“Azul y granate soplando en el viento. Un grito valiente. Tenemos un nombre que todo el mundo sabe: ¡Barça, Barça, Baaarça!” Así reza el himno de batalla del FC Barcelona (también conocido como el Barça), el club catalán de fútbol que ganó la UEFA Champions League –el torneo de clubes más prestigioso del mundo– a principios de este mes, derrotando a la Juventus de Italia por 3-1.
Con 23 campeonatos de la Liga española, 27 títulos de Copa del Rey, y después de esta última victoria, cinco trofeos de la Liga de Campeones en su haber, el Barcelona se ha ganado un lugar único en los anales del fútbol. El club es también un negocio exitoso: el valor neto del equipo, según Forbes, fue de US$ 3,160 millones, siendo el segundo equipo más valioso del mundo, mientras que sus ingresos alcanzaron los US$ 657 millones, ocupando el cuarto lugar entre clubes de fútbol (después del Real Madrid, Manchester United y Bayern Munich) en el 2014.
Hay muchas razones para la constante excelencia del Barcelona: grandes jugadores como Lionel Messi, Neymar Santos y Luis Suárez; DT fabulosos como Johan Cruyff, Luis Enrique, y Josep “Pep” Guardiola; y modernas instalaciones. Sin embargo, la investigación de Andrés Hatum y Luciana Silvestri de HBR sugiere que la identidad organizativa del Barça –el sentido colectivo de “quiénes somos” que los jugadores, DT y empleados comparten– es la base y/o núcleo de su éxito. Tal es el poder de su identidad que los aficionados suelen decir que el Barça es més que un club (más que un club).
La identidad es diferente de la cultura, valores, creencias y suposiciones que establecen el comportamiento. Mientras que la cultura nos dice cómo comportarnos, la identidad nos dice quiénes somos. Esto sirve para dos propósitos. Al servir como una lente, la identidad ayuda a darle sentido al entorno. También llama a la acción al guiar las respuestas de los empleados. En conjunto, estas medidas permiten a las organizaciones mantener un sentido de equilibrio entre “lo que somos” y “lo que hacemos”.
Aunque la mayoría de las organizaciones tienen una cierta comprensión de su identidad, pocas la ven como una forma de conducción. Para muchas, la identidad es un concepto demasiado abstracto para vincularlo con objetivos mensurables; para otras, es un ideal muy a largo plazo como para traducirlo en objetivos actuales. Sin embargo, la identidad tiene el potencial de infundir objetivos con significado y obtener grandes resultados – como ha demostrado el Barça.
Los entrenadores y jugadores pueden ir y venir, pero la piedra angular de la identidad del Barcelona es La Masía (La Granja), la academia juvenil del club dentro de la Ciudad Deportiva Joan Gamper, en las afueras de Barcelona. Desde su creación en 1979, la escuela ha educado a más de 500 jugadores prometedores incluyendo estrellas como Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Alrededor de 85 jugadores, entre 12 y 18 años de edad, viven en o visitan la escuela todos los días para ser educados y formados.
La Masía ayuda a crear la identidad del Barcelona al cumplir cuatro funciones:
Como guardián de los ideales de la organización. Uno de los ideales del Barça es que el fútbol debe ser jugado con habilidad y de una manera artística en vez de depender en pura fuerza y tamaño. De acuerdo con los directivos del club, esa creencia reside en el corazón de la identidad del club. La Masía, donde el club forma a sus jugadores, es responsable de grabar ese ideal en los jóvenes que se unen a sus filas cada año.
La formación en la escuela tiene una ventaja moral, según Albert Capellas, excoordinador senior de las divisiones menores del Barça: “En primer lugar, tenemos que ser el equipo con espíritu más deportivo, cometiendo menos faltas [que los rivales]. Luego tenemos que tratar de ganar jugando de manera más creativa que el rival. Por último, tenemos que ganar. Pero no queremos ganar sin cumplir con los otros dos ideales”.
Como fuente del carácter distintivo de la organización. Los ideales del Barça se traducen en un estilo de juego distintivo conocido como ‘tiki taka’, que se basa en pases cortos y rápidos entre jugadores que avanzan en grupo. Dar pases es más importante que disparar al arco; la inteligencia es más relevante que la fuerza. Se requiere una clase especial de jugador para tener éxito al usar este estilo. Por lo tanto, los reclutadores de La Masia a menudo ‘juegan sus cartas’ por niños que desafían los estereotipos.
Ellos tratan de encontrar niños que toman decisiones rápidas en formas contrarias a la intuición. Por ejemplo, cuando los cazatalentos del Barça encontraron a Messi en Argentina, él era inteligente pero delgado y de bajo estatura; Messi sufría de una aguda deficiencia de la hormona de crecimiento. Otros clubes pensaban que era una inversión demasiado arriesgada, pero el Barça ‘jaló’ a Messi, pagó por su tratamiento, y luego, lo entrenó hasta convertirlo en uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos.
