Una buena trama y una pluma que pueda contarla, estos son los dos ingredientes que Juan Bonilla colisionó para escribir “Prohibido entrar sin pantalones” de un tirón. La historia del poeta ruso Vladimir Maiakovski, le otorgó el Premio Bienal Mario Vargas Llosa al español, en cuyo estilo se saborea una investigación de más de ocho años, pero también se percibe una literatura ligeramente impregnada de “Poemas humanos”, de César Vallejo, y “Los gallinazos sin plumas”, de Julio Ramón Ribeyro.
¿Cuál ha sido su impresión de la Bienal Mario Vargas Llosa?
Siento que se consiguió convertir a Lima por algunos días en el centro de la literatura en idioma español y eso lo consiguieron trayendo autores muy importantes y cada uno de los actos que han organizado, con debates muy interesantes, estaban abarrotados de público y eso siempre es excepcional para los escritores y estos eventos como este son una forma de darnos a conocer. Yo creo que se convertirá en una cita irremplazable.
¿Cuál siente que ha sido la influencia de Mario Vargas Llosa en la literatura hispana?
Es tan visible que casi se podría recorrer toda América Latina y España y muchísimos autores ver su huella directa, de su narrativa, de su capacidad de combinar. Esa ambición por la innovación sin perder la capacidad de narrar. Él sigue la tradición de que las novelas tienen que contar historias, pero también arriesgar lo máximo posible en la forma de ser contadas.
¿Usted siente que hay de él dentro de su narrativa?
Todos los escritores que nos gustan, de una forma u otra, en algo nos influyen, así sea porque cuando los leímos nos hicieron querer ser escritores. Cuando leí “La ciudad y los perros”, “La tía julia y el escribidor”, la sensación que tuve fue que me gustaría dedicarme a escribir. Esa influencia indirecta es la más saludable y la mejor.
En la cátedra se planteó que se ha dejado de escribir acerca de política en las novelas…
Precisamente en España, es lo contrario. Los jóvenes autores han convertido a la política en un tema fundamental por la crisis económica que estamos padeciendo. Quizá haya varias novelas importantes cuyo tema de fondo es la crisis económica y la corrupción de la clase política y cómo eso influye en la vida de los ciudadanos. No sé si en América Latina se ha abandonado esa dimensión, pero en España vive muy buenos momentos.
‘Prohibido entrar sin pantalones’ ha tenido muy buena aceptación…
Es una obra de la que estoy muy cerca, con la que estuve pensando durante muchísimo tiempo, que logré escribir en poco tiempo de una manera acelerada. Es una obra de la que me siento muy orgulloso.
¿Qué lo cautivó de Vladimir Maiakovski para convertirlo en el personaje central de su novela?
A mí me interesaba mucho la época porque el intelectual ocupaba un lugar en el escenario social. Él era un gran espejo de toda esa convulsión. Como tenía esa apasionante historia de amor, quise tratar su historia para escribir a una novela, no una biografía.
¿Al final una buena historia requiere siempre de buen olfato?
Es fundamentalmente cuestión de olfato. Buenas historias, todos conocemos. Mi vecino conoce tantas buenas historias como yo. Lo que pasa es que las buenas historias hay que escribirlas bien. Una historia terrible de un hombre amargado que asesina por rencor, muy mal escrita, es una mala novela por muy potente que sea la historia. Mientras que una historia de un tipo que sale a pasear a su perro al parque y piensa en la vida puede ser una obra maestra por estar escrita como una obra maestra. Lo que importa es combinar esos dos actores: La potencia de la historia y cómo se escribe.
¿El escritor sale de las universidades o es un sujeto con un don?
Una cuestión de talento es sin duda, pero creo que se pueden enseñar ciertas herramientas para escribir porque es un oficio. Las escuelas pueden tener sentido, pero esto no quiere decir que todos saldrán aprendiendo a narrar como Vargas Llosa. Son cosas distintas, lo que se haga con las herramientas, depende del talento.
¿Cómo es que la revolución rusa de “Prohibido entrar sin pantalones” llegó a usted?
Empecé a investigar al poeta en el 2001, pero no pensé que iba a escribir una novela. Me lo empecé a plantear en el 2009. Lo escribí con mucha rapidez, en cuatro meses, y estuve dos años corrigiéndola. Fue una fase de investigación muy larga y la de redacción fue de un tirón.
Aun así, ya había dicho que no consideraba a “Prohibido entrar sin pantalones” como una novela histórica…
Me da igual si es histórica o no. Si alguien considera que por estar en los años 20 es histórica, me parece bien y si no, también. A mí las etiquetas no me gustan, las etiquetas son lo primero que le quito a las cosas, no sirven para nada.
Dentro del libro hay mucha investigación, ¿también hay mucho de usted?
La novela siempre, por mucho que invente, tiene mucho de uno mismo. A veces se usan máscaras situadas en el imperio romano y otras veces usas la máscara del barrio en el que vives. Siempre hay algo de retrato interior en lo que escribo.
¿Ya trabaja en un nuevo proyecto?
No, al escribir yo le doy muchas vueltas a los temas porque sé que lo voy a escribir rápido. No puedo prever si tardaré tres o cuatro años en crear algo nuevo. Tengo que encontrar la voz con la que quiero narrar una historia.
¿Ya ha tenido algún encuentro con literatura peruana más alá de Vargas Llosa?
Uno de mis cuentistas favoritos es Julio Ramón Ribeyro, en España edité la poesía de un vanguardista peruano llamado Alberto Hidalgo, uno de mis poetas favoritos es César Vallejo y he leído mucho a escritores peruanos de la vanguardia.
¿Podemos encontrar algún libro peruano en el estilo de Juan Bonilla?
Leí muy tarde la literatura peruana, cuando ya tenía todas las influencias; sin embargo, “Poemas humanos” de César Vallejos, “Diario de mis sentimientos”, de Alberto Hidalgo, “Los gallinazos sin plumas”, son libros que me han influido.
Se dice que se escribe demasiado en español, más de lo que se lee…
Es cierto que se produce mucho y que eso podría causar una fatiga y un cansancio que son peligrosos, pero pongámonos en el otro caso. Pensando en una sociedad donde se publique poco y solo de autores que estén cerca del poder o que tengan facilidades. Yo prefiero que haya muchos malos libros y que hallemos unos buenos a la posibilidad de que hayan muy pocos libros y sea muy difícil que se produzca un auge de la literatura.