Bloomberg.- Latinoamérica, una región azotada por crisis recientes que sin embargo ostenta una economía de US$ 4.6 billones, necesita modificar de forma urgente sus políticas públicas para devolver las tasas de crecimiento a los niveles registrados en los años en que los precios de las materias primas eran altos.
Se acaba el tiempo porque la ventaja demográfica de la región —cuando los trabajadores activos superan a los jubilados— alcanzará un máximo en 2020, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo.
Esto presiona a los Gobiernos en dos frentes: los obliga a cubrir los costos cada vez más altos de la seguridad social y la atención médica para los mayores mientras que la población en edad de trabajar se reduce cada vez más proporcionalmente.
Incluso si se adoptaran políticas nuevas hoy mismo, harían falta años para construir la infraestructura necesaria y, por lo menos, una generación para educar a la fuerza de trabajo.
Era más sencillo ignorar la urgencia de ese cambio de políticas durante la bonanza de las materias primas.
En aquellos años, las exportaciones de soja, hierro y petróleo, en gran parte para alimentar el apetito voraz de una China en ascenso, elevaron el crecimiento de América Latina a más del doble del promedio para las economías desarrolladas.
Uno de los problemas de la región es que depende del consumo privado y el gasto público para crecer desde la crisis financiera global, dijo la comisión económica de Naciones Unidas para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL) en un informe en agosto. La inversión privada, necesaria para sostener el crecimiento a largo plazo, se mantiene por debajo de la de los demás países con mercados emergentes.
El desafío de atraer inversiones explica en gran parte por qué este año a Brasil le ha costado salir de la peor recesión de su historia y por qué el rebote de Argentina de una contracción será más pequeño de lo que esperaba su Gobierno.
“No invertimos lo suficiente, no ahorramos lo suficiente, no comerciamos lo suficiente, no educamos lo suficiente. ¿Qué esperar? No se va a crecer lo suficiente”, dice Alberto Ramos, economista jefe de Goldman Sachs para América Latina.
“No es un enigma económico, sabemos lo que hay que hacer, pero no confío en que se haga. De ser así, la región seguirá cayendo década tras década y se mantendrá en el atraso”.
El Fondo Monetario Internacional también está dando señales de alarma.
El crecimiento per cápita de Latinoamérica promediará 1.6% en el mediano plazo, la misma tasa registrada en los últimos 25 años, muy inferior al crecimiento de 2.6% estimado para los países en vías de desarrollo en general, afirmó el FMI en un informe publicado en julio, intitulado “Se reanuda la marcha, pero a baja velocidad”.
Shelly Shetty, directora de soberanos latinoamericanos para Fitch Ratings, dice que el bajo crecimiento de la región también deriva de ambientes empresariales difíciles en ciertos países, una apertura comercial limitada, el lento avance de la productividad y retrasos generales en la implementación de reformas estructurales.
La buena noticia, según ella, es que los países lograron más estabilidad macroeconómica y ahora por fin algunos comenzaron a escuchar el llamado de atención.
“Ahora que disminuyeron las perspectivas de crecimiento en varios de esos países, observamos que los Gobiernos se concentran cada vez más en los problemas para impulsar el crecimiento potencial”, dijo Shetty.
“Por fin se están discutiendo las reformas estructurales que no adquirían impulso en los años del súper ciclo de las materias primas. Pero a fin de cuentas, una cosa es aprobar las reformas; el otro desafío será ejecutarlas bien”.