Como pegamento que imparte cohesión. Otra característica de la identidad del Barça es la colaboración y el trabajo en equipo. Debido a que el fútbol de ‘tiki taka’ requiere que el equipo se mueva al unísono, necesita que todos los jugadores estén atentos a las posiciones en el campo de sus compañeros y a las oportunidades de pase. No hay lugar para las estrellas solitarias; el equipo debe actuar como una constelación cohesionada con el fin de ganar.
Si bien los jugadores formados en La Masía entienden esto, a los que vienen de otros clubes les cuesta un poco adaptarse a esa identidad. Por ejemplo, dos de los actuales delanteros del Barça, Neymar, que vino del Santos de Brasil, y Suárez, que fue transferido del Liverpool de Inglaterra, han hablado libremente sobre el cambio de mentalidad por el que tuvieron que pasar después de unirse al Barça. Ellos comenzaron a jugar bien –y disfrutar del juego– solo cuando dejaron de lado sus aspiraciones personales y se concentraron en apoyar a sus compañeros en el campo.
Como brújula que apunta al futuro de la organización. Como la mayoría de las organizaciones, el Barça funciona en un entorno de ritmo rápido con objetivos ambiciosos a corto plazo. Su atención se centra en ganar el partido de esta semana y el torneo de esta temporada; de este modo es fácil olvidar el largo plazo. Por el contrario, toma unos 10 años de entrenamiento para que un jugador pase de La Masía al primer equipo del Barça.
La presión por tener éxito puede ser impresionante, pero los entrenadores saben que apresurar el proceso de desarrollo pone en peligro la calidad. “Si uno se ve obligado a dar resultados inmediatos, está condenado. Tenemos que ser lo suficientemente humildes como para entender que los frutos de las semillas que estamos sembrando quizás no las disfrutemos nosotros, sino las generaciones futuras”, señala Jordi Mestre, miembro del directorio del Barça a cargo de las divisiones juveniles.
Curiosamente, La Masía hace fútbol con sus jóvenes pupilos solo por 90 minutos al día, durante ese tiempo los entrenadores se centran en el dominio de control del balón y la táctica. El resto del tiempo es empleado en educar a las mentes jóvenes y desarrollar buenas actitudes en base a principios como el respeto, responsabilidad, compromiso, disciplina y humildad.
Además, las actividades culturales ayudan a ampliar los horizontes de los jóvenes jugadores y fomentan su curiosidad. Por ejemplo, La Masía invita regularmente a destacados individuos –el cardiólogo Valentín Fuster, el grupo de rock rumba Estopa, el chef Ferran Adrià, y Albert Bosch, el primero ciudadano de Cataluña en llegar al Polo Sur, etc.– para inspirar a sus residentes.
Las formas en que La Masía promueve la identidad del Barça da lugar a una capacidad clave: desarrollo del talento. Mientras la mayoría de los clubes de fútbol dependen de la adquisición de jugadores estrellas para ganar, el Barça es capaz de hacer crecer a sus jugadores clave en casa. Cuando el Barça ganó la Liga de Campeones del 2011, siete de sus titulares habían salido de La Masia al igual que ocho miembros del equipo español que ganó la Copa del Mundo 2010 –algo sin precedentes en el mundo del fútbol.
Al mismo tiempo, el Barça puede mantener su identidad solo si sus jugadores no se van. Para el director de La Masia, Carlos Folguera: “Cada jugador debe pensar que ‘no voy a dejar esto por nada; soy parte de algo histórico’. Por eso fomentamos nuestra identidad como un escudo de protección”. Esa filosofía ha rendido frutos, a juzgar por el éxito continuo del Barça.
Al igual que el Barcelona, las empresas pueden beneficiarse de la creación de identidades más fuertes. En los mercados hipercompetitivos, en lugar de centrarse en lo que son buenas, la mayoría de las empresas tienden a reaccionar a las estrategias de la competencia. Una definición más clara de “lo que somos”, que habla de lo que es básico, distintivo y duradero sobre la organización actúa como una poderosa herramienta para la adaptación estratégica. También ayuda a responder cuestiones clave como: ¿Hay que adquirir esa empresa? ¿Debemos entrar en ese mercado? ¿Hay que desarrollar un producto de este tipo?
Los ejecutivos también pueden formar la identidad de la organización con el tiempo, mejorando y cultivando los significados asociados a ella, de modo que la organización no esté atrapada por la inercia. Después de todo, toda identidad evoluciona con el tiempo.