Estados Unidos: superarmas que son demasiado costosas para usar

Estados Unidos y sus aliados han gastado miles de millones de dólares para proteger a los buques de piratas somalíes que van a bordo de simples esquifes frente al Cuerno de África.

(Bloomberg) ¿Les parece que usar una bazuka para matar una mosca es demasiado? La semana pasada un general estadounidense informó que un aliado al que no identificó utilizó un misil Patriot de US$ 3.4 millones para derribar un dron comercial hostil de US$ 200.

El punto del general David Perkins no era que se trataba de una hazaña técnicamente notable –aunque sin duda lo fue, dado lo diminuto del blanco- sino señalar otra ventaja asimétrica que tienen los terroristas mundiales: a Occidente le cuesta una suma exorbitante de dinero luchar incluso contra la más básica de las amenazas ad hoc.

Para las guerras de Afganistán e Irak, el Pentágono se aprovisionó de vehículos resistentes a las emboscadas de US$ 500,000 y robots de eliminación de bombas de US$ 150,000 para protección contra explosivos improvisados cuya fabricación costaba unos pocos cientos de dólares.

Los aviones no tripulados han demostrado ser una de las herramientas más efectivas en la lucha contra los yihadistas, pero piensen en el costo de un solo ataque: un dron Reaper fabricado por General Atomics tiene un precio de lista de US$ 17 millones, cuesta por lo menos US$ 2,500 por hora de vuelo y dispara un misil Hellfire Romeo de US$ 100,000 fabricado por Lockheed Martin.

Y no son sólo los yihadistas los que usan baja tecnología que les da una ventaja financiera. Estados Unidos y sus aliados han gastado miles de millones de dólares para proteger a los buques de piratas somalíes que van a bordo de simples esquifes frente al Cuerno de África.

Irán siembra el miedo entre los pesados buques tanques y los buques militares en el Golfo Pérsico con sus enjambres de diminutas lanchas motoras. Incluso China, ahora una potencia de primer nivel, tiene más de 100,000 antiguas minas navales, mientras que la nave antiminas de próxima generación de la Marina de los Estados Unidos, el buque de combate litoral de US$ 450 millones, apenas tiene capacidad de navegación.

El Pentágono no ignora estas cuestiones económicas. Este mes, Lockheed anunció que había probado con éxito un sistema de “armas de energía dirigida” –es decir, un rayo láser- transportado por camión que producía una explosión de 58 kilovatios. Inicialmente es caro, pero su costo por cada uso será ínfimo. No como el de esos misiles que cuestan US$ 100,000 cada uno.

Lockheed comenzará a entregar ese armamento a la Marina en unos meses. Hace dos años, la compañía utilizó un láser con la mitad de la potencia para hacer estallar un motor de camión a una milla (1.6 kilómetros) de distancia y dice que la nueva arma será eficaz para derribar tanto cohetes como drones que se aproximen.

El Ejército no es el único que está aprendiendo a apreciar los láseres. La Marina, que está probando las armas de energía del buque de transporte anfibio Ponce en el Golfo Pérsico, este mes decidió avanzar a toda máquina con su sistema SeaSaber de 60 kilovatios, que espera desplegar en 2020.

Y la Agencia de Defensa Misilística del Pentágono está experimentando con láseres aéreos transportados por drones.

Lo maravilloso de toda esta costosa maquinaria es que cada explosión cuesta alrededor de un dólar.

Otro intento de reducir el costo de las municiones tiene que ver con el sigiloso destructor nuevo de la Marina, el Zumwalt. Esa fuerza el año pasado recibió una andanada de mala publicidad cuando se supo que un solo proyectil para el sistema de cañones de 155 milímetros del destructor puede costar más de US$ 1 millón, lo que en la práctica lo hace demasiado valioso como para ser usado.

Pero el Zumwalt básicamente es un experimento flotante de US$ 4,000 millones, y la Marina lo utilizará para probar un nuevo cañón de riel electromagnético, que en teoría puede disparar un proyectil de 23 libras (10 kilogramos) cada seis segundos a una velocidad hipersónica de Mach 7 posiblemente a 250 millas de distancia.

El desarrollo de esta tecnología llevará años –en gran parte por la enorme cantidad de energía que tendría que producir el buque- pero, si se la perfecciona, en teoría podría disparar proyectiles baratos no más complejos que yunques voladores. (La Marina también está estudiando una munición que contiene proyectiles de tungsteno a un costo algo salado de US$ 25,000 por disparo.)

No hay vuelta atrás con respecto a la visión de alta tecnología del futuro que tiene el Pentágono. La próxima fase es la llamada “tercera estrategia de compensación”, iniciada por el subsecretario de Defensa saliente Bob Work, que prevé que máquinas artificialmente inteligentes complementarán las capacidades de combate de las tropas humanas en el campo de batalla.

El pasar de eso a robots asesinos, aunque es un campo minado desde el punto de vista ético, parece inevitable. Pero parece evidente que tanto las fuerzas armadas como la “base industrial de defensa” que se alimenta de ellas comprenden que, si bien las armas se volverán infinitamente más costosas, es hora de prestar atención al balance final de las municiones que estas disparan.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial ni de Bloomberg LP y sus dueños.

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