Dueño de pizzería neoyorquino vive pesadilla en Brasil

Shiroma describe los meses que pasó el año pasado supervisando la construcción y haciendo el seguimiento de los documentos necesarios para abrir el restaurante el Brasil como el peor momento de su vida.

(Bloomberg) Sei Shiroma es, sinceramente, un actor pequeño en la economía brasileña de US$ 2 billones. Este inmigrante de Nueva York de 29 años, dirige una pizzería en la planta baja de un viejo edificio de departamentos cerca del centro de Río de Janeiro. Cuando se llena, el lugar tiene capacidad para 10 personas.

Pero la saga de Shiroma como aspirante a emprendedor, y la actitud amarga que infundió en él, ponen en evidencia uno de los grandes males que afectan a la economía más grande de América Latina. Puede ser terriblemente penoso abrir –y luego hacer funcionar- un negocio en Brasil.

Shiroma describe los meses que pasó el año pasado supervisando la construcción y haciendo el seguimiento de los documentos necesarios para abrir el restaurante como el peor momento de su vida. Y pronuncia un veredicto concluyente: cuando su negocio crezca, es posible que vaya a algún lugar de Europa en vez de tratar de abrir otra pizzería en Brasil.

“Todavía estoy recuperándome emocionalmente”, dice Shiroma.

La prolongada caída de Brasil en su peor recesión en 25 años tiene un sinnúmero de causas destacadas –desde el enorme aumento de la deuda federal hasta el escándalo de corrupción que paraliza al sector petrolífero- pero también es un factor clave la incapacidad del gobierno para desenmarañar esta confusión burocrática, que actúa como un impedimento para la inversión. Es una de las muchas reformas estructurales que el país no supo abordar durante los años de auge de la década anterior, cuando los precios en alza para sus exportaciones de materias primas ocultaron los agujeros en la economía.

En la lista “Doing Business 2015” del Banco Mundial, Brasil ocupa el puesto 120 entre 189 países. Eso lo deja detrás de países como Nicaragua, Suazilandia y Líbano. Se necesitan 130 días para abrir un comercio en Sao Paulo, muestra el estudio. En Ciudad de México, lleva seis días. Cuatro en la ciudad de Nueva York. Obtener un permiso de construcción, por su parte, puede tardar 400 días en Sao Paulo, más de cuatro veces que la espera en Ciudad de México y Nueva York.

Esa burocracia tiene consecuencias: en 2013, la inversión equivalió a sólo 18% del producto bruto interno de Brasil, la tasa más baja de las mayores economías en desarrollo y menos de la mitad que la china, según el Banco Mundial.

Cartorios
El núcleo de la burocracia de Brasil es la red de más de 13.000 notarías –“cartorios” en portugués- que deben firmar todo, desde las partidas de nacimiento hasta las transacciones inmobiliarias.

Shiroma quedaría rápidamente atrapado en su red.

Llegó a Río a fines de 2012, un año después de haber conocido a una estudiante de posgrado brasileña que sería su esposa. Shiroma llevaba la cocina en la sangre, por haber pasado buena parte de su juventud en el restaurante japonés de sus padres en el centro de Manhattan y haber trabajado luego haciendo pizzas en un local italiano llamado Barboncino en Brooklyn.

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