Mark Zuckerberg comparte con el común de los mortales la costumbre de marcarse propósitos ‘de año nuevo’, tanto en los negocios como fuera de ellos.
En el 2013 se autoimpuso conocer a una persona nueva cada día, después intentó que todos los usuarios de Facebook se aficionaran a la lectura y también quiso ponerles en forma retándoles a correr una milla (1.6 kilómetros) al día.
Pero esa colección de buenas intenciones se le iba quedando pequeña. Entonces nació su hija Max y decidió romper todos los moldes anunciando su propósito definitivo: donar el 99% de su fortuna a causas filantrópicas.
En setiembre del 2016, dio un paso más en ese sentido y lanzó junto a su esposa, Priscilla Chan, la homónima Iniciativa Chan Zuckerberg, que vino al mundo con US$ 3,000 millones bajo el brazo y la firme intención de “curar” antes de que finalice este siglo las grandes enfermedades que se cobran miles de vidas al año.
Estos fondos, según explicó en su día el matrimonio, se destinarán a la financiación de proyectos científicos y tecnológicos que persigan esa ambiciosa meta y que otros inversores considerarían ‘de riesgo’, ya que es probable que no arrojen resultados a corto plazo.
Se trata de dar a esos investigadores que apuestan por ideas menos tradicionales la oportunidad de trabajar con mayor libertad, como lo hacen los “empleados de una start-up de Silicon Valley”, puntualizó el CEO de Facebook.
47 proyectos de 750
Con este objetivo, la pareja creó BioHub, organismo en el que especialistas de las universidades de Stanford, Berkeley y California-San Francisco desarrollan conjuntamente esta labor investigadora, lo dotó con un presupuesto de US$ 600 millones y estableció que sería el encargado de proporcionar los fondos necesarios a los expertos de estos tres centros que estuvieran embarcados en proyectos ‘de riesgo’.
Más de 750 llamaron a las puertas de BioHub, pero hace unos días se supo que, por el momento, solo 47 habían sido seleccionados. Cada uno de ellos recibirá en los próximos cinco años un máximo de US$ 1.5 millones para proseguir con sus estudios.
Biólogos, químicos, médicos, genetistas, especialistas en tecnología e ingenieros contarán con el apoyo financiero suficiente para indagar en cuestiones tan diversas como el desarrollo de biochips y otros dispositivos inteligentes destinados a implantarse en los pacientes, el análisis de datos vertidos en redes sociales con fines sanitarios o el estudio de todas las circunstancias que influyen en la transmisión de enfermedades como el ébola o la malaria.
A priori, ninguno de los casi cincuenta proyectos de esta primera remesa financiada por el tándem Chan-Zuckerberg resulta completamente revolucionario, si bien aún quedan años para que demuestren todas sus aplicaciones reales y su potencial.
Hay que ser cautos. Recordemos, sin ir más lejos, que hace veinte años nadie podía imaginar que, a día de hoy, el mundo se movería a base de clicks y ‘me gusta’.
Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)