misma ciudad. La diferencia es que las mujeres se ven obligadas a dar el primer paso: si dos personas se atraen mutuamente, la joven deberá iniciar la conversación en un plazo de 24 horas, de lo contrario, la conexión desaparecerá.
Para Wolfe, en Tinder, quizá pueda conseguirse 100 conexiones, pero eso puede ser un arma de doble filo, ya que puede abrumar a los usuarios, quienes finalmente podrían no llegar a algo en concreto. “El 60% de las conexiones en Bumble se está convirtiendo en conversaciones”, relata la joven de 25 años a Business Insider.
El lanzamiento de Bumble parece prometedor. Whitney Wolfe dice que los resultados son más alentadores que los que obtuvo Tinder en un inicio, con cerca de 100,000 descargas en poco más de un mes, y una alta participación de usuarios.